
Irlanda evoluciona favorablemente tras la delicada apuesta del Gobierno de atreverse a redistribuir el equilibrio entre la consolidación fiscal y la relajación de la austeridad. En el primer Presupuesto tras el rescate que hace cuatro años había puesto al país de rodillas, el ministro de Finanzas se encontró, paradójicamente, en la tesitura más complicada de los cuatro proyectos económicos que ha compuesto hasta ahora.
Si cuando tomó posesión en 2011 las arcas públicas, además de vacías, presentaban agujeros, en este desafiante 2014 se ha encontrado una evolución mejor de lo previsto y, como consecuencia, con un margen de maniobra que obligaba a escoger.
La dicotomía era simple: elegir entre los dictados de una UE que le recomendaba mantener la dosis de 2.000 millones de euros en ajustes, o la rebaja de la presión sobre unos ciudadanos que han visto caer sus estándares de vida hasta un 10 por ciento desde la crisis. A Michael Noonan le pudo la lógica política y, a un año de las generales, decidió que era hora de abrir una nueva fase en Irlanda.
La consecuencia principal del Presupuesto presentado el mes pasado es que la desde hace siete años casi tradicional estrategia de combinación de recortes con subidas de impuestos ha dado paso a un ligero aumento del gasto y a un pequeño alivio de la presión fiscal.
Por primera vez en un lustro no hay reducciones en materia de Bienestar y el único tributo que aumentará en 2015 será el que rige sobre el tabaco y ni siquiera su objetivo es recabar fondos, sino desincentivar a los fumadores.
El Gobierno ha decidido introducir concesiones para que, al fin, los irlandeses comiencen a sentir una recuperación que reiteradamente escuchan de la clase política, pero que se resiste a llegar a sus bolsillos.
La decisión, con todo, supera la barrera de las economías domésticas y supone un punto de inflexión con el que Dublín quiere mandar un mensaje claro a Europa: está en la senda correcta y puede permitirse actuar como una Administración casi ordinaria.
De momento, las primeras semanas tras la declaración de intenciones más poderosa desde que la salida del rescate han discurrido sin sobresaltos. A pesar de que agencias de calificación como Moody's consideraron el Presupuesto una "oportunidad perdida" para reducir el agujero financiero, la clase empresarial ha dado la bienvenida a medidas que rebajan la presión sobre el IRPF y que aspiran a estimular la economía interna para evitar depender tan crucialmente de las exportaciones. Casi tres cuartos de los negocios creen que el Presupuesto mejora las perspectivas para la economía irlandesa, según un estudio de PwC y, de hecho, la confianza empresarial aparece a su mayor nivel en ocho años, de acuerdo con el índice de KBC y el Colegio de Contables.
El problema que algunos analistas observan es que la nueva estrategia pasa a depender más del crecimiento que de la consolidación fiscal. En un escenario de incertidumbre como el que presenta la eurozona, esta exposición tiene el potencial de dañar las expectativas del Tigre Celta, pero ya que su mercado natural está en Reino Unido y Estados Unidos, los vaivenes de la moneda común podrían tener menos impacto del señalado. Es más, el sentimiento general es que el Gobierno ha sido conservador en sus previsiones de crecimiento.
Para este año calcula un 4,7 por ciento, más del doble de los dos puntos que calculaba cuando hace doce meses cerró la intervención, y para el que viene, un 3,6 por ciento, ambos superiores a las previsiones de hace tan sólo tres meses y, aún así, notablemente inferiores todavía a las de analistas externos, incluyendo el Banco de Irlanda, que estipula para 2014 un 5 por ciento, cuando tan sólo en julio daba para este año un 2,8 por ciento.