Ni está ni se le espera. Como si la crisis no fuera con él, el Eurogrupo continúa andando por las ramas. Así volvió a demostrarlo en la reunión que celebró esta semana en Bruselas, en la noche del lunes al martes. Finalizada alrededor de las dos de la madrugada, la cita apenas parcheó dos agujeros negros que amenazan con abducir a España.
A finales de este mes debería salir con rumbo a España el primer tramo de la ayuda si hubiera una necesidad urgente: un préstamo de 30.000 millones de euros para apuntalar a la banca mientras se salvan los muebles aún salvables y se liquida el resto. Y el Gobierno dispondrá de un año adicional (la fecha tope pasa de 2013 a 2014) para reconducir por debajo del 3% del producto interior bruto (PIB) el déficit.
A cambio, el país queda bajo la supervisión trimestral de sus socios de la zona euro, y obligado a ejecutar una ronda adicional y draconiana de recorte del gasto público, subida de impuestos y privatizaciones. El vicepresidente de la Comisión Europea y titular de la cartera de Asuntos Económicos y Monetarios, el liberal finlandés Olli Rehn, advirtió ayer que "vigilará de cerca" que España aplique los tijeretazos prometidos a la UE, y que sanee el sector financiero.
Desembarquen o no físicamente en España -el Gobierno intenta evitarse esta humillación-, nuestro país sufrirá un férreo marcaje a cargo de los hombres de negro o los sabuesos de una troika reforzada: la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Autoridad Bancaria Europea.
Para más inri, el rescate bancario está pendiente de ser confirmado el próximo 20 de julio. Lo que mantiene la incertidumbre visto que Gobiernos europeos como el alemán o el finlandés comienzan a caer en la fea y poco constructiva tentación de poner en cuestión los acuerdos europeos en los que ellos mismos han participado, apenas pasan unas horas.
También sigue siendo una incógnita por despejar el monto del rescate. Europa puso a disposición de España un máximo de 100.000 millones de euros, de momento entregará 30.000, y la cantidad final dependerá de las conclusiones definitivas a las que en septiembre llegue la legión de consultoras y auditoras reclutadas por el Gobierno español y pagadas con cargo al bolsillo del contribuyente de a pie. El total de la ayuda se desembolsará a lo largo de 18 meses, y sólo Finlandia ha exigido colateral para garantizar que le sea devuelta su contribución a la operación (menos del 2 por ciento de la misma).
Las instituciones comunitarias detallaron que el vencimiento de los préstamos del rescate bancario será de hasta 15 años, con una media de 12,5 años. "El tipo de interés va a ser muy reducido", añadió Luis de Guindos quien, al ser interrogado por si se situará en torno al 3 o el 4 por ciento como se había calculado hasta ahora sostuvo que "incluso puede ser más bajo". De Guindos precisó también que el periodo de gracia del que disfrutará España antes de tener que pagar intereses por la ayuda rondará los 10 años.
Pero la única medida que desde hace meses es público y notorio que puede evitar que a España y a Italia la sigan desplumando los inversores cada vez que emiten deuda, única medida que puede dar un balón de oxígeno a ambos países y espantar al fantasma de la quiebra, sigue siendo tabú en Bruselas y, sobre todo, en la capital más poderosa del Viejo continente: Berlín.
La única medida (ni mágica, ni definitiva, ni sin contraindicaciones) pero que puede dar un golpe de timón en esta crisis del euro es una intervención del Banco Central Europeo (BCE), ya sea comprando bonos ibéricos y transalpinos a diestro y siniestro, ya sea apalancando al fondo de rescate para que éste tenga recursos suficientes para sujetar a estos dos países demasiado grandes como para dejarlos caer sin que arrastren al conjunto de la economía europea e incluso mundial, y demasiado grandes como para poder rescatarlos sin que Fráncfort dé un paso al frente.
Ya todo queda en manos de Mariano Rajoy. Más le vale a España que el presidente de su Gobierno acierte con una nueva ronda de medidas que cuadre el círculo de sanear las arcas públicas y reactivar el crecimiento económico y la creación de empleo. Medidas lo suficientemente contundentes, equilibradas y milimetradas como para recuperar la confianza de los mercados.
De lo contrario, Europa y el FMI se verán obligados a rescatar no sólo a la banca española, sino al conjunto del Estado y de las Administraciones públicas: el rescate total, la rendición total. De momento, la posibilidad del rescate total sólo se ha postpuesto de este verano al invierno que viene.