
El Gobierno de EEUU se arriesga a entrar en un proceso sin fin de rescates si empieza a ayudar compañías en crisis fuera del sector financiero, empezando con la industria del automóvil, donde General Motors y Ford se están quedando sin liquidez y pueden ir a la quiebra antes de fin de año. El Congreso debatirá la próxima semana una ayuda de emergencia para el sector.
Pero muchos economistas se oponen porque el rescate de una automovilística abriría la puerta al de prácticamente cualquier empresa grande con problemas de liquidez, y siempre con dinero de los contribuyentes. "¿Dónde paramos?", se pregunta Bill Isaac, anterior presidente del FDIC (el fondo de garantía de depósitos): "Circuit City ha quebrado, ¿le ayudamos? ¿Qué hacemos si Starbucks (SBUX.NQ) tiene problemas? ¿También la rescatamos?"
En los últimos días, el Gobierno ha ayudado a American Express (AXP.NY) y ha elevado la cuantía del rescate de AIG a 150.000 millones de dólares. Eso ha planteado la pregunta contraria a la que se hace este economista: ¿Por qué el Gobierno debe ayudar a las firmas de Wall Street y no a los trabajadores de las cadenas de montaje? Una cuestión moral de muy difícil respuesta.
"En algún momento tienes que decir basta. No sé si debemos dibujar la línea después de Ford y General Motors (GM.NY) o antes de Ford y General Motors, pero en algún momento hay que trazar la línea del hasta aquí hemos llegado", sentencia Isaac.
La decisión es muy difícil si tenemos en cuenta el tremendo efecto dominó que tendría la quiebra de los gigantes del automóvil en la economía de EEUU y de todo el mundo. Claro que hay quien sostiene que estarían mejor en el concurso de acreedores, porque eso les obligaría a cambiar su modelo de negocio, ya que el actual es insostenible. La idea es que no tienen sentido poner dinero en unas empresas que van a seguir perdiéndolo. Por otro lado, siempre habrá empresas del sector dispuestas a comprar unas marcas tan conocidas a precio de saldo.
Mejor ayudar al mercado inmobiliario
Otros expertos consideran que el Gobierno, en vez de ayudar a las empresas, debería destinar esos recursos a resucitar el mercado inmobiliario. Aunque eso tampoco es fácil (hay un fuerte debate también sobre este punto), porque cualquier medida que se tome será criticada por intervencionista.
Ahora bien, Allan Meltzer, profesor de la Universidad Carnegie Mellon, considera que hay medidas de sentido común que se pueden tomar sin demasiada polémica, como conceder créditos fiscales a quien compre una vivienda hasta el fin de 2009. Algo que elevaría la demanda y los precios, y solucionaría buena parte de los problemas en este mercado, a su juicio. Su teoría es que solucionar el problema de la vivienda ayudará a resolver el problema hipotecario, pero resolver el problema hipotecario (es decir, ayudar a la banca) no resolverá el problema inmobiliario.
Además de la cuestión moral de las ayudas a las empresas, está el tema del coste, que se financiará mediante emisiones masivas de deuda pública que "reducirán el nivel de vida de las futuras generaciones. Alguien tiene que pagar por esto, no va a ser una barra libre", según Meltzer.
Dejando aparte cuestiones políticas o sociales, pocos economistas cuestionan el rescate de la banca porque consideran imprescindible mantener en pie el sistema financiero, e incluso algunos creen que el Estado acabará ganando dinero con el fondo de adquisición de activos tóxicos (que ahora compra a precio de saldo y que en teoría podrá vender más caros en el futuro).