El Banco Popular de China (PBOC, central) ha reducido los tipos de interés oficiales por primera vez en más de dos años, recortando el tipo de préstamo a un año en 0,4 puntos porcentuales, hasta el 5,6%, y el tipo de depósito a un año en 0,25 puntos porcentuales, hasta el 2,75%.
El margen de interés neto -la diferencia entre lo que los bancos pagan por los depósitos y lo que cobran por los préstamos- se ha estrechado por tanto en 0,15 puntos porcentuales, hasta el 2,85%. La decisión, tomada después de que intentos más modestos de flexibilización monetaria no lograran incrementar el crédito bancario y los préstamos al sector privado, refleja un enfoque renovado en el impulso del crecimiento económico.
El movimiento del PBOC resalta también la reducción de las presiones inflacionarias. El índice de precios a la producción de China lleva 32 meses cayendo, reflejando el excedente de capacidad y la débil demanda externa, mientras que el índice de precios al consumo ha caído desde el 3,2% hasta el 1,6% durante los últimos 12 meses. Es más, el índice de precios de la vivienda correspondiente a 70 grandes ciudades chinas ha bajado desde el 9,6% de enero al -2,6% del mes pasado. Con el precio del petróleo y de las materias primas también en bajada, los riesgos de deflación y de ralentización del crecimiento superan con creces a la amenaza de inflación.
Los legisladores y los reguladores financieros están buscando últimamente cómo reducir los costes de financiación de las empresas, que han estado acumulando deuda de riesgo en los últimos años, debido a que el insuficiente acceso a los créditos oficiales les ha empujado al sistema bancario en la sombra. En este sentido, el recorte de tipos de interés les proporciona un bienvenido alivio.
Pero afrontar la deuda de riesgo en China -donde la financiación social (una medida a grandes rasgos del crédito, que abarca el préstamo y los fondos propios de la banca oficial y la banca en la sombra) creció desde el 130% del PIB hasta el 207% a principios de este año- está lejos de ser sencillo. De hecho, la estructura y las políticas macroeconómicas de China complican la cuestión considerablemente.
El primer problema es la fragmentación y distorsión del precio del capital. En la situación actual, hay considerables disparidades entre el tipo de depósito a plazo fijo de un año (3%); el tipo de préstamo oficial (6-8%) reservado para empresas estatales (SOEs, por sus siglas en inglés, o EPEs), grandes corporaciones, e hipotecas; y el tipo de préstamo del mercado (10-20%) pagado por los negocios privados y los proyectos de gobiernos locales que dependen de la banca en la sombra.
Esta segmentación del mercado de crédito significa que la política monetaria funciona de forma muy diferente en China respecto a las economías avanzadas. En particular, el sector privado -especialmente las empresas pequeñas y medianas (pymes), que muchas de las veces son empujadas al sector bancario en la sombra- se beneficiaría más de la relajación del crédito que de un recorte de los tipos de interés oficiales.
La segunda complicación se deriva del desequilibrio estructural entre el sector bancario (o el mercado de deuda) y el mercado bursátil. En 2008-2013, la financiación de capital total en los mercados bursátiles domésticos supuso sólo el 3% de la financiación social total, la mayor parte de la cual se destinó a SOEs/EPEs y a grandes corporaciones.
De hecho, los temores de que nuevas emisiones de acciones hundirían las cotizaciones bursátiles fueron tan fuertes que los reguladores cerraron el mercado a ofertas públicas iniciales durante más de un año, empezando en 2012. Debido a que el sector de gestión de activos no bancarios sigue siendo pequeño en relación al sector bancario, hay escasos fondos disponibles, pese al elevado ahorro interno, para inyectar capital que capacite a los prestatarios corporativos, especialmente las pymes, para desapalancarse.
El tercer problema concierne al modelo de crecimiento de China. La mengua de la demanda externa ha debilitado la capacidad del viejo modelo de crecimiento de China, basado en manufacturas y exportaciones, para mantener tasas de crecimiento extremadamente altas. Pero el desplazamiento actual hacia un crecimiento basado en los servicios -y el consumo- está impulsando la demanda de liquidez, al tiempo que la destrucción creativa que lo acompaña está generando una incertidumbre considerable.
En otras palabras, la profundización financiera de China no es simplemente una cuestión de abordar la represión financiera. De cara a capacitar al sector corporativo para que administre la transición a una economía moderna basada en el conocimiento, China debe también reequilibrar el sistema financiero llevando a cabo un desplazamiento desde la financiación bancaria y a corto plazo hacia las acciones y los bonos a largo plazo.
China está preparada para comenzar su reequilibrio. Con los tipos de préstamo de la banca en la sombra llegando hasta el 20% anual, los tipos de interés en el mercado de crédito privado están ya liberalizados, y muchas pymes son capaces de afrontarlos.
Además, pese a que el ratio precio/beneficios de los principales mercados bursátiles de China sigue bajo en relación a las economías avanzadas, los ratios de los mercados de Shenzen SME y ChiNext, compuestos de las más pequeñas y nuevas compañías, superan 30 y 50, respectivamente. Claramente, los inversores minoristas de China tienen apetito por el riesgo de participar en pymes.
Es hora de que los líderes de China fomenten un cambio estructural, canalizando el ahorro doméstico hacia proyectos a largo plazo con grandes beneficios sociales. Esto debería ocurrir, sobre todo y ante todo, a través de fondos de seguros y de pensiones, que en China ascienden a menos del 3% del sistema bancario, en comparación con más del 60% en las economías avanzadas.
Mientras, el aumento del capital promovería el desapalancamiento del sector corporativo, ayudando a proteger al sistema financiero de shocks y proporcionando mayores beneficios reales a los ahorradores. Actualmente, China tiene solo 2.500 compañías cotizando internamente, en comparación con las más de 5.000 de Estados Unidos y las 8.000 de India.
Al mismo tiempo, las empresas incompetentes, despilfarradoras e ineficientes -especialmente aquellas que generan grandes niveles de polución, agotan los recursos naturales, y crean excedente de capacidad- deberían ser animadas a abandonar el mercado, para que empresas innovadoras y modernas ocuparan su lugar. Como demuestran Alibaba, Tencent y otros gigantes tecnológicos en crecimiento demuestran, China se está moviendo rápidamente hacia el comercio electrónico y las finanzas electrónicas. Pero estas compañías cotizan fuera de China y no son accesibles para los inversores domésticos.
Si el sector real no puede proporcionar grandes beneficios a los inversores, no hay creación de valor. Ante esto, los líderes de China deberían centrarse no solo en canalizar la financiación hacia industrias innovadoras; también deben redoblar sus esfuerzos por eliminar el excedente de capacidad y la actividad energéticamente ineficiente en el sector estatal. Y deben iniciar un proceso similar para eliminar prestatarios ineficientes del sistema bancario (y del bancario en la sombra)
La profundización financiera es un proceso del mercado. Pero debe estar respaldado por un marco político y regulatorio que fomente la asunción de riesgos y la innovación.
Andrew Sheng es miembro Distinguido del Instituto Fung Global y miembro del Consejo Asesor del UNEP sobre Economía Sostenible. Xiao Geng es director de Investigación en el Instituto Fung Global.