
El cataclismo electoral al que el austericidio merkeliano ha conducido a los gobiernos de la UE ha encendido la luz roja en Madrid, en Londres, en Lisboa y especialmente en París, donde el primer ministro, Manuel Valls -cuando todavía no habían transcurrido 24 horas de la debacle del socialismo de François Hollande- se apresuraba a anunciar una bajada inminente de impuestos para dar la vuelta a un clima político y social que, utilizando sus propias palabras "se ha vuelto insoportable".
Una receta española, elaborada en las cocinas de Montoro, pero que parece va a ver la luz antes en el país vecino, porque a Mariano Rajoy las alarmas, por muy rojas que se vuelvan, no le alteran la hoja de ruta ni los tiempos. Imperturbable, el presidente español ni cambia el Gobierno ni acelera los caramelos para recuperar la perdida confianza.
Un objetivo, este de recuperar la confianza erosionada, que es también el que provoca ahora las urgencias de Manuel Valls, con un doble objetivo: permitir a Hollande terminar el mandato de cinco años al frente del país, y consolidarse él mismo como relevo del actual presidente de la República al frente del partido y en el Palacio del Elíseo.
Para ello, como ha hecho aquí Rajoy, Valls va a hacer caso omiso de las ortodoxas y fracasadas recetas del FMI, y negociará con Merkel una relajación de los objetivos de consolidación fiscal y un aumento de las medidas de estímulo para el conjunto de la Unión que permitan compaginar el crecimiento con el ajuste de la cuentas públicas.
Con estas premisas, este francés de origen catalán se ha apuntado a ese hábito tan español de "que inventen ellos" y a imitación de su colega de Madrid se prepara para aprobar una rebaja fiscal que beneficiará a tres millones de franceses y permitirán exonerar del pago del impuesto de la renta a casi 1,8 millones de ciudadanos. ¿A que les suena?
La diferencia
Un gesto que los cálculos de la administración gala estiman va a representa un recorte de ingresos para el Estado francés de 1.000 millones de euros, que serán financiados en gran parte, y aquí está la diferencia con Mariano Rajoy, gracias al aumento de la recaudación por el impulso en la lucha contra el fraude fiscal.
Este nuevo programa fiscal completa el anunciado a principios del ejercicio en curso, que preveía liberar del pago del impuesto de la renta a 650.000 hogares, y está previsto que se integre en la ley de finanzas rectificada que será presentada al Parlamento el próximo mes de junio.
Pero Valls no va a parar ahí. De hecho, ya ha anunciado que de 2015 a 2017 habrá que integrar otras medidas para que, por ejemplo, y dentro de la capa de población afectada, entre las capas más bajas, un soltero verá reducida la cantidad a pagar en 350 euros, y una pareja, en 700 euros.
Y es que Valls y su gobierno son conscientes de que el fenómeno Le Pen tiene su origen en el empobrecimiento de la población francesa por las medidas de austeridad que vienen de Berlín, vía Bruselas, y que el radicalismo, el nacionalismo exacerbado y la xenofobia han sido el caldo de cultivo que ha prendido especialmente entre los jóvenes, las clases media y en los barrios obreros de las grandes ciudades.
Son las capas sociales más castigadas por la crisis, las que han soportado en sus espaldas y en sus bolsillos todo el peso de las subidas fiscales, los ajustes presupuestarios y los recortes sociales. Los más afectados también por el desempleo, las rebajas salariales y la pérdida de poder adquisitivo, y que en Francia, buscan refugio en las opciones extremistas frente a los grandes partidos.
Ha pasado allí con el Frente Nacional, en Italia con el excéntrico Bepe Grillo, en el Reino Unido con los nacionalistas del UKIP, en Grecia con la izquierda radical del Syriza y en España con Podemos, que es el heredero del 15-M antisistema. Valls ha sido el primero en reaccionar y en la buena dirección. Veremos que nos depara aquí Montoro.