Empresas y finanzas

Cerco a las acrobacias fiscales de las multinacionales

Microsoft, Google, Amazon, Facebook, UBS, Apple y Starbucks ponen en evidencia su imagen de marca por los sofisticados mecanismos de ahorro de impuestos que emplean.

El segundo miércoles de junio de 2009, Tom Hayes tecleaba un mensaje a un broker de Tokio. Hayes, entonces con 29 años, era un trader estrella especializado en movimientos del yen japonés que trabajaba en UBS, el banco suizo de inversión. Necesitaba un favor. "BAJO 1m... BAJO 3m... ALTO 6m", eran las instrucciones de Hayes para su contacto. "6m es importante hoy colega... pff pujas falsas".

Debajo de la jerga subyacía una siniestra petición. Hayes quería que su homólogo le ayudara a manipular un tipo de interés crucial para beneficiar sus posiciones de trading -si era necesario, introduciendo información falsa en el mercado.

El broker prometió hacer un "esfuerzo especial". Más tarde le comunicó su éxito. "Colega te estás volviendo condenadamente bueno en este juego del libor", le dijo a Hayes. "Piensa en mí cuando estés en tu yate en Mónaco, ¿lo harás?"

Pese a los cerca de 260 millones de dólares (196 millones de euros) en ingresos que Hayes generó para UBS por medio de agresivas apuestas a lo largo de tres años, retirarse en la Costa Azul debe de estar ahora lejos de la mente del extrader. La semana pasada el Departamento de Justicia de EEUU le acusó de fraude por medios electrónicos y de manipulación de precios. Él y Roger Darin, de 41 años, otro exempleado de UBS, también fueron acusados de conspiración.

Hayes ha sido presuntamente el cabecilla de una campaña para amañar el tipo de interés ofertado en el mercado interbancario de Londres, el libor, un tipo de interés de referencia usado para poner precio a productos financieros valorados en unos 500 billones de dólares, incluyendo desde complejos derivados hasta tarjetas de crédito, hipotecas y préstamos de estudios. Hasta el más pequeño cambio de una centésima de un punto porcentual en el libor tenía el potencial de lucrarle con 2 millones de dólares de beneficio. Un funcionario estadounidense describió el abuso de UBS, que incluyó más de 2.000 intentos de influir en el libor denominado en yenes y en otras monedas en detrimento de otras personas durante seis años, como "de escala épica".

UBS y Barclays

UBS pagó 1.500 millones de dólares (1.134 millones de euros) a los reguladores en Estados Unidos, Gran Bretaña y Suiza. El bochorno del acuerdo se agudizó cuando los investigadores publicaron un alijo de mensajes de antiguos traders de UBS jactándose de su habilidad para "desviar" los tipos del libor, saludándose entre ellos como "superman" y "capitán caos".

El banco suizo no fue la única multinacional humillada en 2012. Este fue el año en el que se les dijo a las grandes empresas que pagaran el precio de sus faltas del pasado. Este fue el año del desquite.

El escándalo del libor sacudió a Barclays hasta la médula, y dio lugar a una multa de 354 millones de euros y al despido de Bob Diamond, su fanfarrón consejero delegado, seguido de la salida de Marcus Agius, el embaucador presidente. Se espera que el Royal Bank of Scotland (financiado con el dinero de los contribuyentes) anuncie un acuerdo por la manipulación del libor en los próximos meses.

Los bancos comerciales reservan más de 13.448 millones de euros en indemnizaciones para consumidores a quienes se vendieron indebidamente seguros de protección de pagos, y se enfrentan a una serie de reclamaciones de clientes corporativos sobre venta indebida de contratos swap sobre tipos de interés.

Glaxo Smith Kline, el gigante farmacéutico, confesó que atiborraba a médicos en EEUU con tratamientos gratis en spas, con viajes de esquí y con expediciones de caza de faisanes para animarles a recetar antidepresivos.

Starbucks se arrepiente

Asimismo, investigaciones de The Sunday Times mostraron cómo multinacionales como Apple, Facebook y Microsoft ocultan 1,7 billones de dólares en filiales extranjeras, lejos del alcance del fisco. Starbucks se avergonzó de tal modo que hizo una oferta de paz al Gobierno, y la evasión de impuestos provocó una serie de belicosas sesiones en la Cámara de los Comunes.

Y la ira tradicional de los inversores respecto a la avaricia y la mediocridad de los consejos de administración en Gran Bretaña llegó a su punto álgido en una serie de votaciones en rebeldía que llegaron a ser conocidas como la Primavera del Accionista. La aseguradora Aviva, la farmacéutica Astra Zeneca, y la editora de periódicos Trinity Mirror fueron obligadas a cambiar de jefes cuando los inversores rechazaron apoyar sus planes salariales.

El apetito de venganza se vio estimulado por la débil recuperación de Gran Bretaña de la recesión tipo W. Pese a un aumento del empleo, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria ha predicho una contracción del 0,1% de la economía este año, frente al pronóstico inicial de George Osborne de un crecimiento del 0,8%.

James Clunie, director de inversión de Scottish Widows Investment Partnership (Sociedad de Inversión Viudas Escocesas), dijo: "La tarta no está creciendo mucho, así que todos los grupos de interés de cada compañía -directivos, plantilla, consumidores, reguladores e inversores- están tratando de coger un trozo más grande con más fuerza todavía. Y luego está la cuestión de la confianza. La confianza en tantas personas se ha evaporado frente a la evidencia. Si la confianza se viene abajo, el aceite de la máquina gotea y se vuelve más difícil hacer negocio."

El caso de Amazon

"Simplemente no es aceptable. De verdad que no sé por quiénes nos toma". Así empezó la humillación ritual de uno de los altos ejecutivos de Amazon en manos de Margaret Hodge, la temible parlamentaria laborista.

El escenario era la Cámara de los Comunes, donde la comisión de cuentas públicas presidida por Hodge interrogó al coloso de la venta por Internet, a Starbucks, la cadena de café, y a Google, el gigante de las búsquedas en Internet, sobre sus irrisorias facturas fiscales. Vestido con su impecable traje azul marino y sus gemelos caros, Andrew Cecil tenía toda la pinta del hábil lobbysta corporativo enviado desde Bruselas para desairar a los acusadores de Amazon.

Pero a medida que murmuraba y tartamudeaba a lo largo de la sesión el mes pasado, el director de políticas públicas para Europa de Amazon se derrumbó como un escolar pillado con la mano en la caja registradora de la tienda de chucherías. Hodge acusó a Cecil de ser "completamente evasivo" después de que éste declinara revelar el volumen de negocio en Gran Bretaña del gigante online. Agravando su oprobio, la parlamentaria exigió que Amazon enviara una "persona seria" para responder sus preguntas.

Evitando al fisco

La polémica se había ido fabricando a lo largo de 2012. Durante años, las empresas multinacionales han buscado cómo esquivar al fisco a base de mover dinero a través de complejas redes de filiales en otros países. La transferencia de precios -que consiste en que las compañías dirigen sus beneficios a jurisdicciones con fiscalidad baja, mientras que acumulan los costes en los estados con fiscalidad más alta- es tan vieja como el propio comercio transfronterizo.

Pero gracias a grupos de presión como UK Uncut y también a la campaña del periodismo, el asunto ha irrumpido en la agenda política.

Al tiempo que el Gobierno exprime el nivel de vida de la gente mediante impuestos más altos y un gasto público más bajo, el descarado intento de muchas empresas estadounidenses de evadir impuestos ha tocado la fibra sensible de las familias de a pie. Ya no basta simplemente con cumplir la letra de la ley.

Veamos el caso de Starbucks. Enfrentada a un boicot de los clientes, la cadena de café se vio obligada a dar un humillante giro de 180 grados después de que, a su vez, fuera arrastrada por el fango en la Cámara de los Comunes.

Después de haber evitado pagar todo tipo de impuestos corporativos aquí durante los últimos tres años, el gigante estadounidense prometió entregar unos 24 millones de euros al erario en 2013 y 2014 al tiempo que realizaba dos notorias, aunque legítimas, estratagemas para minimizar sus obligaciones.

Al comprar sus granos de café a través de una filial suiza y haciendo pagos de regalías a una empresa hermana holandesa, Starbucks ha conseguido dirigir todo el beneficio generado en Gran Bretaña hacia países con fiscalidad más baja.

Sin embargo, la cesión parece haber fracasado espectacularmente, en una compañía que proclama sus credenciales éticas. Al aceptar el pago de una "contribución voluntaria", Starbucks ha consolidado la impresión de que ha estado jugando con el sistema fiscal británico todo el tiempo. Y, como informó The Sunday Times, la cadena de café podría acumular una parte de los 24 millones de euros como un crédito tributario para reducir futuras facturas.

Vender Frappuccinos de vainilla no es un negocio con enormes beneficios, especialmente comparado con los inmensos ingresos generados por los gigantes de la tecnología de Estados Unidos. Apple, Google, Amazon y Facebook están evadiendo hasta 977 millones de euros al año en impuestos en Gran Bretaña, pese a que sus ventas allí suman miles de millones de libras.

La red social de Mark Zuckerberg, que afirma que tiene un propósito más elevado que el de hacer beneficios, pagó sólo 290.000 euros en impuestos en 2011, pese a que tuvo ingresos estimados en 213 millones de euros en Gran Bretaña.

Apple, Google y Facebook han recortado sus facturas fiscales colocando sus cuarteles generales europeos en Irlanda, que tiene un impuesto de sociedades mucho más bajo, mientras que Amazon realiza sus transacciones a través de Luxemburgo.

Los minoristas que esperan vender iPhones y iPads deben comprar todo el conjunto en un almacén de Apple en el Condado de Cork, con lo que los beneficios de los aparatos están salvaguardados del Tesoro. Pero Apple paga poco o nada en impuesto de sociedades en Irlanda ya que los ingresos son canalizados a través de una empresa vinculada de Irlanda, hacia las Islas Vírgenes Británicas. Haciendo esto, Apple consiguió reducir drásticamente el impuesto de sociedades sobre sus ingresos en el extranjero hasta menos del 2% durante el año pasado.

Google -cuyo eslogan corporativo es "No seas malvado" (Don't be evil)- también usa los paraísos fiscales para recortar sus facturas tributarias internacionales. Este mes Eric Schmidt, el presidente, declaró que estaba "muy orgulloso" de las estructuras fiscales que la compañía había creado. Fueron diseñadas para aprovecharse de "los incentivos que los gobiernos nos ofrecieron para operar", dijo Schmidt. Los usuarios de Google puede que sean menos entusiastas.

Los bancos mentirosos, las marcas que pagaron pocos impuestos y los jefes que se embolsaron grandes retribuciones han terminado pagando el precio.

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