
Si hay un hombre hecho a hablar durante largo tiempo, ése es Martin Feldstein. No en vano, a sus años como catedrático en Harvard suma la experiencia de haber sido el asesor económico de tres presidentes estadounidenses (Reagan, Bush hijo y Barack Obama).
Por ello, sorprende la afonía que le afecta desde primeras horas de la mañana, poco después de aterrizar en Madrid invitado por la Fundación Rafael del Pino. Pero la debilidad de su voz no mitiga la contundencia de los juicios en los que sentencia que el euro continúa siendo un fracaso o que la Reserva Federal estadounidense (Fed) está generando una nueva burbuja.
"El euro es un fracaso", decía en 2012 en medio de la peor crisis de la Unión Monetaria. ¿Piensa igual ahora?
Insisto en que creó problemas muy serios. En España, alimentó una burbuja inmobiliaria, por ejemplo. En general, se pensó que con el euro se limarían las diferencias de productividad entre sus miembros y se terminaría con las enormes brechas en los balances por cuenta corriente que han caracterizado a Europa.
No consiguió nada de eso; si España presenta ahora superávit corriente es debido a un doloroso proceso de devaluación interna. Le reconozco la virtud de haber ayudado a mantener a raya la inflación. Pero no es gran cosa: Brasil o México también lo han logrado sin nada parecido.
¿Cómo se explica un balance económico tan pobre?
Porque el euro es un instrumento político que obedece a diferentes objetivos según el país que consideremos. Alemania perseguía consolidar su poder en Europa; los franceses, por su parte, estaban dispuestos a aceptar el liderazgo económico alemán, pensando que para ellos quedaría la primacía en el ámbito político y diplomático?
¿España? Ahí tenemos un país deseoso de volver a la escena internacional después de una dictadura, primero a través de la OTAN y de la Comunidad Europea, después con el euro?
Lo que ahora divide a Europa es el debate entre austeridad y crecimiento. ¿Son incompatibles?
Hay que reducir el déficit, pero hay maneras mejores y peores de hacerlo. Más que subiendo impuestos o dejando la demanda interna deprimida, una vía más saludable habría sido mantener un tipo de cambio del euro bajo.
Pero se hizo lo contrario, mediante la obcecación por dejar durante mucho tiempo los tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE) más altos que los de la Fed o malinterpretando el mensaje que Mario Draghi lanzó en 2012. Dijo que haría todo lo posible para defender la existencia del euro, no su valor. Pero todo contribuyó a que el euro se apreciara.
¿No nos reconoce algún logro, siquiera en la reducción del déficit?
Países como España e Italia están perdiendo terreno en este ámbito. Dos años antes de que el Gobierno de Mario Monti cayera, todavía el FMI tenía base para prever que Italia arrojaría un superávit público en 2014. Eso ya resulta imposible.
En el caso de España, la previsión era más modesta, y se esperaba llegar al 3% de déficit en ese año. Lo único cierto es que a ambos países les va a costar todavía años recuperar el equilibrio. Sólo han logrado retrasar el problema.
¿Es más optimista con respecto a Estados Unidos?
Allí tenemos varios problemas. El PIB crece lentamente y la tasa de paro baja pero debido sobre todo a las personas que dejan de buscar trabajo. Además, seguimos teniendo un serio problema en las cuentas públicas: el ratio deuda pública-PIB se ha doblado. Al mismo tiempo, la política monetaria de la Fed ya no tiene efectos en el crecimiento y genera riesgos.
¿Alimenta la Fed otra burbuja?
Sí, lo vimos en varios países latinoamericanos en el pasado, en los que las condiciones monetarias invitaron a asumir riesgos excesivos y, cuando los tipos de interés subieron, las consecuencias fueron dramáticas.