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Cataluña no puede constituirse en un Estado independiente

En la imagen, Artur Mas.

No llegarán muy lejos. Está comenzando el mes, pero cuando termine hay que pagar las nóminas de los funcionarios, las pensiones y las facturas, por no hablar de los vencimientos de deuda pendientes. Y la caja está quebrada. La bolsa apenas se ha inmutado tras la votación de la moción de ruptura en el parlamento autonómico catalán. Sólo la prima de riesgo ha subido, aunque no ha sido un avance dramático.

Les guste o no a los independentistas, Cataluña no puede constituirse en un Estado independiente porque la que paga es España, la caja común de todos los ciudadanos. Desde el punto de vista estrictamente pecuniario, ellos mismos han colocado un muro a sus aspiraciones con su ruinosa gestión. Pero el paso que se atrevieron a dar en el día de ayer sí tiene y tendrá un gran número de consecuencias políticas. Aunque la ley, los tribunales o las telerañas de su tesorería les obliguen a dar marcha atrás, refuerza su moral colectiva.

Pasará a la historia, para bien o para mal. Y eso sí está en nuestra mano. Restar importancia a su desafío sólo nos condena a tropezar una vez más con la misma piedra, cometer el mismo error en el que durante décadas han caído nuestros dirigentes, ignorando que la deslealtad y el totalitarismo populista van impresos en el ADN de los nacionalistas.

Las últimas elecciones autonómicas demuestran que la mayoría de los catalanes no apoya la secesión independentista, pero también dejan claro que son muchos más que hace unos años. Todo se andará, pensarán. Por eso, sólo un golpe seco, tajante y claro cortará de raíz su insumisión. Después, habrá que destejer, paso a paso, la tupida tela de araña en la que los independentistas han enrededado sin disimulo año tras año a la sociedad catalana. De otro modo, la bomba de relojería colocada en Barcelona acabará, tarde o temprano, explotándonos en las manos.

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