El declive de Iberia se percibe cada vez con mayor intensidad. Hoy se celebra una junta de accionistas de IAG -el holding formado por Iberia, British Airways y Vueling- en la que se decide la compra de nuevas aeronaves para las dos últimas, sin que haya perspectivas de que la primera pueda renovar su flota. El argumento para no hacerlo es que la compañía no tiene plan de futuro al haberlo rechazado los sindicatos. Se trata del proyecto que elaboró Rafael Sánchez Lozano, el consejero delegado que dejó su cargo el pasado 27 de marzo.
Su sucesor, Luis Gallego, ha presentado un nuevo plan al consejo de administración de IAG celebrado ayer, para que tuviera conocimiento del mismo, no para su aprobación. No es este el único argumento que se esgrime desde IAG para frenar la renovación de flota de Iberia. Se le exige que vuelva a la rentabilidad para optar a la compra de 44 aviones. Una disyuntiva que pone a Iberia entre la espada y la pared pues, además de solucionar los conflictos que tiene con su plantilla, será difícil remontar la situación si no dispone de flota para competir. Desde que se integró en IAG, Iberia sólo ha adquirido ocho aviones tipo A330-300.
Desde el holding se envían signos evidentes de que no se confía en Iberia. En parte, porque sus responsables no han sabido gestionar bien la crisis. Y en parte, porque la apuesta se inclina por Vueling que va camino de comerle el terreno. A Iberia le están cortando las alas y así va a ser difícil que pueda remontar el vuelo. Padece las consecuencias de haber sido una empresa mal dirigida. Antonio Vázquez no ha sabido pilotar la crisis, ni reconducir los conflictos laborales e Iberia paga las consecuencias de una nefasta gestión.