
Como es tradición en estas fechas, el Fondo Monetario Internacional ha presentado sus perspectivas para 2015. Los principales puntos a destacar serían: las economías avanzadas se recuperan a un ritmo muy lento; China no empeora y los países emergentes se desaceleran sustancialmente. La conjunción de estas tres previsiones hace que a nivel general el mundo vaya a sufrir una desaceleración en su crecimiento. El incremento de la actividad se hará al ritmo más bajo de los últimos seis años.
Sobre el crecimiento de los países avanzados conviene resaltar que en su conjunto el FMI lo cifra en un avance del 2 por ciento, cifra superior en dos décimas a la de 2014. Los países desarrollados, como decía al principio, avanzan pero a una velocidad mucho más baja de la que sería deseable. No hay que pensar mucho para darnos cuenta de que este ritmo lento está causado por el enorme endeudamiento de sus economías tanto en el ámbito privado y como en el público. La necesidad de reducir el fuerte apalancamiento previo al estallido de la crisis, año 2007, está detrás de ese ritmo, así como las enormes tasas de paro acumulado durante la crisis. El consumo de estos países se resiente por ambos aspectos y volver a crecer a ritmos superiores va a ser muy gradual en el tiempo. Convendría no cometer el error de pensar que en breve veremos un crecimiento con mayor vigor al actual en las economías desarrolladas; estamos purgando el gravísimo error de haber vivido del crédito durante mucho tiempo. Sí, sin lugar a dudas son aquellos préstamos pasados los que hoy restan crecimiento y fortaleza a la actividad presente.
Por cierto, ese menor ritmo de crecimiento sería el titular en una rápida y primera lectura, pues, si nos metemos más a fondo, destaca que existen grupos de países, entre los avanzados, cuya desaceleración es más intensa que en otros. Dos son la razones la caída del comercio mundial y el derrumbe del precio de las materias primas y especialmente del petróleo. Dos potencias exportadoras como Alemania y Japón ven empeorar sus cifras de crecimiento, 1,5 y 0,6 por ciento respectivamente; ambos países son presa de un error en su crecimiento y es la dependencia de sus economías de la actividad exportadora. Ambas deberían hacer como China, salvando las diferencias, y contribuir a un reequilibrio de su modelo productivo, al igual que el gigante asiático deberían reforzar e incrementar su consumo interno. Japón y Alemania han cometido el error, y no lo enmiendan, de fiar buena parte de su crecimiento a la bonanza de sus exportaciones.
Luego tenemos el de los países exportadores de materia prima: Canadá, Noruega y Australia. A estos países les perjudica, aunque en menor medida, la caída del precio de las materias primas al haberse desinflado la enorme burbuja acumulada debido a una política monetaria explosiva americana. En todo caso los daños son asumibles y a todas luces parece descartable la entrada en recesión de alguna de estas economías. Centrándonos ahora en China, a muchos les sorprenderá que el FMI mantenga los datos de crecimiento de este país -cierto que a niveles menores que hace diez años-, escapando de la revisión a la baja. El FMI cifra el crecimiento para este año en el 6,8 y un 6,3 al siguiente. China ya no crece a tasas de hace diez años, el 14 por ciento, sino tan solo a un "modesto" 6,8 por ciento. Ya saben que el gigante asiático está en un proceso de cambio del modelo productivo, algo que he traído a estas páginas repetidamente, potenciando la demanda privada y rebajando la actividad exportadora. Pues es ahí precisamente, en el cambio del modelo, donde el FMI se basa para no rebajar las previsiones de crecimiento. Los economistas del Fondo destacan en su informe el nuevo soporte que da la demanda privada del país asiático. Bien haría Alemania y Japón en tomar nota de los pasos emprendido por China; quizá así dependerían más de ellos que del resto del mundo y sus ciclos.
Al hablar de los emergentes convendría no olvidar a India, dado que China ya merece un capítulo aparte por su peso específico. Poco se habla de este país aquí, sin embargo su ritmo de crecimiento de 7,3 en este año y del 7,8 para el próximo es como para comenzar a tenerlo presente. Pero India es quizá la única nota positiva entre los emergentes; para el resto, especialmente los del bloque iberoamericano, es desolador. Hablar de lo que allí está ocurriendo daría para muchos artículos, pero quizá el mayor problema y más importante es Brasil, nada menos que la sexta economía mundial.
La crisis de Brasil es un manual de cómo dilapidar lo hecho en años. Brasil se enfrenta a un problema económico importante y que se complica a la enésima potencia por la corrupción. Las noticias de aquel país nos muestran un proceso de corrupción generalizado en el que se han movido cantidades mareantes de dinero. Cómo será que el anteriormente venerado presidente Lula empieza ya a cuestionarse. Los intentos que en diferentes fechas se hicieron para dotar de un tejido industrial a Brasil han sido pulverizados. Brasil depende hoy de su agricultura y explotación de las materias primas. Espoleado por la burbuja del precio de la materia prima la alegría llegó al país, el endeudamiento privado se desbocó y hoy el panorama es muy, muy complicado. En contra de lo que muchos piensan, soy de los que creo que Brasil va a generar muchos titulares negativos durante el próximo año, precisamente el de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.