Economía

España busca liquidez de Europa 'in extremis' para evitar la intervención

Este viernes 22 de junio es la fecha decisiva en el marasmo europeo. España negocia con Alemania, Francia e Italia un acuerdo en ese encuentro a cuatro bandas para que Bruselas surta de liquidez al país y evite la intervención estatal. El objetivo es llevar el pacto a la cumbre europea del día 28 de junio.

Durante esa jornada, en Roma, se empezarán a sentar las bases que eviten que el huracán de la crisis de deuda tumbe la puerta de España, arrastre a Italia en su deriva y malogre el proyecto del euro. Será en una cumbre a cuatro bandas, en la que el primer ministro italiano, Mario Monti, convoca a Francia, Alemania y España para, entre las cuatro mayores economías de la eurozona, hacer frente común de cara a la reunión de la Unión Europea los días 28 y 29 de junio.

Esa postura común entre los cuatro países y que involucra a sus respectivos líderes -el anfitrión Mario Monti, la canciller germana Angela Merkel, el recién elegido Fran- çois Hollande y Mariano Rajoy- pretende saldarse con un pacto que incluya los mimbres de una unión bancaria y fiscal para Europa, algo que derivaría en la refundación del Tratado de Maastricht, y que conllevaría, como contrapartida, el compromiso de inyectar dinero a España, bien mediante una línea de liquidez, bien mediante compra de deuda por parte del Banco Central Europeo. De este modo, España lograría in extremis una inyección para soslayar su intervención, evitando, de paso, que zozobre aún más la nave del euro.

Catorce semanas sin comprar

Si finalmente el BCE -cuyo presidente, Mario Draghi, ha dejado claro que no será él quien supla la falta de acción de algunos Gobiernos- se pliega a comprar deuda, lanzará un mensaje claro a los nerviosos y expectantes mercados, que esperan, con su colmillo afilado, un pronunciamiento suyo desde hace semanas.

De hecho, ya son 14 las semanas en las que el banco de Fráncfort se ha abstenido de comprar bonos soberanos de la eurozona, incluso con la presión que los mercados ejercen sobre España. Una presión que no ha aflojado tras conocerse la puesta a disposición de una línea de crédito para apuntalar nuestro maltrecho sector financiero, y que se ha acusado en intereses y primas de riesgo en niveles insostenibles y que en otros Estados han sido desencadenantes de su rescate. Unos indicadores de peligro que se traducen, por otra parte, en intereses inasumibles para nuestros Presupuestos.

España frente a los mercados

Bien es cierto que pese al cerco de los índices de riesgo, España aún tiene acceso a los mercados. Pero podría perderlo a medida que se recrudezcan las dudas sobre el salvamento a su banca o sobre la capacidad del Tesoro para colocar títulos. En este sentido, el país afronta una semana decisiva. Espera captar 5.000 millones de euros en sendas emisiones de letras y bonos, en dos citas que serán sin duda decisivas y reveladoras. No en vano, se enfrenta a ellas nada más haber recibido una sonora rebaja de rating de parte de la agencia calificadora Moody's, que ha dejado su puntuación en los aledaños del bono basura. Es cierto que la cuenta del Tesoro tiene reservas hasta octubre, pero también es una realidad que la economía española puede atravesar momentos de iliquidez que demanden oxígeno financiero adicional.

Reunión clave en Roma

Así pues, la clave de la reunión cuatripartita del viernes, en Roma será definir entre Italia, Francia, Alemania y España una postura consensuada en beneficio de todos sus integrantes, con los ojos puestos en evitar el último coletazo de la crisis del euro en forma de dominó España-Italia.

Así pues, con dicho pacto se busca definir -previo apuntalamiento de España- un frente común que permita acudir a la cumbre del 28 y 29 de junio con un poder reforzado que desactive cualquier objeción de pequeñas pero saneadas economías, como la finlandesa o la austriaca, que exigen tanta ortodoxia como falta de visión de conjunto exhiben y que podrían debilitar cualquier iniciativa de las cuatro principales economías del euro si se concretara en peticiones atomizadas. No son grandes potencias, pero la percepción de países como Finlandia o Austria mira mucho más al ombligo de sus fronteras que al proyecto del euro, y encuentran el fácil caldo de cultivo de denostar a los famosos periféricos del sur, involucrados con papel protagonista en los vaivenes que azotan a la zona euro desde hace varios trimestres y cada vez con más saña.

Merkel no afloja con Grecia

En medio de todo, la canciller Merkel desautorizaba ayer al ministro de Exteriores germano, Guido Westerwelle, que el domingo mostraba visos de flexibilizar las condiciones exigidas a Grecia, tras la victoria de los conservadores de Antonis Samaras (Nueva Democracia) en las segundas elecciones celebradas en el país heleno en tan sólo seis semanas. Su salida al paso de las declaraciones de Westerwelle es una muestra de que la canciller está condicionada por próximas votaciones sobre el pacto fiscal, justo después de la cumbre europea, que puedan pasarle factura con sus socios de Gobierno y dentro del propio partido. Así, la canciller se sitúa en el difícil equilibrio entre sus problemas domésticos y los que atañen al conjunto del euro, un marco en el que una eventual caída de España sería devastadora para todos. Máxime cuando la realidad es que el Gobierno de Rajoy está haciendo su deberes, tal como reconocen de forma plausible los más recientes informes de los organismos internacionales e incluso los de las propias calificadoras que le bajan el rating al Reino de España. Algo que hace al Ejecutivo español consciente de que él mismo poco más puede hacer, porque las decisiones que afectan al devenir de nuestro país provienen realmente de fuera.

Además, en este contexto no habría lugar para una intervención de España, porque una intervención, per se implica la sustitución de las funciones de un Gobierno cuya actuación es deficiente. Y en este aspecto, España le toma la delantera a Italia, el otro foco candente del mercado, en cuanto a reformas de calado y medidas estructurales.

Además, el horizonte de inyectar a España no 100.000 millones de euros - cuantía que se ha señalado para sanear nuestra banca-, sino 400.000 o 500.000 millones, depararía un terror de dimensiones desconocidas ante la eventual sucesión de Italia por el desfiladero de los rescates. En este escenario, España es, más que nunca, la última barrera del euro.

De hecho, entre los cercos que se estrechan sobre España está la idea que cunde en los mercados de que el Eurogrupo habría liberado la línea de préstamo de 100.000 millones para España porque no podría brindarle los 500.000 millones que eventualmente supondría el rescate a la economía en su conjunto.

¿Prioridad de cobro?

Y no acaban ahí las dudas que suscita el préstamo a nuestro sector financiero. Se desconoce si el dinero que se inyectará a las entidades a través del Frob, provendrá del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), provisional, o del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), el fondo permanente que entra en vigor el 1 de julio. Una cuestión que no es baladí, porque si la inyección al Frob procede de este último, el MEDE, tendría prioridad de cobro sobre cualquier acreedor anterior y desataría el furor del mercado sobre España. Bruselas aún está a tiempo de evitarlo, optando por el fondo provisional o excepcionando su prevalencia de cobro.

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