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Lo perfecto es enemigo de lo bueno: la hoja de ruta europea

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Imaginen una Europa perfecta: políticos con vocación de liderazgo ponen en marcha valientes reformas que nos permiten competir con EEUU y los países emergentes. Y, viniéndose arriba, deciden imitar a Margaret Thatcher en el Reino Unido y premian el esfuerzo personal, la excelencia profesional, o ambas cosas, y bajan los impuestos también a los tramos medios y altos del IRPF, pues, si alguien está en esos tramos y no ha sido porque ha heredado, será porque se lo ha currado ¿no? Y como tanto ellos como las clases medias tendrían más dinero en el bolsillo, con una parte reducirían sus deudas y con otra animarían el consumo interno.

En una Europa perfecta, el Banco Central Europeo (BCE), cuyo mandato constitucional es mantener la estabilidad de precios, se percata de que el IPC de la eurozona cada día se acerca más a cero (hipotermia) y que eso no es bueno, y se lanza a un estímulo monetario valiente como el que realizó la Reserva Federal de Estados Unidos hace cuatro años y, combinada esa valentía con la de los políticos, nos sacan del estancamiento y el riesgo deflacionista.

Las palabras de Draghi

¿Suena bien verdad? Sería perfecto pero no deja de ser un sueño. Ahora bien: tampoco es una quimera. Y ayer el BCE lo demostró con su nueva actitud. Y, si no, analicemos esta frase de Draghi: "El Consejo de Gobierno es unánime en su compromiso de utilizar medidas no convencionales adicionales dentro de su mandato".

Decisión "unánime". ¡Eso, señores, incluye al Bundesbank! Draghi tiene ahora todo el apoyo para lanzar "medidas no convencionales", o sea, a sacar el bazooka en cuanto lo considere apropiado. Pero no acaba ahí la cosa. El Consejo está "unánimemente" dispuesto a poner un billón de euros sobre la mesa. No ha dado la cifra, pero ha dicho que "no tendrían inconveniente en que el balance del BCE llegara a los niveles que alcanzó en Marzo de 2012".

¡En plena crisis del euro! En otras palabras consideran - ya era hora - que la situación es lo suficientemente grave como para inyectar un billón de euros. Un estímulo muy fuerte, porque esta vez no iría a proteger a los bancos -que han devuelto la mayoría de aquel dinero, por cierto-, sino a medidas que ayudan a refinanciar los costes financieros de las empresas -como cambiar créditos caros por créditos baratos, tipo dinero al 0,15% a devolver en cuatro años -, básico para la cuenta de resultados, o medidas destinadas a descargar la mochila de créditos dudosos de los bancos, lo que facilitará su labor de dar crédito a la economía real. Y muy importante: si hablamos de esa cifra, queda abierta la puerta a comprar masivamente bonos de empresas y, eventualmente, deuda pública (el famoso QE). Esto no lo ha dicho, pero es fácil deducirlo.

Sus consecuencias inmediatas

Las consecuencias han sido inmediatas: caída del euro, lo que supone acumular, desde que Draghi inició su cruzada un descenso del 9,5% frente al dólar, la mayor caída anual desde al año 2005. Y eso es bueno para las empresas europeas que exportan toda o parte de su producción. No es perfecto, porque el grueso del comercio europeo es intracomunitario y no le afecta el tipo de cambio - se compra y se vende en euros-, pero obviamente ayuda en ese 30% que de media exporta Europa fuera de sus fronteras. Y la caída del euro irá a más, así que, además, quien fue bien asesorado y compró dólares, va a seguir ganando dinero con esa inversión.

Durante el discurso también cayó el tipo de interés del bono español a diez años, lo que significa que nos sale más barato lo que pagamos por el dinero que le prestan al país, que no es poco. Y subieron las bolsas, porque ahora las bolsas europeas tienen una confirmación clara de que la nueva actitud "unánime" del BCE está para quedarse.

Ayer dieron un importante paso hacia delante. Ciertamente de nada sirve si los gobiernos no responden con reformas económicas que hagan de la eurozona una economía más dinámica y competitiva en la que además se elimine burocracia y se premie el esfuerzo. Pero sería injusto decir que los gobiernos no han hecho nada. Suspenden en la reforma más importante: que el dinero pase de los michelines del Estado a los bolsillos de los ciudadanos, lo que, con el apoyo del BCE, sería la guinda que reanimaría nuestra decrépita demanda interna. Pero yo creo que si Draghi ha dado este paso es porque espera respuestas, Y si las hay, entonces podremos decir que, al menos, estamos en el buen camino. No es una autopista, pero tenemos una hoja de ruta.

Víctor Alvargonzález, director de inversiones de Tressis SV. @AlvargonzalezV

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