Editoriales

Blesa compraba a los partidos

La frivolidad de los gastos destapados en la cúpula de Caja Madrid por el escándalo de las tarjetas opacas no debe confundir sobre la muy meditada estrategia que Miguel Blesa desplegó, a través de prebendas, favores y privilegios, para mantenerse en el poder de la caja de ahorros. Blesa sabía muy bien a quién estaba comprando y para qué lo estaba haciendo. Ese hecho se refleja con toda claridad, más allá de la famosa contabilidad de las tarjetas black, en la forma en que se repartían los créditos de la entidad a los partidos políticos.

PP, PSOE e IU pidieron financiación a Blesa; con todo, el 90% de los préstamos concedidos a estas formaciones fue absorbido por la coalición de izquierdas en su último decenio en el cargo. No es casual: el papel de los representantes de IU en la entidad (y los de su sindicato hermano, CCOO) fue decisivo para Blesa desde el inicio de su trayectoria en Caja Madrid; no en vano formaron frente común con el entonces candidato del PP a la Presidencia con objeto de desplazar a los socialistas, y conseguir así que Blesa se impusiera a Jaime Terceiro al frente de la entidad.

Otra prueba de peso sobre lo estrecha que llegó a ser la relación entre el defenestrado financiero e IU se halla en los ascensos de los que se benefició José Antonio Moral Santín, miembro de IU Madrid, quien llegó a la Vicepresidencia de Caja Madrid y a ocupar puestos en el consejo de administración de empresas participadas, como era el caso de Mapfre. Blesa utilizaba los recursos de la entidad para que, lejos de sostenerse gracias a los méritos de su gestión, fuera el apoyo a los partidos lo que constituyera su verdadero respaldo. Y estos últimos se dejaron comprar para entrar en su red clientelar.

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