Los números de la Seguridad Social han venido siendo unas cuentas hechas en claroscuro, sin nitidez y con trampa, confundiendo y mezclando las fuentes de financiación contributiva y no contributiva, cotizaciones con impuestos. Ahora, el balance que arroja la gestión del anterior Gobierno deja en cueros al sistema, que termina el año con déficit.
Es alarmante el desfase en las cuentas públicas en términos generales, pero lo es mucho más en un asunto -las pensiones- en el que no hay margen para malabarismos financieros ni para ingenierías de artificio contable. Porque no se trata de ofrecer ninguna señal a los mercados, sino de pagar mes a mes los compromisos contraídos con casi ocho millones de pensionistas.
Menores costes laborales
La recuperación de las cuentas, salir de los números rojos de la Seguridad Social, no podrá hacerse incrementando la recaudación por cotizaciones. La contribución al sistema público de protección social es hoy en España de las más altas de toda la OCDE. Bruselas ya ha señalado que encontrar margen para reducir el alto nivel de las contribuciones sociales con el objetivo de bajar los costes laborales no salariales ayudaría a impulsar la competitividad. No cabe duda de que el coste global de la mano de obra es hoy en España uno de los factores esenciales en las decisiones de las empresas de contratar o no, así que tiene una incidencia directa sobre el desempleo.
Sin embargo, las elevadas cotizaciones no son el gran problema de la economía española o del mercado de trabajo si se compara con la influencia negativa que en este sentido están teniendo la absurda y sobredimensionada panoplia de formas de contratación o la estructura de la negociación colectiva. Pero sí son un grave problema para el sostenimiento de las cuentas de la Seguridad Social. En un país atravesado por la crisis y anémico por el despilfarro en el que la tasa de afiliación no para de bajar y en el que el paro arroja cada vez más trabajadores fuera del circuito contributivo, será preciso remediar el perverso efecto combinado de la simultánea pérdida de cotizantes con el aumento de perceptores de prestaciones, especialmente de subsidios de desempleo. Un punto menos de cotización son 3.500 millones de euros menos de ingresos. Pero son también 3.500 millones más en el mercado, en manos de las empresas y de los trabajadores, en el tráfico mercantil, en la actividad económica, la que genera riqueza y empleo.
Si las cotizaciones suben, las contrataciones bajarán
Se tiende a considerar que el aumento de las cargas contributivas, los impuestos o las cotizaciones genera más ingresos al Estado. Eso es cierto en un mundo estático donde unas variables no afecten a otras, pero no es siempre cierto en el mundo real donde las personas pueden modificar su comportamiento según cambie la legislación. Y si las cotizaciones suben, las contrataciones bajarán todavía más y los ingresos por cotizaciones también. Por tanto, el déficit de la Seguridad Social deberá ser corregido, precisamente, disminuyendo el peso de las cotizaciones sociales y mediante el estímulo de la contratación y, una vez más, la reforma laboral será, también en este punto, la oportunidad para poner a salvo el sistema de protección social.
Juan Carlos Arce, Profesor del Derecho del Trabajo y Seguridad Social. Universidad Autónoma de Madrid.