
La única ventaja que va a traer la aparición de los nuevos partidos, Ciudadanos y Podemos, se va a producir en Cataluña, y no sólo porque les quitará votos allí, en Cataluña, a los separatistas sino -y sobre todo- porque a CiU se le va a acabar el chollo de ser la charnela, es decir, el de aprovecharse mediante un cambalache consistente en asegurar la gobernabilidad en Madrit a cambio de dinero y otras concesiones dolosas (leyes catalanas anti-constitucionales que no se recurrieron al TC, permisividad ante los permanentes ataques a los castellanohablantes, etc.).
¿Y en el resto de España, qué van a cambiar los emergentes? Me temo que sólo nos traerán una profunda confusión romana, es decir, un nuevo sistema político sin mayorías absolutas y lleno de inestabilidad, además de confusos y profusos pactos post-electorales. En resumen, lo que ya anunció Felipe González: "Nos espera un sistema italiano, pero sin italianos". Nos lo dejó escrito Luciano Rincón: "Toda mejora empeora".
Los emergentes no se mojan
¿O es que el sistema pluripartidista italiano es preferible al bipartidismo británico, sueco, danés o austriaco? Desde luego que no. Lo estamos viendo en Andalucía. Los emergentes no quieren mojarse, para preservar su inocencia de cara a las generales, y lo mismo harán a partir del 24 de mayo en las 13 Comunidades y en los Ayuntamientos. Leo a Javier Casqueiro en El País: [...] "los estrategas de Ciudadanos quieren defender con firmeza su idea de gobernar solo allí donde ganen sus candidatos, sin coaliciones". La meta es llegar sin hipotecas a las generales y conseguir que no surjan barones territoriales que distorsionen el discurso único del núcleo duro de Rivera. Y algo parecido quieren los de Podemos.
La estabilidad y gobernabilidad institucional les importan un bledo. Sólo les mueven intereses en torno a su propio futuro electoral y, mientras, los de Podemos siguen "madurando" y han creado tal cristo en la izquierda que a ésta no la va a conocer ni la madre que la parió.