El esquisto ha supuesto una revolución en el ámbito de las materias primas del sector energético norteamericano, ya que permite reducir la dependencia respecto a las reservas extranjeras y alivia la presión alcista sobre los precios.
Sin embargo, los efectos más importantes de esta revolución aún no se dejan notar, incluso en los EEUU.
El esquisto agrupa tanto al aceite de pizarra como al gas de pizarra. Para que la economía se beneficie plenamente de la reducción de precios, asociada a esta fuente energética, es necesario acometer cambios profundos de la demanda gasista, tanto en EEUU como en todos los demás países. Es necesario incrementar las oportunidades de explotar yacimientos más grandes ya que las perspectivas del sector del gas contemplan el fortalecimiento de la demanda en proporción al suministro. La revolución del esquisto requiere la construcción de infraestructuras y un mayor uso, sobre todo, por parte de las industrias energéticas y de transporte para que la reducción de precios se transmita a toda la economía estadounidense.
El gas natural acapara cerca del 30% del abastecimiento de energía primaria en EEUU, menos que los Países Bajos, Canadá y México. Los principales usos del gas son la producción energética, el sector residencial -principalmente calefacción-, la producción de bienes y el transporte. En los últimos cinco años, el consumo de gas se ha incrementado un 12% gracias, sobre todo, a los servicios públicos y la industria química, pero aún tiene que crecer más para aprovechar al máximo la revolución del esquisto.
El siguiente impulso tiene que venir del sector del transporte, que supone un 28% del total de la energía consumida en EEUU Pero la situación tiene algo del dilema del huevo y la gallina: las empresas de transporte quieren contar con estaciones de servicio antes de afrontar grandes inversiones en nuevos camiones o cambio de motores. Sin embargo, las petroleras no invertirán en estas infraestructuras a menos que perciban evidencias de que la demanda está creciendo.
La revolución del esquisto no depende sólo de las técnicas de extracción del aceite y el gas de pizarra del subsuelo. También tiene que ver con ajustar nuestro consumo a las nuevas fuentes.
Desmontar obstáculos
Todo lo anterior es válido para el resto del mundo. Existen grandes reservas de gas y aceite de pizarra fuera de EEUU, pero sus progresos serán limitados en el medio plazo a la hora de extraer estos recursos y ponerlos en uso.
En primer lugar, hay muchos obstáculos y de variado calibre en Europa, Asia y Sudamérica. En algunos países se trata de los derechos de propiedad o del agua, mientras que en otros es el medio ambiente, la geología o los costes de infraestructuras secundarias necesarias en el proceso. Una vez que estos obstáculos hayan sido desmontados, el gas tiene que convertirse en una fuente energética más extendida a escala mundial. La red gasista tiene que hacerse más densa, mientras que las infraestructuras industriales y energéticas necesitan adaptarse. Asimismo, es necesario implementar nuevas formas de aprovechamiento del gas.
Para evaluar posibles desarrollos de alcance mundial es importante sopesar los imperativos estratégicos de cada país con su respectiva lógica económica. En un país como China, la seguridad del suministro energético y los requisitos para el crecimiento futuro están muy arriba en su agenda. Si el PIB chino crece al 7,5% anual durante la próxima década, sus necesidades energéticas será sustanciales, por decirlo de una forma suave. China arrastra actualmente un déficit en el comercio energético en torno al 10%, con un déficit de petróleo cercano al 50% y de un 22% de gas natural. Con unas importaciones netas de petróleo casi iguales a las de EEUU, pero moviéndose en dirección opuesta, China tiene necesidad evidente de desarrollar fuentes de energía alternativas.
Para China, como para EEUU, reducir la incertidumbre energética es un factor importante en las decisiones políticas. Explotar los recursos propios está en parte dirigido a alcanzar el crecimiento económico, pero también permitirá eludir los costes y riesgos de la dependencia energética. Esta es la razón por la que China lanzó el año pasado su primer plan quinquenal para impulsar el gas de pizarra, con objetivos de producción hasta 2020.
Existen muchos obstáculos que sortear antes de que la extracción del esquisto se convierta en un fenómeno global. Por el momento, EEUU tiene un liderazgo indiscutible en el mercado global. El resto del mundo puede verse en la necesidad de importar o comprar las soluciones desarrolladas en este país, cuyas petroleras poseen ya know-how que es difícil de emular. Esta es una oportunidad auténtica que los EEUU está aprovechando cada vez más.
Hugo Scott-Gall, Responsable de análisis de GS Sustain, Goldman Sachs
Artículo de opinión incluido en la edición de junio de la revista Energía. Suscríbase gratis.