DOGI INTL FABRICS
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¿Siente deseos de venganza o ansias de poder? Lo tiene muy fácil: contrate a un hombre de paja. Y si no, que se lo pregunten a Josep Doménech, presidente del grupo textil catalán Dogi.
El industrial ha sido denunciado ante la CNMV por Miguel Mas Tulla,
testaferro profesional, que le acusa de controlar el 49% de Puntiblond,
uno de los principales competidores de Dogi, sin comunicarlo al organismo regulador.
La denuncia no ha podido llegar en peor momento para la compañía
de Doménech, pues incluso exige que se bloquee la emisión de obligaciones convertibles en acciones por valor de 68,14millones,
con los que esperaban financiar sus inversiones en Asia y España.
Mas asegura en la denuncia que presentó la semana pasada ante la
CNMV que Doménech compagina el hecho de ser presidente y primer
accionista de Dogi con la propiedad del 49% del capital de una de las principales competidoras de Dogi, Puntiblond, utilizando a su hija, Concepción, como propietaria “ficticia y simulada”.
Para enredar aún más la trama, la propiedad de Puntiblond está
compartida con otra familia empresarial catalana, los Aloy, que se alza como uno de los principales acusadores contra Doménech.
"Aunque en todos los papeles consta como titular su hija, lo cierto
es que el control efectivo lo tiene el propio Josep. Incluso nos manda
trabajo de Dogi”, según Carlos Pinto, consejero delegado de Puntiblond.
Dogi, por su parte, comunicó al organismo regulador de los mercados
en España que es “Concepción Doménech, mayor de edad y desvinculada totalmente de la gestión de Dogi, quien controla el 49% del capital de Puntiblond”.
Los Aloy acusan
Pero, ¿qué papel tiene el testaferro en toda historia?, ¿es quizás el
hombre del paja detrás del que se esconden los Aloy, deseosos de recuperar el control de Puntiblond?
“En absoluto”, niega rotundamente el directivo. Para él, de hecho, el sospechoso de estar detrás de toda la trama podría ser casi cualquier
persona relacionada con el sector textil catalán, ya que Doménech “tiene muchos enemigos y no sería raro que alguien tratara de jugársela”.
Mientras, todas las miradas se vuelven hacia Miguel Mas Tulla, residente en Barcelona, viejo conocido del sector empresarial catalán y de profesión, liquidador.
Liquidador de oficio
Mas Tulla es todo un especialista en resolver quebraderos de cabeza
legales a directivos en apuros.
Cuando alguno de ellos quiere declarar una quiebra o una suspensión
de pagos, basta con llamarle y, entre ambos, ponen en marcha la maquinaria: el empresario renuncia a su cargo y, en su lugar, nombra
a Mas.
Éste ejerce de ‘colchón’ ante la tormenta legal que cae sobre la empresa en proceso de disolución y permite a su cliente desentenderse de todo
el problema.
En los últimos tiempos, Miguel MasTulla figura en nada más y nada menos que 250 empresas de Barcelona, Madrid, Valladolid y Sevilla como liquidador o administrador único.
El final de estas compañías no ha sido otro que el cierre. Otro de los principales protagonistas de esta rocambolesca trama es la CNMV, que ha confirmado a este diario que “están investigando la denuncia presentada por Tulla, aunque aún no han tomado ninguna medida sobre la misma".
La Comisión Nacional no tomó ninguna medida en el momento de la salida a bolsa de Dogi, en enero de 1998, pese a que la hija de Josep Doménech, era titular del 49%del capital de Puntiblond.
“Desde entonces, no lo ha declarado en ningún folleto, porque, en ese caso, quedaría probado que no cumplió la normativa cuando salió a bolsa”,
explica el consejero delegado de Puntiblond.
La CNMV autorizó el pasado 29 de diciembrede 2005 su intención de efectuar una misión de obligaciones para pagar el crédito sindicado y otros préstamos de la compañía, así como a financiar sus inversiones en Asia y España, con las que espera incrementar sus ventas un 49% hasta 2009.
En el folleto, no constaba la titularidad de Puntiblond, una empresa con sede en Barcelona y dedicada al mismo sector que Dogi. Las desavenencias empresariales y un historial de enemigos parecen estar detrás de esta historia, propia de una película de detectives, cuyo final aún está en el aire. El organismo regulador ya se ha puesto manos a la obra.