
El martes pasado salían las nuevas previsiones del FMI. Según este organismo el crecimiento de la economía mundial empeorará un par de décimas este año quedándose en un 3,3% positivo, al igual que lo hará la Eurozona que alcanzará un tímido 0,1% de subida. España sale muy mal parada en este nuevo análisis. La economía española, según este informe, tendrá una caída del 1,6% este año y hasta 2015 no verá la senda del crecimiento, ya que el FMI estima que 2014 será aún un año plano.
Una situación no muy positiva a efectos de creación de empleo y de déficit que, según estas previsiones, estará todavía lejos del 3% que reclama Bruselas. Con una deuda pública que seguirá ascendiendo para rozar el año próximo el 100% del PIB; y que seguirá subiendo para acercarse de forma peligrosa al 120% en 2018. Es lo que hay que pagar por mantener el Estado de bienestar y los costes del caro entramado institucional español que, en los cinco primeros años de la crisis, de 2007 a 2012, aumentó la deuda pública en unos 500.000 millones de euros. Escandalosa cifra que lastrará a las generaciones futuras. Un panorama, desde luego, poco entusiasmante, que llama a continuar los ajustes estructurales, especialmente en la zona de la competitividad y del empleo, y a mantener la presión fiscal, aunque la realidad demuestre que ajustes fiscales sin crecimiento e inversión se vuelven en contra de quien los practica.
Las previsiones del FMI se alejan desde luego de otras igualmente solventes, como pueden ser las de BBVA Research en su último informe para el segundo trimestre del año; donde, aún considerando riesgos en el horizonte, establecía la senda del crecimiento en 2014, con signos de cambio hacia zonas positivas ya este año. Un crecimiento que estaría, según estos análisis, próximo al uno por ciento del PIB en 2014. Un cambio de tendencia a mejor que se justificaba, por ejemplo, por el mejor comportamiento de la inversión en bienes de equipo o el freno al deterioro actual en el gasto de los hogares, aparte del buen comportamiento de las exportaciones, de la mejora de los flujos de inversión hacia España, o del turismo, que apunta a unos resultados excelentes en el presente ejercicio.
¿A qué se deben estas disparidades? Lo primero que habría que decir es que las previsiones se mueven en el entorno de las décimas. La caída del crecimiento mundial, según el FMI, tendrá efectos en Europa y, por tanto, en España. Por lo que puede suceder lo uno o lo otro; es decir crecer unas décimas o no crecer nada. Si bien aquí nos decantamos por la visión de BBVA Research en la convicción de que las cosas cambiarán a mejor, concluyendo que, a nuestro juicio, el FMI errará en sus previsiones. El problema, sin embargo, está en las expectativas. La economía capitalista en la que transitamos conjuga a la perfección dos parámetros de orden cualitativo. Primero, la búsqueda del enriquecimiento constante -codicia podríamos decir-. Y segundo, hacerlo con el mínimo riesgo. Por lo que los mensajes negativos son al fin y a la postre determinantes a la hora de conjugar riesgo y enriquecimiento. Los inversores, ya se sabe, tienen aversión al excesivo riesgo.
Con este escenario, cualquier inestabilidad que aumente la sensación de riesgo incrementará las dificultades. Ya que el hecho económico tiene mucho de emocional. O como decía, Ludwig von Mises, uno de los padres de la Escuela Austríaca, al referirse a la economía: "Se trata de la filosofía de la acción y de la vida humana y concierne a cualquier persona y cualquier cosa". De ahí que las debilidades estructurales no provengan sólo de lo económico, sino también de lo político y lo social. Lo que entra de lleno en el contexto de lo que se entiende como riesgo país.
Y es que el problema actual de España no está en que apareciera un cisne negro en forma de crisis económica que nadie esperaba. El problema real es que hay que hacer frente a una bandada de cisnes oscuros que van saliendo por doquier y que se van instalando en el cuerpo político y social. Pues al contrario del cisne negro en la definición de Nassim Taleb, los cisnes negros españoles no habitan fuera del reino de las expectativas normales, sino que transitan en la vida ordinaria, en un escenario donde son muchos los que tratan de forzar la caída de los dirigentes actuales en un río revuelto en el que ganando algunos todos perderemos. Una situación que se aleja del normal comportamiento del ciclo económico, con sus vaivenes esperables o aleatorios, en los que están la volatilidad de los mercados o la difícil evolución de la zona euro, en la que buenas noticias, como sería la lenta solución al caso griego, se tornan con rapidez en nuevas amenazas. Riesgos que se añaden a las propias características de nuestro cuerpo social, siempre aquejado de una enfermedad que aparece de forma cíclica rompiendo la senda del desarrollo y del bienestar cuando los particularismos se extienden por doquier haciéndose los dueños de la situación. Esperemos que esta vez se aplique el tratamiento adecuado.
Eduardo Olier, presidente del instituto Choiseul España.