
Los combates han vuelto a estallar en Ucrania, los egipcios envían soldados a Libia mientras otro país norteafricano se hunde en el caos y los militantes del Estado Islámico amplían su influencia en la región. Cualquiera pensaría que Barack Obama tiene problemas de política exterior más importantes de los que preocuparse que un pequeño estado de diez millones de habitantes al este del Mediterráneo.
Aun así, Grecia podría estar a punto de pasar de ser un problema europeo a otro americano. Con el desarrollo de la confrontación entre el gobierno radical de Syriza elegido hace un mes y la Unión Europea, cada vez está más claro que a ambos lados podría interesarles mucho el fracaso de las negociaciones. El Fondo Monetario Internacional parece haber abdicado toda responsabilidad de deshacer el agravio.
EEUU necesita una Grecia estable
Sin embargo, a Estados Unidos, con el Reino Unido tal vez en un papel subsidiario, le interesa en la misma medida que Grecia sea estable. A la hora de la verdad, a EEUU no le quedará más remedio que rescatar a Grecia, tal vez mediante préstamos de urgencia, apuntalando a los bancos y, si hace falta, ayudando a instaurar una moneda nueva.
La negociación entre Grecia y los ministros de economía de la eurozona se sumió en el caos. El gobierno de Syriza, dirigido por el joven y carismático primer ministro Alexis Tsipras, se ha comprometido a acabar con el régimen de austeridad impuesto a Atenas por la UE y el FMI, y se niega a pedir prestado más dinero con las condiciones del acuerdo del rescate.
El resto de la UE, liderada por Alemania, se mantiene firme. Puede que acepten realizar concesiones menores, como recalificar los préstamos o ampliar el vencimiento, pero no están dispuestos a comprometerse en el asunto esencial: que Grecia debe ceñirse al plan de austeridad y ejercer un control férreo del gasto público.
La eurozona se mantiene firme
Todavía pueden llegar a un acuerdo. Después de todo, Grecia solo representa un porcentaje pequeño de la economía de la eurozona en total. Sus deudas, apenas llegan a los 315.000 millones de euros, una minucia en el contexto de un bloque económico con un PIB de 9,5 billones de euros. Lo preocupante es que a ambas partes les interesa cada vez más que fracasen las negociaciones.
Mirémoslo desde la perspectiva de Alemania y los demás estados centrales de la eurozona. Si ceden ante Syriza no harán más que animar a otros partidos radicales antiausteridad de España, Italia y otros sitios. Cualquier país miembro podrá elegir a un gobierno de izquierdas, subir el gasto público e insistir en que el resto de la zona asuma los gastos. La eurozona pasaría de ser una unión monetaria someramente disfuncional a otra completamente inviable y eso no es exactamente una mejora. Peor aún, los políticos que cedan ante Syriza podrían desaparecer en su próxima convocatoria en las urnas. De ahí el poderoso incentivo de permanecer firmes.
¿Cuál será el próximo paso de Tsipras?
Ahora veámoslo desde el punto de vista de Tsipras. Si llega a un compromiso y empieza a desmontar sus promesas electorales, que incluyen un salario mínimo más alto y contratar a más funcionarios, ¿qué será lo siguiente? La economía griega seguirá hundiéndose y él perderá el poder enseguida.
Si, por el contrario, se mantiene en sus trece, Grecia podría ser expulsada del euro y, si Tsipras lo hace bien, podría afianzar su control del poder. Recordemos que Syriza es un partido con raíces en la política leninista de extrema izquierda: no le teme necesariamente al cambio disruptivo y no siempre va a jugar según las reglas del club de los partidos socialdemócratas al uso.
¿Y si Grecia sale del euro?
Por eso, la salida griega no es más que una posibilidad pero puede ocurrir. Y, si sucede, Estados Unidos tendrá que intervenir por las siguientes razones.
Las secuelas inmediatas del abandono repentino del euro serían caóticas. Grecia se hundiría, con muy poco efectivo para pagar las importaciones de petróleo y medicinas. Quedaría bajo el control de un gobierno radical e inexperto y, aunque sus pronósticos a medio plazo pueden ser buenos, a corto plazo el panorama será aciago.
Sería de esperar que la UE interviniera con ayuda económica y técnica, pero con Grecia será distinto. Será importante para los demás países de la eurozona no sólo que Grecia se hunda, sino que se la vea hundirse hasta el fondo. Lo peor que puede pasar es que Grecia prospere fuera de la moneda única. Por esa razón, el resto de Europa se sentará con los brazos cruzados mientras se hunde.
También sería lógico que el FMI actuara: después de todo, rescatar a países quebrados es su trabajo. Lo ha hecho con Argentina, Tailandia y muchos países más pero su directora gerente, Christine Lagarde, ha demostrado que le interesa más el apoyo a lo que quiera la UE que mantener la estabilidad financiera global. Si la UE quiere que Grecia se hunda, el FMI podría estar de acuerdo.
¿Quién queda para ayudar a Grecia?
Grecia puede pedir ayuda a Rusia y los chinos podrían querer aumentar su influencia en la región pero en realidad solo hay un país con los recursos financieros y la experiencia técnica necesaria para ayudar a otro en pleno colapso económico: Estados Unidos.
Este país no quiere que Grecia quiebre porque ya hay muchos países en esa situación al otro lado del Mediterráneo. Tampoco le importa que el euro triunfe como moneda. Es más, como rival histórico del dólar, tal vez prefiera que no lo haga. Lo más probable es que nadie en Tennessee o en Idaho quiera rescatar a los griegos pero si el entuerto no se arregla pronto, llegado el verano podría ser lo que ocurra.