
Aunque públicamente intentan, más bien con poco éxito, dar una imagen de unidad, lo cierto es que la política de voracidad fiscal del ministro Cristóbal Montoro ha abierto un cisma, rayano en el enfrentamiento, en el seno del Gobierno, donde cada vez son más los ministros que, de puertas para adentro y con poco éxito hasta ahora, piden a Rajoy que baje los impuestos ya. Silencio oficial en el PP.
Un frente anti-Montoro, en el que en círculos próximos a La Moncloa sitúan a los ministros de Economía, Luis de Guindos -cuyas discrepancias con su colega de Hacienda son tan notorias como antiguas-; de Industria y Energía, José Manuel Soria; y de Agricultura, Miguel Arias Cañete, además de otros titulares de carteras no económicas.
"Le hemos pedido al presidente que rebaje los impuestos, pero sólo escucha a Montoro", comentaba ayer en los pasillos del Congreso un alto responsable de uno de estos Ministerios, en alusión a las declaraciones que, en este sentido, realizaba en la noche del martes el expresidente José María Aznar.
Cierto es que ayer mismo, el titular de Economía se apresuraba a mostrar su "lealtad total" al presidente del Gobierno y se alineaba con Montoro, al asegurar que "no hay margen" para bajar los impuestos" repitiendo, como si de una consigna se tratara, las mismas palabras que horas antes pronunciaba Cristóbal Montoro.
Aunque, eso sí, añadía matizaciones, porque, tras asegurar que "sólo cuando se asiente la recuperación podría plantearse una rebaja de los impuestos", añadía que "como muy pronto cualquier retoque sería a principio del año próximo", ya que deben incluirse en los Presupuestos Generales del Estado.
Es decir, que De Guindos está hablando de 2014, cuando Montoro y Sáenz de Santamaría han remitido la rebaja fiscal como pronto para 2015. También negó el ministro que exista un planteamiento para reclasifica productos del IVA.
En el bando opuesto, la línea dura fiscal, que es la que apoya Mariano Rajoy, se alinea con Montoro el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, que mantiene buenas relaciones personales con la canciller Angela Merkel. Mientras que la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y la ministra de Empleo, Fátima Báñez, tendrían "el corazón partido", en palabras de un diputado popular.
Ambas integrantes del Ejecutivo sintonizarían ideológica y políticamente con el cumplimiento del programa electoral y una flexibilización de la política fiscal, pero guardan una estricta lealtad hacia Rajoy y hacia Montoro, por lo que no van a hacer frente común con el bando disidente.
Una división que ya dejaba entrever la secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, cuando la semana pasada hacía un llamamiento a la unidad con el Gobierno y su política, y que va más allá del Consejo de Ministros.
Porque el descontento con la política fiscal del tándem Rajoy-Montoro se extiende también al ámbito de los barones autonómicos, al grupo parlamentario, a los dirigentes provinciales y locales y a las bases, como demuestra el último barómetro del CIS, en el que los populares pierden 10,5 puntos en intención de voto.
Y son precisamente estos dirigentes regionales y locales quienes están sufriendo a pie de calle las desafecciones de sus votantes y conciudadanos que les responsabilizan de la asfixia fiscal, las denuncias de corrupción, la persistencia de la crisis, el incumplimiento de las promesas electorales y el desempleo.
Mantener el rumbo
Y no son sólo Esperanza Aguirre y José María Aznar, aunque las declaraciones del expresidente del Gobierno y presidente de honor del Partido Popular pidiendo a su sucesor que baje los impuestos y amenazando con volver hayan sido una especie de pistoletazo de salida para los discrepantes.
Porque con Esperanza Aguirre está su relevo en la Comunidad de Madrid, Ignacio González, quien ayer no podía ser más explícito al calificar a Aznar como "probablemente el mejor presidente de Gobierno que ha tenido España en estos años" y asegurar que sus opiniones y manifestaciones son "de enorme interés".
En la misma línea, la ministra de Sanidad, Ana Mato, aseguraba que Aznar es "un referente" en el partido y en la política española porque hizo una "magnífica gestión" .
También es crítico el presidente extremeño, José Antonio Monago, cuyo consejero de Economía, Antonio Fernández, ha anunciado ya que bajarán los impuestos en octubre. Y para ello están preparando un borrador de ley que establecerá bonificaciones de cuotas en el IRPF y en la fiscalidad sobre Patrimonio y Transmisiones.
Y, aunque más moderadamente, también han levantado ya la voz Juan Vicente Herrera, el presidente de Castilla y León, y otros destacados dirigentes nacionales de la vieja guardia aznarista.
Ni cambia ni responde
Y, mientras, ¿que dice el presidente? Fiel a su táctica de siempre y a su forma de ser, Mariano Rajoy ni cambia ni responde. Hasta en cinco ocasiones evitó ayer el jefe del Ejcutivo polemizar con José María Aznar. Primero en Madrid, por la mañana, y desde Bruselas, por la tarde, esquivó otras cuatro preguntas más de los informadores. "Tengo por norma no comentar jamás las opiniones de expresidentes del Gobierno y, por tanto, no lo voy a hacer", afirmó Rajoy, para apostillar que "no van a encontrarme ningún comentario sobre ningún expresidente, y menos con Aznar".
Eso sí, Rajoy aprovechó las preguntas sobre su antecesor para reiterar que va a continuar con su política económica porque "el rumbo marcado hay que mantenerlo". "No va a cambiar la política porque si no estaría "engañando a los españoles", insistió.
Pero, pese a la imperturbabilidad del presidente, los recados de Aznar a Rajoy y su Gobierno protagonizaron ayer la actualidad de la vida política y el tema estrella en el Congreso, donde lo que menos importaba era una sesión de control sin el jefe del Ejecutivo, que asistía al Consejo Europeo de Bruselas, y en donde los diputados populares no podían disimular la preocupación, unos, y una satisfacción contenida, otros, que hasta ahora se han limitado a criticar las decisiones del Ejecutivo con la boca pequeña y en privado.
Opiniones enfrentadas
La mayoría de los parlamentarios del PP repetían su sorpresa por las críticas abiertas a la gestión de Rajoy, ya que en el partido pensaban que lo que perseguía Aznar con esta entrevista era "limpiar" su imagen ante la "campaña de acoso y derribo" que le está haciendo el grupo Prisa. A este respecto, algunos dirigentes del Partido Popular le reprochan que haya demostrado cierta falta de lealtad al cuestionar públicamente la gestión del actual jefe del Ejecutivo sin utilizar los canales habituales, bien decírselo directamente o expresarlo en las reuniones internas del partido.
La valentía de Aznar
Frente a ellos, otros no dudaban en elogiar "la valentía" del expresidente Aznar, por entender que con sus manifestaciones ha recobrado el liderazgo moral entre los suyos, entre muchos militantes y entre el electorado del partido. "Aznar recoge el descontento de una clase media-alta que ahora está enfadada con Rajoy por medidas como las subidas de impuestos", añadían.
Más cauto, el portavoz del Grupo Popular en el Congreso, Alfonso Alonso, se limitó a decir que "respeta" las palabras de José María Aznar. Una actitud de cautela que no tenía el presidente de la Cámara, Jesús Posada, para quien "los que estuvimos con él podemos estar muy orgullosos de aquella etapa, pero las cosas se van para no volver".
Rajoy encontró incluso aliados poco habituales, como el portavoz Convergencia i Unió Josep Antoni Durán y Lleida, para quien el presidente del Gobierno "no se merece las declaraciones del expresidente Aznar, quien no le ha hecho ningún bien a Rajoy y debe asumir que un presidente del Gobierno tiene la legitimidad de la mayoría de los ciudadanos de este país".