
La construcción de la supervisión bancaria europea "está en marcha", asegura Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo (BCE). Éste está manteniendo, en los últimos días, conversaciones con la Comisión, el Consejo Europeo y el Eurogrupo.
Pero las pistas esbozadas para reforzar el papel del BCE suscitan varios interrogantes para los expertos.
Obstáculos políticos
Los miembros de la Unión Europea divergen respecto al perímetro de esta unión. ¿Debería aplicarse a los 27 Estados europeos, o bien únicamente a los 17 miembros de la zona euro? En el primer caso, el BCE no podría desempeñar el papel de supervisor supranacional, dado que "es un banco central para los países de la zona euro exclusivamente", subraya André Sapir, universitario del think tank Bruegel.
La Autoridad Bancaria Europea (EBA) podría asegurar el papel de supervisor europeo, a condición de que adquiriera un poder jerárquico sobre los supervisores nacionales. Dado que Reino Unido no desea ceder su soberanía a una unión bancaria, y que Alemania exhibe su preferencia por una supervisión por parte del BCE, es probable que la elección de un esquema restringido a la zona euro acabe imponiéndose. Habrá que tratar, no obstante, el caso de países europeos no miembros de la zona euro que desearan unirse a la unión bancaria.
Obstáculos jurídicos
Avalada por Alemania, la independencia del BCE respecto de los Estados puede resultar ser una debilidad, y es que la institución no tiene medios, en caso de crisis sistémica, para solicitar el dinero de los contribuyentes nacionales, ni para imponer medidas coercitivas a las entidades bancarias. En un sistema democrático de concepción germánica, "semejantes competencias soberanas no pueden ser atribuidas sino a órganos sometidos a un control parlamentario", explica Helmut Siekmann, profesor de Derecho en materia monetaria de Frankfurt. En estas condiciones, a menos que se le confiara a otro órgano la labor de garantizar los depósitos y la resolución de las crisis, que son las otras dos prerrogativas de una unión bancaria, la independencia del BCE correría el riesgo de ser destruida.
Otra pregunta que se plantea: las consecuencias fiscales ligadas a las decisiones de un regulador supranacional de reestructurar o incluso cerrar un banco. El BCE no tiene mandato en materia de fiscalidad, subraya Thomas Mayer, economista jefe del Deutsche Bank. Es más sensato, según la opinión de este experto, el conferirle más poderes a la EBA, cuya responsabilidad responde a la Comisión y los parlamento europeos.
Conflictos de intereses
De momento, los órganos con competencia para conferirles a las recomendaciones del BCE una base vinculante son los reguladores o legisladores nacionales y, en el plano europeo, la EBA. ¿Serían acaso más eficaces los controles en los bancos si la supervisión corriera a cargo del BCE? Tal vez, pero hay quien señala el riesgo de que se dé un conflicto de intereses, pues el instituto se encontraría, a un tiempo, en el papel de prestamista en última instancia de los bancos, y en el de su supervisor.
Papel de la EBA
En caso de unión bancaria europea, la EBA, creada hace apenas dieciocho meses, podría convertirse en la conexión con el mercado único de servicios financieros. De esta forma, podría tener que ceder su papel al BCE para la supervisión principal del sector, en caso de que se implementara una unión bancaria europea.
El gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer, se inclina por el BCE, así como la canciller alemana, Angela Merkel. En cuanto a los británicos, que militan por esta unión bancaria pero probablemente no formarán parte de ella, consideran que la EBA no está capacitada para desempeñar este papel en su estado actual. "La EBA es una autoridad para los Veintisiete, no para los Diecisiete de la zona euro", explica Mark Hoban, responsable de asuntos financieros en el Tesoro. A Londres le interesa preservar un mercado único de servicios financieros entre los 27 distinto de una unión bancaria centrada en la zona euro.
Radicada en Londres, y constituida a principios del año pasado para suceder al Comité Europeo de Supervisión Bancaria (CEBS) y liderada por Andrea Enria, la EBA comenzó su misión por un ejercicio más que arduo. Sin poder integrar plenamente la hipótesis de defecto de un Estado soberano por razones políticas, se le encargó repetir el ejercicio de los tests de resistencia de los bancos europeos el verano pasado, ejercicio ya malogrado por el CEBS el año anterior.
Si bien la EBA se congratula de que los bancos hayan aplicado los planes de recapitalización de 115.000 millones de euros que les había fijado hasta el verano, ha sido criticada considerablemente en su misión. A día de hoy, antes de los próximos test de estrés, previstos para 2013, vela principalmente por que se apliquen las nuevas normas internacionales de solvencia y de liquidez (Basilea III), que serán considerados estándares de aquí a finales de año.