METROVACES
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Si se estira un hilo fino uno puede llegar a encontrarse, sin esperarlo, una buena madeja. Esto es lo que les ocurrió a los administradores de Metrovacesa, que tiraron de un hilo y se encontraron con una operación inesperada. En una de las revisiones que Deloitte realizó a la inmobiliaria a finales de 2008, se conoció la existencia de una inversión financiera temporal de 40 millones de euros, cuyo cobro, a juicio del auditor, era motivo de incertidumbre.
La punta del iceberg
Ante esta cuestión, durante los primeros días de 2009, el departamento de Auditoría Interna de la inmobiliaria se puso en marcha para tirar de ese hilo y se encontró que esa inversión financiera era sólo la punta del iceberg de una operación misteriosa, según unos documentos a los que ha tenido acceso este diario. Nadie sabía nada de esa operación, aunque hay que tener en cuenta que entre 2007 y 2009 por Metrovacesa (MVC.MC) pasaron tres gestores y muchos directivos.
La inversión financiera cuestionada por el auditor se realizó en enero de 2007, fecha previa al acuerdo de separación que sellaron los dos principales accionistas de Metrovacesa, Joaquín Rivero y la familia Sanahuja. El primer paso se dio el 4 de enero de ese año, cuando la inmobiliaria efectuó un anticipo por 50 millones de euros a Global Murex Iberia, una filial del grupo. Ocho días después de ese movimiento, Global Murex Iberia, a través de su cuenta en la Societé Européene de Banque (Luxemburgo), suscribe unos bonos convertibles de la sociedad luxemburguesa no cotizada Stratum Industrie. Las obligaciones son a 10 años, con un interés fijo del 1,25%.
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