
El dólar es la moneda recurrente a nivel mundial. ¿Pero hasta cuándo? ¿Causará la batalla en el Congreso estadounidense por el aumento del techo de deuda del gobierno federal daños irreparables en la condición del dólar de ser la única y auténtica moneda global? ¿Está realmente en riesgo el extraordinario privilegio que tiene el dólar de ser la principal moneda de reserva del mundo?
Es innegable que los portavoces del pesimismo por el dólar ya habían dado falsas alarmas con anterioridad. Cuando estalló la crisis de las hipotecas de alto riesgo se predijo el sufrimiento del dólar con carácter generalizado. Por el contrario, el dólar se fortaleció puesto que los inversores que buscaban un lugar seguro se abalanzaron sobre los bonos del Tesoro estadounidenses. Al cabo de un año, cuando quebró Lehman Brothers, el dólar se aprovechó una vez más del efecto refugio seguro. Los datos del Fondo Monetario Internacional confirman que estas convulsiones apenas debilitaron, si es que lo hicieron, el dominio del dólar en las tenencias de los bancos de reservas de monedas extranjeras.
De igual modo, los datos recopilados por el Banco de Pagos Internacionales demuestran que el dólar sigue dominando las transacciones de cambio de divisas a escala mundial, al igual que lo hacía en el 2007. Pero el incumplimiento de la deuda del Gobierno estadounidense provocado por la negativa al aumento del techo de deuda sería una convulsión muy distinta y con muchas y variadas repercusiones. En respuesta al escándalo de las hipotecas de alto riesgo y al desplome de Lehman, los inversores se arrimaron a los bonos del Tesoro estadounidenses ya que ofrecían seguridad y liquidez, características muy valoradas en tiempos de crisis. Estas son precisamente las características que se verían comprometidas en caso de incumplimiento.
La suposición de que los bonos del Tesoro estadounidenses son una fuente segura de ingresos sería la primera pérdida por el incumplimiento. Aunque el Tesoro decidiera pagar en primer lugar a los tenedores de bonos, llamémosles asustados autónomos o beneficiarios de la Seguridad Social, ya no se daría por sentado el hecho de que gobierno estadounidense siempre paga sus facturas.
También repercutiría gravemente en la liquidez del mercado, Fedwire, la red electrónica operada por la Reserva Federal estadounidense para la transferencia de fondos entre las instituciones financieras, no está preparada para afrontar transacciones en valores sometidos a impagos. Por tanto, Fedwire se paralizaría de inmediato. El mercado de repos, en el que se conceden préstamos a cambio de bonos del Tesoro, también se quedaría colgado.
Por su parte, los fondos de inversión que tienen prohibido por acuerdo poseer valores sometidos a impagos, se verían obligados a desprenderse de sus títulos del Tesoro en una liquidación autodestructiva. Los fondos de inversión en activos del mercado monetario, prácticamente sin excepción, "perderían el dólar" y permitirían la devaluación de sus acciones. El impacto sería muchísimo más grave que cuando un especulador del mercado monetario, el Reserve Primary Fund "perdió el dólar" en el 2008.
De hecho, se vería amenazada la totalidad del sector bancario comercial, que posee cerca de 2 billones de dólares en títulos respaldados por el gobierno. La confianza en los bancos depende de la confianza en la Sociedad General de Seguro de Depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés), la responsable de asegurar los depósitos. Pero no es en absoluto impensable la quiebra de la FDIC si el valor de los bonos del Tesoro de los bancos cayera por los suelos.
El resultado comportaría una brusca caída del dólar y unas pérdidas catastróficas para las instituciones financieras estadounidenses. Además de los costes financieros inmediatos, el dólar perdería su estatus de refugio seguro a nivel mundial.
Es difícil estimar el coste para Estados Unidos de la pérdida de posición del dólar como principal divisa internacional. Pero el 2 por ciento del PIB, o el valor del crecimiento económico de un año, no es una suposición inadmisible. Con los bancos centrales extranjeros y los inversores internacionales alejándose del dólar, el Tesoro estadounidense debería pagar más por sus préstamos, aún cuando aumentara su techo de deuda. Estados Unidos perdería también el valor asegurado de ser una divisa que automáticamente se hace más fuerte cuando algo va mal (tanto en casa como en el extranjero). La repercusión en el resto del mundo sería aún más calamitosa. Los inversores extranjeros también sufrirían graves pérdidas en sus tenencias de bonos del Tesoro estadounidenses. Asimismo, los descontentos poseedores de dólares se abalanzarían sobre otras divisas, como por ejemplo el euro, que como consecuencia de ello experimentarían una rápida revalorización. Obviamente, un euro considerablemente más fuerte es lo último que necesita una Europa moribunda. También cabe considerar el efecto adverso en España, una economía enferma que está luchando por aumentar sus exportaciones.
De igual modo, las divisas de las pequeñas economías, por ejemplo el dólar canadiense y la corona noruega, se dispararían. Incluso países emergentes como Corea del Sur, México, Brasil o el resto de economías que se encuentran ahora en plon crecimiento, experimentarían unos efectos parecidos, lo que pondría en peligro a sus sectores de exportación. No les quedaría otra alternativa que aplicar controles estrictos en el capital para limitar las compras de sus títulos por parte de entidades extranjeras. Tampoco puede desecharse la idea de que los países avanzados hicieran lo mismo, lo que significaría el fin de la globalización financiera. De hecho podría significar el final definitivo de toda la globalización financiera.
Los gobiernos sensatos no incumplen los pagos a la mínima oportunidad, sobre todo no lo hacen cuando disfrutan del "enorme privilegio" de emitir la única y auténtica moneda global. Estamos a punto de saber si Estados Unidos sigue teniendo un gobierno sensato.
Barry Eichengreen, profesor de Economía y Ciencia Políticas en la Universidad de California, Berkeley.