De la última EPA se ha destacado el desempleo, 4,6 millones de parados, no la población activa: 18,4 millones de personas, 100.000 menos que hace cinco años. No sólo hay más desempleados; también hay menos gente trabajando o buscando un trabajo: 94.600 en tasa interanual a marzo de 2010. Este retroceso de la población activa se puede deber a tres fenómenos.
- El efecto desánimo:
Personas que podrían buscar trabajo y, desanimadas ante la falta de perspectivas, renuncian a ello. Se encuentran en este grupo los estudiantes que alargan su periodo de formación, las amas de casa que se mantienen en el trabajo doméstico, etc.
- El efecto retorno en los inmigrantes:
Ya hay el 31% de desempleo entre ellos. Los de Europa del Este pueden irse temporalmente si cesa su prestación de desempleo o no les compensa y podrían volver cuando la economía les ofrezca posibilidades de trabajo. Los suramericanos pueden irse, si su familia no se ha arraigado en España, aprovechando el paquete de retorno vigente. A los marroquíes, el mayor número junto con los ecuatorianos, la cercanía geográfica les podría ayudar a la ida y vuelta, pero no parece que sea su deseo.
Los subsaharianos no retornarán a sus países. Incluso en las peores condiciones están mejor aquí que allí. Por eso pueden entrar a nutrir los parados de larga duración (más de un año). Por cierto, cifra que ha llegado a 1,8 millones, el 93% más que hace un año.
- El efecto salida:
Los profesionales que acaban buscando trabajo fuera de España son cada vez más. Si este fenómeno no fuera efecto de la crisis, sería bueno. Los profesionales jóvenes saldrían y volverían con experiencias interesantes. Pero ahora su salida es forzada, es una descapitalización de talento.
Habría que analizar cada uno de estos fenómenos para acertar al máximo en la imparable reforma laboral. La EPA haría bien en dar estos datos, porque España necesita menos parados y más población activa.
J. R. Pin Arboledas, profesor del IESE.