
Constituye un lugar común, un tópico devaluado, el clásico latiguillo utilizado por el lenguaje oficial cuando plantea como una de las condiciones para el crecimiento económico, la necesidad de crear un clima de confianza. La experiencia de tantos años ha venido a demostrar que la confianza demandada no era otra cosa que la pérdida de derechos sociales, el allanamiento del Derecho Laboral, el incumplimiento del texto constitucional y el olvido de otros textos europeos aprobados por los Consejos Europeos.
Es obvio que el desarrollo normalizado de la sociedad necesita del clima de seguridad, de consenso y de acuerdo a las normas establecidas por el Derecho emanado de la voluntad democrática. Consecuentemente con esa obviedad, la seguridad, sobre todo la jurídica, es el mejor marco de relaciones incluso en el sistema mal llamado de mercado.
Se trata de que los actores del proceso económico sientan y comprueben los límites legales de su actuación. Por eso en el ámbito del llamado Imperio de la Ley es donde se deben residenciar los hechos y procesos económicos. Lo que ocurre es que el Imperio de la Ley no solo lo constituye el conjunto de normas, reglamentos y legislaciones sino también el grado de ejemplaridad en el cumplimiento de éstos. Una ejemplaridad que afecta a todos pero sobre todo a quienes tienen que respaldar con su conducta la viabilidad de la ley. Es ahí donde reside la seguridad y el clima de confianza.
Y desde luego es evidente que esa atmósfera de proclividad al buen funcionamiento de las cosas ha desaparecido en España, si es que existió. La banca depredadora, los políticos venales, los empresarios estafadores, el flujo de corruptelas, favores y apaños que circula por el sistema de mecanismos funcionales del Estado es un trombo que ha infartado, no sólo a la ley sino a los capilares mismos del sistema democrático. ¿Qué quieren decir cuando reclaman confianza?
Julio Anguita, excoordinador general de IU.