
Pese a las décadas de retórica liberal y de libre mercado, tanto por parte de los republicanos como de los demócratas, Washington tiene una larga historia de ayudas financieras al sector privado cuando el riesgo económico o político de una quiebra empresarial parecía demasiado alto. La meca del liberalismo no tiene empacho en volverse keynesiana cuando pintan bastos: el pragmatismo se impone.
Así, la nacionalización de Fannie Mae y Freddie Mac es sólo la última de una serie de maniobras de rescate que se remontan al del contratista de defensa Lockheed Aircraft y la Penn Central Railroad durante la presidencia de Nixon, la salvación ce Chrysler en los últimos días de Carter y, sobre todo, la salvación del sistema de savings and loans a finales de los 80 tras la revolución neoliberal de Reagan.
Más recientemente, tras el 11-S de 2001, el Congreso aprobó 15.000 millones de dólares en subsidios y avales para el golpeado sector de las aerolíneas. Y ahora, con el rescate gubernamental de Fannie y Freddie sólo seis meses después de que la Fed organizara la salvación de Bear Stearns, parece que la crisis hipotecaria ha obligado al Gobierno a volver a olvidarse de la ideología.
La analogía histórica más aproximada a lo ocurrido este fin de semana es el rescate de la Farm Credit y el sistema de savings and loans (unas entidades parecidas a las cajas de ahorros). Su rescate llegó detrás de años de altos tipos de interés y de préstamos de alto riesgo, y acabó costando a los contribuyentes 124.000 millones de dólares, mientras que la banca tuvo que poner otros 30.000.
Incluso aunque el rescate de Fannie y Freddie acabe costando decenas de miles de dólares, el de savings and loans probablemente seguirá siendo el rescate más costoso, según el profesor de la Stern School of Business Lawrence White: "Aquella debacle costó más de 100.000 millones y la economía actual es más de dos veces más grande que la de entonces. No creo que la crisis actual llegue a ser tan grave como aquélla, donde más de 2.000 bancos y entidades de ahorro quebraron entre mediados de los 80 y mediados de los 90".
La mayoría de esas pérdidas fueron causadas por el desequilibrio entre lo que el Gobierno pagó a los depositantes de estas entidades y lo que ingresó vendiendo las problemáticas carteras inmobiliarias que adquirió al rescatar las entidades quebradas.
En el caso de Chrysler, Carter y los estados con fábricas de automóviles lanzaron un paquete de 1.500 millones en avales para el fabricante de coches en crisis, a la vez que demandaban concesiones de los sindicatos y los acreedores. Aunque el de Chrysler se recuerda como un rescate importante, es insignificante al lado del de savings and loans o de los anunciados este fin de semana. De hecho, el Gobierno no tuvo que dar dinero directamente a la empresa, y además obtuvo un beneficio de la operación gracias a las acciones que recibió a cambio de los avales públicos.
El caso de Fannie y Freddie era mucho más grave
Y hay otra diferencia fundamental entre los rescates financieros y los industriales, según Bert Ely, un consultor muy crítico con las hipotecarias semipúblicas: "Las empresas industriales no eran criaturas del Gobierno federal". En efecto, una de las principales críticas a la decisión del fin de semana es que el ejecutivo está arreglando un problema que él mismo creó... con el dinero de los contribuyentes.
Pero la diferencia fundamental entre el esfuerzo actual y los anteriores es el peligro de hundimiento potencial del sistema financiero y de la economía en general, en especial el sector inmobiliario. A diferencia de una empresa concreta o incluso de un gran banco como el Continental Illinois National Bank and Trust (rescatado en 1984), EEUU depende de Fannie y Freddie para financiar casi la mitad de su mercado hipotecario.
Y eso ataba las manos del Gobierno, que no tenía otra opción para salvarlas más que su nacionalización. El propio Bernanke no ha disimulado su oposición doctrinal a la medida, pero la apoya porque "era necesaria para fortalecer el mercado inmobiliario y proporcionar estabilidad a nuestros mercados financieros". Es decir, que no se trata de que todo el mundo se haya vuelto keynesiano de repente, sino de que en tiempos de crisis, se impone el pragmatismo. Y eso, y no el liberalismo, es lo que ha hecho de EEUU la primera potencia del mundo hasta el momento.