
La cercanía de las elecciones generales en Reino Unido ha elevado la temperatura del permanente debate sobre la gestión de la sanidad. En un país que ha elevado su Sistema Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés) a la categoría de patrimonio nacional, los partidos se han embarcado en una competición por demostrar el mayor compromiso con un servicio que acapara, de lejos, la mayor porción del pastel presupuestario británico.
Aunque las competencias se encuentran transferidas a los cuatro territorios que componen la Unión, prometer en nombre del NHS es el recurso electoral más socorrido y se ha convertido en una pieza fundamental para los comicios del mes de mayo.
Prioridad para los votantes
Según una encuesta publicada la semana pasada en el diario The Guardian, el sistema figura entre las tres principales prioridades de los votantes. Un 54 por ciento de los mismos considera su mejora la cuestión fundamental, por encima, incluso, del avance de la recuperación. No en vano, a lo largo de esta Legislatura, todos los indicadores que miden la eficacia del servicio han empeorado, a pesar de que el Gobierno ha aumentado tanto personal como las partidas de gasto para prácticamente la única área protegida de los draconianos recortes de la coalición.
Los laboristas, el partido que los electores más identifican con el NHS frente a unos conservadores que, en esta materia, continúan siendo tóxicos en el imaginario del votante, no están dispuestos a desaprovechar la oportunidad de azotar a la coalición con cifras que revelan el fracaso, entre otras, de una serie de metas como la del máximo de espera de cuatro horas en las unidades de Urgencias. Desde que este objetivo se impusiese hace diez años, actualmente se encuentra en su peor nivel.
Sin embargo, la oposición británica tampoco lo tiene todo a su favor: en Gales, donde gobierna, los tiempos de espera son incluso peores y algunos de los escándalos más graves que han estallado durante los últimos años ocurrieron durante su período en el poder, como el del hospital de Stafford donde los flagrantes fallos cometidos durante años obligaron a una investigación que costó al erario seis millones de libras.
Con todo, la memoria de los electores tiende a ser cortoplacista y, en esto, la coalición lleva las de perder. Poco importa que hayan aumentado el montante para la sanidad en términos absolutos si las listas de espera no hacen más que crecer desde 2011, cuando más de 100.000 personas las engrosaban desde hacía más de seis meses y hasta 13.500, por encima de un año.
El problema de los retrasos
La consecuencia llevó al Gobierno el pasado verano a gestionar una "ruptura gestionada" de los objetivos para permitir a los hospitales hacer frente a los retrasos y, actualmente, son ya cinco meses consecutivos los que las metas fijadas continúan sin alcanzarse.
Los números son bien elocuentes: los principales centros de Inglaterra siguen incumpliendo objetivos y el ejercicio de 2014 ha pasado ya como el peor año del NHS en una década.
En Gales e Irlanda del Norte la situación es todavía peor y, aunque Escocia presenta unos niveles similares, sus números datan de meses anteriores, por lo que la comparación es difícil. No lo es tanto, sin embargo, deducir la conclusión de que el sistema está en apuros y necesita de un compromiso integral para hallar la solución.
La primera intentona había corrido a cargo del primer titular de Sanidad de la coalición, Andrew Lansley, cuyas reformas fueron percibidas como una estrategia encubierta para ahorrar, en lugar de corregir el exceso de burocracia que, según el que hasta 2012 fue ministro, estaba detrás del mal funcionamiento del NHS.
La impopularidad de sus medidas se cobraron su cabeza, pero el cambio no ha ayudado a modificar la impresión de que el verdadero objetivo de los conservadores es el de promover una privatización gradual del sistema.
De momento, sin embargo, la primera y única firma que ha gestionado un hospital público anunciaba este mismo mes que dejaba la concesión.
Circle, una compañía parcialmente propiedad de sus trabajadores, ha puesto en duda que, bajo el modelo vigente, un operador privado que busque beneficios esté dispuesto a implicarse en un proceso como el que la empresa inició en el año 2009. Y es que, aunque redujo el déficit del hospital desde los 10 millones de libras en 2012 a los 1,5 millones el pasado año, las particularidades de un sector imprevisible en términos de demanda provocaron a Circle unas pérdidas cuantificadas en cinco millones, que lo han persuadido de que la mejor solución es la retirada.