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La frontera energética de Ucrania

Ucrania, Krajina en eslavo, significa territorio de frontera, y esta condición subraya la naturaleza histórica, cultural, política y económica de esta nación, que un día pertenecería por largo tiempo al Imperio Ruso y, naturalmente más tarde, a la Unión Soviética.

La actual crisis ruso-ucraniana merece, sin duda, muchas valoraciones. Pero en ese contexto, la vertiente energética del conflicto, debe merecer una ponderación singularizada, en un mundo crecientemente interdependiente en recursos, opciones de acceso, mercados, y también necesidades, tanto de seguridad de la demanda energética, como de la oferta.

El elemento central de Ucrania en el orden energético es el ser un país de tránsito decisivo en el puente entre los recursos rusos de hidrocarburos, y las necesidades de demanda y consumo de muchos países de la UE. A mediados de los ochenta del pasado siglo, sin embargo, Ucrania fue también desgraciadamente protagonista energético por la terrible catástrofe de Chernóbil en la central memorial Vladímir Ilich Lenin, situada a dieciséis kilómetros de la frontera entre Ucrania y Bielorrusia, y a 110 kilómetros al norte de Kiev.

En 2010 en Lisboa, el Comité Estados Unidos-Unión Europea sobre Energía destacó la potenciación del denominado Corredor del Sur; el seguimiento del Acuerdo entre Turquía y Azerbaiyán en el marco del Consorcio Shah Deniz II y alentó las reformas energéticas en Ucrania, tanto en la estructura de su mercado como en su marco regulatorio, donde se afirmaba avanzar una nueva legislación en materia de gas, que permitiera definir los términos de un Protocolo de acceso de este país a la denominada Comunidad de la Energía. Más recientemente los gobernantes ucranianos navegaban entre dos difíciles polos, la Unión Aduanera euroasiática promovida por Rusia o el mayor acercamiento a la UE, ultimando un Acuerdo de Asociación, bilateral, de gran importancia.

El diseño del denominado Cuarto Corredor, un conjunto de oleoductos y gasoductos, definen, desde la etapa de Bill Clinton, las rutas de tránsito energético en Eurasia, un espacio aún políticamente difuso, pero que pudiera comprender casi una cincuentena de países: Europa más Rusia -proveedor central para la UE, y muchos de los antiguos Estados de la Ex Unión Soviética, además de Turquía. En términos energéticos, el ejercicio comprende desde los yacimientos de Siberia y Asia Central hasta los terminales energéticos de Turquía y los países del sureste occidental, tratando de atenuar el peso extraordinario de los suministros rusos sobre la UE.

Rusia es el segundo país productor mundial de gas, después de Estados Unidos, el quinto de energía nuclear, el sexto de carbón, y el décimo de petróleo. Y Gazprom es una de las principales empresas del mundo, suministra la cuarta parte del gas que se consume en Europa y posee casi el 20% de las reservas mundiales conocidas, aportando más del 50% de suministro de gas en Hungría, Austria y Grecia, y el 100 por ciento en Finlandia, entre otros países europeos y, muy destacadamente, Alemania, donde alcanza casi una cuarta parte de la demanda. Y afronta, también, retos en el interior de Rusia y en su versatilidad y creciente competencia exterior.

La revolución del shale gas en los Estados Unidos ha incorporado a esta dimensión geopolítica otra e inesperada carta energética, de notable relieve. El shale gas representa el 56 por ciento de la producción del gas natural norteamericano y cubre el 85% de su demanda doméstica, algo impensable hace muy pocos años. Ello ha permitido a la economía norteamericana afirmar de nuevo su independencia energética, desplazar producción de carbón a la UE, desafiar la competitividad energética en occidente con espectaculares caídas de precio, y reducir en el país la cuota de emisiones CO2 en un 12% entre 2007 y 2012, a pesar de los riesgos ambientales. Por primera vez, la cuenca atlántica suma más recursos energéticos, desde hidrocarburos a renovables, que el Heartland euroasiático, con todo lo que ello significa en la geopolítica de la energía global.

Confiemos en que las conversaciones de París faciliten la reconducción de la amenaza que hay sobre Crimea y la UE sepa actuar en esta encrucijada política, militar y, desde luego, energética, completando nuestro mercado interior (empezando por el cierre de nuestras infraestructuras energéticas) y fortaleciendo, también, nuestras capacidades de negociación con el exterior, coordinando una posición energética que atienda los intereses de conjunto de la UE.

Vicente López-Ibor Mayor , presidente de Estudio Jurídico Internacional. Exconsejero de la Comisión Nacional de la Energía.

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