
Iba a ser el mejor exponente de una nueva generación de plantas nucleares: pequeña, segura y potente. De momento, la central de Olkiluoto sólo sirve como ejemplo de lujo para quienes señalan que esta fuente de energía ya ha quedado obsoleta, y es un despilfarro incluso si no se tiene en cuenta lo que cuesta almacenar sus residuos.
El lunes el consorcio encargado de su construcción, formado por la francesa Areva y la alemana Siemens confirmó que la obra no estará lista para prestar servicio hasta -como pronto- 2.018. Eso supone nada menos que 13 años desde que comenzaron los trabajos para la construcción, y nueve más de lo estimado inicialmente.
Los continuos retrasos han venido acompañados de una gigantesca desviación presupuestaria. Inicialmente se estimaba que por construir este moderno reactor el consorcio cobraría 3.000 millones de euros.
La propia constructora reconocía sin embargo hace menos de dos años que el coste final de poner en marcha Olkiluoto 3 (los reactores 1 y 2 fueron construidos en los años 70) podría llegar a rozar los 8.500 millones de euros.
Batalla judicial
Como efecto colateral, el consorcio francoalemán y TVO, la eléctrica finlandesa para la que construye la mega central, se han enzarzado en una batalla judicial de alcance internacional para intentar quitarse de encima la factura del fiasco.
Dentro del propio consorcio, además, Siemens ha plantado cara a Areva y quiere dejar claro que su participación en el fracasado proyecto (asciende al 27%) ya está lista y no tiene nada que ver con los disparatados costes.
Si llega a entrar en funcionamiento, Olkiluoto 3 será capaz de ofrecer una potencia nominal de 1.600 megawatios. No está claro, sin embargo, cuál será para TVO el coste unitario de producir electricidad en una instalación que ha costado más del doble de lo estimado, ni el tiempo que tardará la planta en producir suficiente electricidad como para ser rentable.