
No tiene sentido que Rubalcaba trabajase con tanto énfasis en la dirección en que lo ha hecho si al mismo tiempo Zapatero estaba convencido de que la realidad marcharía en sentido contrario y tranquilizando a Urkullu con el argumento de que este Tribunal Constitucional no iba a dejar fuera a Bildu de las elecciones.
La legalización de Bildu por el Constitucional, perfectamente previsible por elementales razones matemáticas (sólo hay un Aragón en el TC) una vez que se había extendido la especie de que admitir a la izquierda abertzale en las elecciones del 22 de mayo era un designio progresista y dejarla fuera una pretensión conservadora, ha abierto grietas, felizmente controladas de momento, entre los dos grandes partidos, pero también ha engendrado abismos en el interior del PSOE, cuya estrategia ha sido una vez más descabellada, como si alguna mano negra quisiera hundir al partido desde dentro en las futuras confrontaciones electorales.
Zapatero siempre ha estado con Eguiguren
En efecto, es lícita la sospecha, que por ejemplo derrama este sábado Zarzalejos en un medio digital, de que en la realidad Zapatero siempre ha estado alineado en este asunto con el presidente del PSE, Eguiguren, partidario de que la izquierda abertzale vuelva a las instituciones, más que con el secretario general y actual lehendakari López, deseoso de preservar el actual statu quo para seguir mereciendo el apoyo de Basagoiti. Incluso en los mítines más recientes, el presidente del Gobierno español mostró una intencionada cercanía personal a Eguiguren (entonces se pensó que para arroparlo frente a las críticas de las derecha).
Un palo a Rubalcaba
Pero lo que no puede negarse es que Rubalcaba, hombre fuerte de este gobierno por voluntad de ZP, vicepresidente, ministro del Interior y más que probable aspirante a candidato a la presidencia, ha hecho cuanto ha podido para impedir la legalización de Sortu, primero, y de Bildu, después. Basta leer las sentencias de la Sala Especial del 61 del Supremo sobre ambas formaciones para convencerse del ingente esfuerzo policial que Rubalcaba patrocinó y aportó a los tribunales para frustrar el deseo de los radicales.
Es, pues, evidente que ha habido dos estrategias diametralmente opuestas que han producido una gran deflagración al chocar entre ellas. No tiene sentido que Rubalcaba trabajase con tanto énfasis en la dirección en que lo ha hecho si al mismo tiempo Zapatero estaba convencido de que la realidad marcharía en sentido contrario y tranquilizando a Urkullu con el argumento de que este Tribunal Constitucional no iba a dejar fuera a Bildu de las elecciones.
El filtreo de Zapatero con el PNV
Lo surrealista del caso es, en fin, que este episodio pasará a la historia como un ejemplo de presiones espurias del poder ejecutivo sobre el Tribunal Constitucional, cuando la realidad es más bien que Rubalcaba se estaba disparando un tiro en el pie mientras Zapatero, ya por encima del bien y del mal ?el mitin de León de este sábado apenas aclaró que el todavía presidente se dispone a residir dentro de un año en la capital leonesa-, continua flirteando con el PNV en pos de un apoyo que nadie sabe para qué sirve. Porque para nada necesita el PSOE aprobar unos nuevos presupuestos antes de las próximas elecciones generales, aunque éstas tengan lugar al fin del cuatrienio, en marzo próximo.
El ridículo de Rubalcaba
En definitiva, la proeza socialista ha sido una hilarante sinrazón. La pirueta de remar con gran energía a favor de la exclusión de la izquierda abertzale para conseguir en última instancia todo lo contrario ha puesto en ridículo al bastión más sólido que tenía el PSOE, Rubalcaba, y ha mermado todavía más las ya muy exiguas expectativas electorales socialistas, tanto el 22 de mayo como en las generales posteriores, porque es bien evidente que, salvo en Euskadi, la inmensa mayoría de la opinión pública española estaba y está radicalmente en contra del retorno de Batasuna a los ayuntamientos y diputaciones en tanto ETA no se haya disuelto.
Así las cosas, tiene toda la razón Rajoy cuando sugiere con su pasividad que la manera más segura de llegar al poder es no hacer nada para no equivocarse. Los socialistas ya se ocupan de laminar todas las oportunidades de no alcanzar una derrota sencillamente histórica que puede poner en cuestión la pervivencia misma del partido.