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Colaboración público-privada

Uno de los aspectos fundamentales de la sanidad es su coste, las crecientes demandas por parte de la sociedad se enfrentan a escenarios macroeconómicos de reducción incesante del gasto público. El control del gasto en sanidad se convierte en pieza esencial para conseguir mantener unas cuentas equilibradas; sin embargo, las presiones sobre el gasto son cada vez mayores. Por este motivo el aumento del gasto sanitario, los problemas de financiación del sistema, la insuficiencia de la oferta en relación a una demanda potencialmente ilimitada, la calidad de la atención, el propio modelo de sistema y el peso del Estado y del mercado en el mismo son aspectos presentes en la opinión pública que condicionan constantemente las decisiones de políticos y gestores.

En España, desde el año 1960 hemos asistido a un incremento del porcentaje del gasto sanitario total sobre el PIB del 1,5% a casi el 10%, y los motivos para esta evolución han sido básicamente: el incremento poblacional y su envejecimiento; la extensión de la cobertura de los servicios; la mayor preferencia del bien salud en relación al resto de bienes individuales; un incremento de los precios relativos a servicios y productos; el uso intensivo de nuevas tecnologías más costosas, y nuevas enfermedades y cambios en el patrón de morbilidad existente.

Los diferentes análisis sobre la explicación de los factores determinantes en el crecimiento de dicho gasto en España señalan que el incremento de la cobertura y la inflación general son los causantes del repunte en el periodo 1981-1990, mientras que la prestación real media a partir de los noventa es el factor de mayor importancia sobre la tasa de variación del gasto sanitario. Finalmente, en el año 2002 se produjo la descentralización de un sistema que ya era difícilmente sostenible en 17 sistemas sanitarios, lo que sin duda alguna permitió enriquecer la oferta sanitaria en muchas comunidades, pero incrementó la preocupación por la financiación, dado que las consideraciones sobre la eficiencia pasaron a un segundo plano.

Hoy en día, si descomponemos el gasto sanitario entre público y privado, encontramos que el gasto sanitario público representa cerca del 7 por ciento, mientras que el gasto privado suma ya el 2,5 por ciento del PIB restante con una tendencia de crecimiento clara; es decir, el sector de la sanidad privada supone aproximadamente el 28 por ciento del gasto sanitario total y sin duda adquirirá en el futuro próximo cotas mayores de participación. Una cifra que refleja la enorme aportación de valor y satisfacción que este segmento genera en términos de riqueza, bienestar para nuestra sociedad y empleo no sólo dentro del propio SNS sino para el conjunto de nuestra sociedad.

El sector privado de la sanidad en cuanto a la cobertura de riesgos sanitarios, en la actualidad, cumple tareas de tipo complementario para aquello no cubierto por la Administración Pública; de tipo suplementario, a través de la doble cobertura que proporciona el seguro sanitario y de tipo sustitutivo en relación con la actividad sanitaria pública a través de los modelos de colaboración del mutualismo administrativo (MUFACE, ISFAS y MUGEJU). Todo ello ofertado desde un punto de vista de catálogo de prestaciones en su máxima extensión, que incluye la complejidad y las tecnologías más vanguardistas, y con unas ratios de eficiencia muy superiores a los derivados de la gestión pública. Resumiendo, con una propuesta que hace posible actuar con los mejores resultados de salud per cápita, que supone casi un tercio de los costes incurridos por la sanidad pública por término medio.

Este entorno de eficiencia, resultados, innovación, formación y complejidad hace indispensable que, si queremos aspirar a mantener una parte al menos de la prestación social, dentro de la nueva estrategia promovida desde el Gobierno se tenga muy en cuenta no sólo una necesaria transformación en los modelos de gestión pública tradicional, que pasa por algo tan elemental como la implantación de sistemas de control de gastos y un cambio en las relaciones laborales que prime y reconozca el esfuerzo y los resultados, sino también el aprovechamiento de los recursos privados evitando duplicidades en el consumo y fomentar los modelos de colaboración actuales u otros más imaginativos asistenciales y de gestión que puedan venir.

Juan Abarca, Secretario general del Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad.

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