
Tras el acuerdo con los acreedores, el primer ministro heleno, Alexis Tsipras, trata de mantener un equilibrio en medio de las disputas internas de Syriza, que se multiplican sin cesar. Destaca la reacción de Manolis Glezos, eurodiputado y personaje emblemático del partido. El llamado giro al realismo ha causado desencanto, reacciones y objeciones planteadas vigorosamente incluso en la reunión del grupo parlamentario este miércoles por la tarde. Decenas de diputados de Syriza plantearon cuestiones relativas a la aplicación de los compromisos electorales.
Este frente se expresó más directamente en la frase del ministro heleno de Reconstrucción Productiva, Panayotis Lafazanis, quien sostuvo que "la carta del ministro Yanis Varufakis en muchos aspectos se asemeja no al lenguaje de Syriza, sino al de los prestamistas".
El descontento de miembros de Syriza con el acuerdo gravita sobre tres puntos clave, en los que, según ellos, Tsipras y Varufakis han dado muchos pasos atrás respecto de sus compromisos electorales: la moratoria de la deuda, la renuncia a la austeridad y la supervisión de los acreedores, que se mantendrá, por lo menos, hasta junio. Tsipras y Varufakis se afanaron en explicar en el Parlamento los aspectos del pacto para justificar su gestión, pero encontraron más respaldo en otros partidos que entre sus propias filas.
Las encuestas de los últimos días muestran que al contrario de sus diputados, Tsipras goza mucho más de la confianza del pueblo. Hasta un 80% de los encuestados dice confiar en Tsipras y Varufakis, y hasta un 72% sostiene que votaría a Syriza si este jueves se celebrasen elecciones. De momento, Tsipras trata de convencer de que es necesario que Atenas tenga una estrategia flexible para alcanzar sus objetivos.
No en vano decía el exgobernador de Nueva York, Mario Cuomo, que se hace campaña en poesía, pero se gobierna en prosa. Desde que Tsipras venciera en las elecciones el pasado 25 de enero, los griegos han lamentado (y el club del euro ha celebrado) cuanta razón tenía el político recientemente fallecido.
La lista de reformas de Atenas que aprobó el Eurogrupo incluye pocas de aquellas promesas que lanzó un envalentonado líder de la izquierda radical antes de llegar al poder. En su lugar, Tsipras acepta la mayoría de las reformas pendientes con la troika y sólo consigue camuflar una claudicación mayor gracias a la vaguedad del lenguaje que le permiten en este primer borrador los socios europeos. Sin embargo, la jerarquía del euro y el Fondo Monetario Internacional ya han avisado que el paquete de reformas tiene que tener más "prosa" en abril si Grecia quiere seguir en el euro, sobre todo en IVA y pensiones.
Reforma del IVA
En la carta que envió Varufakis a sus colegas del euro dijo que el IVA "será racionalizado en relación con tasas que serán simplificadas en una manera que maximice los ingresos actuales, sin un impacto negativo en la justicia social, y con la vista en limitar las exenciones mientras se eliminan los descuentos inaceptables".
Esta formulación tan barroca refleja la falta de un "claro compromiso" para aplicar lo acordado en el programa, concluyó la responsable del FMI, Christine Lagarde. Y lo acordado es tan concreto, y peligroso para los griegos, como la subida del IVA para los hoteles del 6,5 al 13%.
Reforma de las pensiones
La lista prevé también "eliminar los resquicios e incentivos que dan alas a la excesiva tasa de jubilaciones anticipadas", consolidar los fondos de pensiones para lograr ahorros, y establecer una relación más cercana entre las contribuciones y los ingresos.
De nuevo aquí, el FMI subraya la falta de claridad y que la ambición del programa que debe completar Atenas a cambio de los 7.200 millones pendientes va más allá. Grecia estaba discutiendo con la entonces llamada troika el alcance de la unificación de los fondos de Seguridad Social, la eliminación gradual de los privilegios de la jubilación anticipada y el establecimiento de vínculos estrechos entre contribuciones y beneficios en todos los fondos.
Privatizaciones
Es uno de los temas más controvertidos en Grecia, y donde más ha corregido el tiro Tsipras. Contrariamente a lo dicho en campaña, se compromete a no deshacer privatizaciones ya realizadas ni a parar procedimientos en marcha.
Evaluará aquellas que están sólo planificadas, con el fin de aumentar los ingresos del Estado. Pocas horas después de este compromiso, el superministro Panagiotis Lafazanis, uno de los defensores del ala dura de Syriza, rompió filas para decir que el país no continuará con las privatizaciones de la eléctrica PCC o el operador ADMIE.
Reformas del mercado laboral
La retirada de la prometida elevación del salario mínimo ha sido humillante para el líder griego. Propone ahora una nueva aproximación "inteligente" respecto a la negociación colectiva que combine "flexibilidad con justicia". Aunque mantiene la "ambición" de subir el salario mínimo, el "alcance y el momento de los cambios serán realizados en consulta" con las instituciones europeas.
El Ejecutivo se pliega así a la supervisión que tanto rechazó en un área en la que tanto ha combatido. Pero las reformas pendientes de aplicar del plan de rescate actual van más allá: nueva legislación para los despidos colectivos o endurecer las leyes sobre las actividades de los sindicatos, incluido el derecho a la huelga.
Combatir la crisis humanitaria
Es uno de los pocos campos en los que Tsipras consigue algún punto. Syriza dijo inicialmente que su propuesta incluiría medidas para corregir el coste social tras cinco años de austeridad: comidas subvencionadas, acceso gratuito a la Sanidad, reducción drástica del precio de los medicamentos, electricidad gratuita a hogares bajo el umbral de la pobreza.
Este punto queda reducido a vaguedades en la lista enviada al Eurogrupo. Además, Varufakis promete que estas medidas no tendrán "un efecto fiscal negativo" a pesar de que su coste inicial estimado era de 1.860 millones. La poesía le ha durado poco a Tsipras, en un momento y en una eurozona que no deja espacio para la lírica. Al menos para la suya.