Economía

Los estadios de fútbol, obsesionados con la imagen y la silueta, pero carentes de arquitectura

  • Allianz Arena, Cosmos, Estadio de la Roca... Cinco ejemplos a analizar
Proyecto del Estadio de la Roca. Fotografía: MZ Architects

Los estadios son las catedrales de nuestro tiempo pero, tal y como señalamos en el anterior artículo, esto es una bendición y, a la vez, un problema. Bendición porque se han convertido en símbolos identitarios no solo de los clubes a los que representan sino de las ciudades e incluso de los países donde están construidos. Pero problema porque esa condición simbólica se ha exacerbado de tal manera que son solo símbolo.

Al tener un programa de necesidades tan estricto, en un estadio ya no hay apenas arquitectura, no hay investigación espacial o verdadera relación con los entornos o las preexistencias; solo hay imagen exterior, silueta. Son anuncios del equipo y de la ciudad. El interior siempre es igual en todos los estadios modernos (un campo de deportes) y solo importa cómo se venden desde fuera. Solo importa el vestido que le pongamos.

No siempre fue así, claro. Cuando aún no eran símbolos, los estadios antiguos se pensaban esencialmente hacia adentro. Eran prototipos que, con la evolución de la sociedad occidental y la conversión del deporte en producto económico masivo, fueron mejorándose poco a poco. Al principio solo importaba que los espectadores cupiesen, aunque estuvieran de pie o, como en el primigenio estadio del carrer Indústria en Barcelona, les asomase el culo por la tapia. Por cierto, que esta jovial a la vez que voluptuosa circunstancia acabaría bautizando a los seguidores del Barça como "culés".

La cosa simbológica aun tardaría mucho en llegar. En 1947, veinticinco años después de que el Barcelona se mudase a Les Corts, el Real Madrid inauguraba su flamante Nuevo Estadio Chamartín (actual Santiago Bernabéu), con capacidad para más de 75.000 espectadores (47.500 de pie, eso sí). Era el mejor estadio del mundo pero por fuera no tenía ninguna condición simbólica. Solo la estructura vista, porque el estadio seguía entendiéndose como un lugar para el espectador y no como un hito urbano. Además, en esa época, el estadio se alzaba más bien en las afueras de la ciudad y poco importaba quién lo mirase porque no lo miraba nadie.

Lo que pasó, claro, es que la ciudad creció hasta absorber completamente el Bernabéu y, pese a las múltiples reformas, ampliaciones y mejoras, el actual estadio del Real Madrid sigue estando concebido como un artefacto arquitectónico hacia el interior. Desde fuera puede provocar cierta fascinación por el encaje brutalista en medio de la Castellana y seguramente es respetado como un tótem por los aficionados blancos, pero lo cierto es que, en términos de arquitectura, su imagen exterior es poco más que un resto anodino sin especial intención ni interés. Normal que quieran remodelar la fachada. Normal que, apuntándose a la lógica simbólica, quieran vestir al Bernabéu con una nueva piel.

Y ese es el problema de los estadios modernos, que solo son piel. Todos responden a la misma organización espacial: un campo, gradas alrededor y una cinta de servicios que rodea todo el conjunto y que, al exterior, se disfraza con una piel pintada, iluminada, retroiluminada, traslúcida, semiopaca, tridimensionalizada o, qué sé yo, hologramizada con los colores del club.

Todos son iguales. Miren fotos en Google: el proyecto del Nuevo Bernabéu, el proyecto del Nou Camp Nou, el Etihad de Manchester, el Emirates de Londres y hasta el nuevo estadio para los Raiders de la NFL que se está construyendo en Las Vegas. Desde fuera no son más que fachada que represente al club.

¿Todos? Pues no, no todos los estadios modernos siguen exactamente esta pauta. Veamos cinco ejemplos que, por destreza de sus arquitectos, no se ajustan a lo que acabamos de contar.

Allianz Arena. Munich. Fotografía: Reuters

Allianz Arena

Munich

Vale, el primero es trampa porque no es que se ajuste al patrón del "vestido de la Nancy", es que es exactamente eso. Lo que pasa es que es el mejor. El más limpio, el más radical, el más pulcro y el más puro. Obra de los suizos Herzog y De Meuron e inaugurado en 2005, el estadio del Bayern es un envoltorio inmaculado.

Una cápsula virtuosa confeccionada con 2.874 paneles de polímero ETFE que se retroiluminan con los colores del equipo local: rojo y azul para el Bayern o blanco cuando juega la selección alemana. No hay nada más. Tampoco es necesario más cuando en un solo gesto lo cuentas todo.

Cosmos Arena. Samara. Fotografía: Reuters

Cosmos Arena

Samara

La mayoría de los estadios del Mundial de Rusia 2018 son, o bien acondicionamientos de coliseos preexistentes para adecuarse a las necesidades de un campeonato internacional de ese calibre, o bien la fachada mediática molona de marras. El Cosmos Arena de Samara, en cambio, renuncia de manera consciente a la fachada y decide que es solo cubierta.

Proyectado por la multinacional arquitectónica GMP, en colaboración con AECOM y la oficina rusa TerrNIIgrazhdanproekt, el Cosmos, desde su propio nombre, rinde homenaje a la tradición aeroespacial de la ciudad de Samara.

Algo que también hace este particular estadio-cubierta, que parece no estar soportado por estructura ninguna sino que se despliega desde el centro como la explosión de las toberas de un cohete en el momento del lanzamiento. Quizá la metáfora es demasiado obvia y el resultado termina resultando rimbombante pero también es hermoso por ingenuo y por monumental.

Estadio Municipal de Braga. Braga. Fotografía: Eduardo Souto de Moura (Wikipedia)

Estadio Municipal de Braga

Braga

Puestos a renunciar a la fachada, lo que hizo Eduardo Souto de Moura en 2003 sí que fue radical: quitarla. Los 30.000 espectadores que pueden acudir a ver los partidos del Sporting de Braga se colocan en dos gradas enfrentadas a lo largo del campo, pero no en los fondos, porque no hay fondos.

Porque tampoco hay fachada más bella que la roca natural de la cantera de Monte Castro, donde el estadio se levanta, y además, si el partido es aburrido, poco espectáculo más atractivo puede encontrarse que las vistas sobre la ciudad de los arzobispos.

Estadio de la Roca. Al Ain. (Proyecto) Fotografía: MZ Architects

Estadio de la Roca

Al Ain (Proyecto)

Concebido únicamente como concepto, los arquitectos del estudio MZ proponían un estadio que desapareciese en el paisaje. Una cavidad enterrada junto a la ciudad emiratí de Al Ain donde el verde del campo de juego se descubriría como una esmeralda en el desierto.

Técnicamente, este tipo de construcción compacta es medioambientalmente más eficaz que un estadio convencional, pues al estar bajo tierra en una gran parte, reduce el gasto y el consumo en climatización. La parte mala se la llevaría el gran graderío lateral, porque aunque es muy razonable el aprovechamiento de la colina natural para su construcción, me temo que sin cubierta y a la intemperie, los espectadores que se sentasen allí lo iban a pasar regular.

Matmut Atlantique. Burdeos. Fotografía: Wikipedia

Matmut Atlantique

Burdeos

Acabamos como empezamos con Jacques Herzog y Pierre de Meuron porque, aparte de tener el Pritzker (como Souto de Moura) son unos de los arquitectos más brillantes de este tiempo y lo demuestran en casi cualquier proyecto que acometen. En el estadio del Girondins, inaugurado en 2015, la fachada se diluye porque el envoltorio se diluye. No hay vestido de circunvalación sino que se apuesta por una forma rotunda, el rectángulo, que, sin embargo, aparece desmaterializado en una miríada de pequeños soportes que, en conjunto, son lo que sujetan todo el graderío.

El Matmut no necesita de megaestructuras porque confía en la arquitectura y, de igual manera, el símbolo del Girondins no reside en unas pantallas, unas luces o unos grandes cartelones publicitarios. El símbolo arquitectónico del Girondins es un bosque cubierto que, al atravesarse peldaño a peldaño, funciona como umbral entre la realidad y el fútbol.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky