Economía

Irlanda, el 'primero de la clase' en el aniversario del rescate

Aunque la troika sigue supervisando, el país consolida la recuperación y su posición como polo de apetito inversor.

Irlanda ha sido la protagonista de una de las escenas más curiosas de la semana pasada en un cada vez más imprevisible Viejo Continente. Cuando el país se disponía a conmemorar el cuarto aniversario del infausto rescate con la tranquilidad de saberse, por primera vez, libre de la injerencia externa, un grupo de funcionarios de la troika se paseaba por Dublín con la misma familiaridad con la que había circulado durante los más de tres años que duró el programa. La visita suponía la segunda revisión anual demandada por los acreedores internacionales, pero su presencia evoca, sobre todo, el cuadro de contrastes en el que se ha convertido la eurozona: mientras el alumno aventajado de entre las plazas intervenidas es el país donde se espera el mayor crecimiento, pese la atracción de Dublín como foco de inversión, Banco Central Europeo, Comisión Europea y FMI quieren tener voz hasta haber recibido el 75 por ciento de los fondos destinados al tratamiento de emergencia del Tigre Celta.

De momento, parece que el triunvirato tiene poco de qué preocuparse. De acuerdo con las perspectivas menos optimistas, las del propio Gobierno, el mismo estado que el 21 de noviembre de 2010 se veía obligado a admitir una realidad de la que durante semanas le habían advertido los mercados prevé este año un robusto crecimiento del 4,7 por ciento. Analistas independientes y el mismo Banco de Irlanda creen que el índice superará los cinco puntos, pero todos, incluyendo el Ejecutivo, están de acuerdo en un punto: aún con efectos secundarios que todavía se dejan notar en los bolsillos, la recuperación está en marcha. La evolución en Dublín ha sido tal que el primer Presupuesto presentado desde el fin del rescate permitió incluso margen de maniobra para una generosidad que no se veía en la Isla Esmeralda desde hacía más de siete años. A pesar de las recomendaciones de la UE y de las agencias de rating, el Gobierno decidió maximizar la flexibilidad y, por primera vez desde 2007, presentó un paquete económico en el que no había subidas de impuestos, tan sólo los del tabaco y ni siquiera por un afán recaudatorio, sino para desincentivar al hábito.

A pesar del recelo causado en Bruselas por este arranque de magnificencia, los inversores han reaccionado bien ante los estímulos introducidos por el Ejecutivo para tratar de rehabilitar la inversión empresarial y animar al consumo doméstico. Precisamente éstos son los dos pilares en los que todavía es necesario un esfuerzo extra para superar los efectos de la recesión y de la reacción en cadena generados por un severo plan de austeridad que ha reducido sensiblemente el tamaño del Estado. Hasta 2007, el modelo imperante en Irlanda mostraba un crecimiento casi indiscriminado mediante una arriesgada dieta de excesiva exposición al crédito y una sobre-dependencia de unas exportaciones que, en tiempos de crisis, no son suficientes para abastecer las necesidades de Irlanda.

El traje electoral

Precisamente, uno de los retos de la intervención, más allá de evitar que un enfermo grave degenerase a estado terminal, era aprender la lección para evitar los errores que lo llevaron a la UCI financiera. De ahí que el ministro de Finanzas haya garantizado que la lucha contra el déficit se mantiene como el instinto vector de su departamento. De acuerdo con las estimaciones de Michael Noonan, quien siempre ha calculado a la baja las previsiones de recaudación fiscal, el próximo año no sólo logrará reducir el agujero presupuestario al objetivo del 3 por ciento demandado por la UE, sino que lo rebajará en tres décimas más. Su retórica en los últimos tiempos evidencia el cambio operado en un Gobierno que, cada vez más, se va poniendo el traje electoral: consciente de que no puede reivindicar en Bruselas las beldades de la recuperación irlandesa sin garantizar que se empieza a notar a pie de calle, Noonan ha abierto ligeramente la mano para equilibrar la balanza entre responsabilidad fiscal y laxitud presupuestaria.

De la confianza que la frialdad de las estadísticas inspire tanto para el músculo empresarial, como entre la ciudadanía, dependerá el futuro de Irlanda. La crisis mostró a uno de los países más jóvenes de Europa los límites del exceso y la aplicación de las lecciones aprendidas es una misión colectiva que implica tanto a las autoridades como a los más básicos husos sociales. No en vano, en las últimas semanas, los ciudadanos conocieron en toda su extensión la gravedad de la situación de hace cuatro años, gracias a la publicación de la carta en la que, días antes de la solicitud del rescate, el expresidente del BCE Jean-Claude Trichet empleó toda la artillería retórica para convencer al por entonces ministro de Finanzas de lo inevitable de la intervención. Las consecuencias, por contra, son de sobra conocidas en Irlanda y, si quedasen escépticos, la estampa de la troika circulando de nuevo por las calles de Dublín habrá servido de recordatorio.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky