
El pánico inmobiliario se desató en el mes de abril y se personificó en una compañía, Astroc, y en el que por entonces era su presidente y máximo accionista, Enrique Bañuelos. Y es que la inmobiliaria valenciana había perdido un 61% de su valor en sólo una semana. La que fuera la estrella más rutilante del parqué -pasó de 6,4 a 75 euros en sólo ocho meses- perdía su brillo de golpe y porrazo dejando en la cuneta a su mismísimo fundador.
Enrique Bañuelos había visto como su empresa caía en bolsa un 37,23 por ciento ese 24 de abril después de que el día 18 se desplomase otro 43%. La caja de Pandora se había abierto.
Las acciones del grupo inmobiliario vivieron una sesión de infarto. Sus títulos sólo pudieron cotizar dos horas tras la apertura porque luego entraron en subasta de volatilidad cuando perdían un 5,31 por ciento. En su vuelta al parqué a las 14:50 horas, la inmobiliaria experimentó caídas del 42,61 por ciento. En total, los inversores intercambiaron 5,78 millones de acciones del grupo, es decir, un 4,77% de su capital.
Y lo mejor de todo, o eso parecía por aquel entonces, es que no había explicación para el apocalipsis inmobiliario que Astroc sufrió en sus carnes.
"No tenemos conocimiento de ninguna información relevante que pueda afectar negativamente" a la empresa, "sus actividades, sus operaciones, o el marco regulatorio en el que opera", se pudo leer en una nota informativa que se remitió a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) esa misma tarde. De nada sirvió tampoco que el consejo de administración de Astroc quisiera calmar los ánimos de los inversores el día que el valor bajó un 43%: la directiva de la inmobiliaria aseguró que los accionistas significativos mostraban su "total apoyo" a la empresa, incluido el presidente de Inditex, Amancio Ortega.
El juego de la cerilla
Para Rubén Santamaría, coordinador de elEconomista.es y redactor del contenido, no es sorprendente que la noticia corriera como la pólvora por la red hasta convertirse en la más vista de la web aquella primavera. "Realmente fue una pesadilla para muchos inversores, no solo para Bañuelos. Subastas de volatilidad, órdenes de venta condicionadas que jamás se ejecutaron... No estabamos acostumbrados a ver cosas como esta en nuestro mercado en los últimos años. Era puro Nasdaq con el aliciente de que el desplome se relacionaba de alguna manera con una de nuestras mayores preocupaciones: la vivienda y su precio. El te lo dije estuvo a la orden del día.".
"La bolsa es grande por este tipo de cosas", comenta Santamaría, "y por ello hay que recordar lo que decía John Kennedy, que además de agente de bolsa fue padre de un presidente de EEUU, John Fitzgerald Kennedy: la bolsa es un juego que consiste en ir pasando de unos a otros una cerilla encendida hasta que llega a uno que se quema los dedos".