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Apple apenas se resiente en bolsa por el paso atrás de Steve Jobs

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Apple ha proclamado al mundo que la prosperidad de su compañía está absolutamente garantizada, incluso sin Steve Jobs al mando. En un enésimo ejercicio de anticipación al futuro, algo en lo que Apple siempre se ha manejado con solvencia, la firma ha mandado dos mensajes a los inversores y clientes de la marca: el primero, que la compañía seguirá el mismo rumbo marcado por su fundador durante los próximos años, independientemente de quien sea su brazo ejecutor. Y segundo, que el nuevo ciclo que la compañía estadounidense inicia ahora sin su patrón ha sido escrupulosamente diseñado por la corporación. Todo está premeditado, al margen de los avatares de la delicada salud del jefe, superviviente a un cáncer de páncreas y a un trasplante de hígado. Los mejores momentos de Steve Jobs.

Fuentes conocedoras de la firma aseguran que los cerebros del gigante tecnológico han realizado los movimientos oportunos "para cambiar lo que haga falta con el objetivo de que todo siga igual". Y así debería de ser, ya que la simple inercia comercial de las próximas generaciones de teléfonos móviles y tabletas inteligentes de Apple, con nuevos productos a partir de octubre, aventuran que el camino del éxito está perfectamente trazado. De esa forma, el paso atrás de Jobs en la empresa que fundó hace 35 años viene a ser la crónica de una despedida ya anunciada.

El 'delfín' ya está preparado

Los mercados han digerido con resignación y aparente indiferencia el hecho de que Jobs ya no sea el consejero delegado de Apple. O dicho de otra forma, los inversores aceptan sin sobresaltos, con una caída de apenas el 0,65 por ciento, que el primer ejecutivo de la segunda compañía más valiosa del mundo (sólo superado por la petrolera Exxon) ceda el mando de la nave y abra un periodo de transición de incierto alcance. Como estaba cantado, le sucederá en el puesto Tim Cook, ya designado como delfín tras la penúltima retirada temporal del gran jefe de Cupertino. Dicho lo dicho, el paso atrás de Jobs abre una brecha perfectamente calibrada en la corporación, con un plan de sucesión imperioso en una empresa tan personalista como Apple.

Los observadores consultados consideran que, el ahora papel secundario de Jobs, no debería suponer ningún trauma para el gigante. Su peso, carisma e influencia se seguirá percibiendo en una compañía paradigma de la excelencia. Los consejos y opiniones de Jobs seguirán cayendo en terreno fértil, puesto que su junta directiva y consejo ha sido modelada a gusto del patrón.

Si el olfato de Jobs para lanzar tecnologías que mejoren y faciliten la vida de las personas es indudable, no lo es menos su instinto para saberse acompañar por los más idóneos para la causa. Jobs ya supo retener el talento durante la crisis de las puntocom, para salir reforzado como nadie de aquel varapalo global. El chairman de Apple siempre quiso a su lado a tipos listos que, ante todo, estuvieran enamorados de la compañía. Y ya se sabe lo que pasa entre aquellos que beben los vientos de algo o alguien: que se entregan en cuerpo y alma, dando lo mejor.

Confianza ciega en la firma

Por su parte, los analistas saben que Apple es una compañía especial, un caso único en el universo empresarial. Por lo pronto, se trata de una multinacional cuyos clientes son también admiradores, fanboys que dicen. Ya tiene centenares de millones de usuarios en el mundo, todos ellos rendidos y cautivados por la marca. Cientos de miles de ellos están convencidos de las bondades de la firma tecnológica incluso a ciegas. No necesitan ver el gadget para lanzarse a comprarlo. Las esperas de miles de consumidores en las puertas de las tiendas hablan por sí solas. Ya no se trata, como sucedía con los Macs, de artículos para uso y disfrute de una entusiasta minoría. Ahora, los productos de Apple son fenómenos de masas.

Los expertos también entienden que los productos de la firma de la manzana están tocados por un extraño sortilegio que los convierte en productos geniales. El iPod, el iPhone, el iTunes, el AppStore y el iPad son casos excepcionales. Todos ellos crearon nuevos mercados de la nada y, al mismo tiempo, Apple obligó a la industria a seguir sus pasos, con unas reglas del juego en las que prevalecía el diseño, la facilidad de uso y la visión de futuro.

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