
La impopular subida de impuestos de Rajoy y las medidas de ajuste severo con aumento del IVA de Monti están siendo premiadas, por el momento, por los mercados y por Bruselas.
Toca desbandada en el batallón de los PIIGS. El concepto, con connotaciones despectivas, se acuñó en alusión al grupo de países periféricos de Europa con desorden en sus cuentas públicas e indisciplina a la hora de aplicar medidas de corrección: Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España. Un grupo muy heterogéneo, sin embargo, del que algunos de sus componentes, para su fortuna, empieza a ser apeado.
El propio presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, dijo alto y claro esta semana que ve un "punto de inflexión" para la crisis de deuda que afecta a la eurozona en la bajada de la prima de riesgo de España e Italia en las últimas semanas. "Los últimos meses no han sido tan catastróficos como algunos tratan de mostrar. Por ejemplo, los diferenciales respecto a Alemania han disminuido de forma sustancial para Italia y España", señaló. "No digo que hayamos llegado al final; digo simplemente que hay una evolución positiva. ¿Es suficiente? No. ¿Hay un punto de inflexión? Sí, y espero que continuemos por esa vía".
En efecto y si nos atenemos a la prima de riesgo, que señala básicamente el precio que ponen los inversores a su confianza, las de España e Italia lleva varias sesiones relajándose. Ayer la española cerraba en los 305,52 puntos, acumulando un 10,95 por ciento de bajada con respecto a hace un mes, cuando se situaba en los 343,1 puntos. La transalpina se quedaba en los 373,82 puntos, cuando hace un mes escalaba a los 467,60 puntos. ¿Qué está sucediendo en estos alumnos aventajados de entre el resto de PIGS?
Impulso reformista
El cambio de Gobierno que propiciaron las urnas en nuestro país hace escasos meses ha constituido la mejor tarjeta de presentación para el nuevo presidente del Ejecutivo, Mariano Rajoy, en Bruselas. De hecho, el programa impulsado por su equipo, que incluye una reforma laboral y una reestructuración del sistema financiero, recibió el pasado día 30 de enero un fuerte respaldo por parte de los dirigentes europeos, incluida la todopoderosa canciller alemana, Angela Merkel, que dio un voto de confianza a Mariano Rajoy en la visita que realizó este último a Berlín.
Y, aunque España aún tiene en la agenda la reforma laboral, que se espera de forma inminente, el Ejecutivo popular no ha dudado en aplicar medidas dolorosas, entre ellas, la fuerte subida del IRPF y del IBI, así como el aumento de la jornada laboral y la congelación de sueldo para el personal al servicio de la Administración.
Que todas ellas sean suficientes en sí mismas para devolver la confianza de los mercados en nuestro país, está por ver.
Y no hay que olvidar el gran talón de Aquiles de nuestra economía: el elevado paro, con 5,27 millones de desempleados, y una tasa del 22,9 por ciento, que supera de largo al resto de las europeas (la media de los 27 roza el 10 por ciento). Hay tarea por hacer por tanto si este país quiere de verdad convertirse en "la Alemania del sur de Europa", como se encarga de asegurar el presidente de Gobierno, Mariano Rajoy.
Monti, por el buen camino
El último comunicado de Fitch resume bien la situación italiana: la agencia de rating, tras la decisión de su homóloga Standard & Poor's, ha rebajado la nota del país, pero ha elogiado la labor del Ejecutivo de Mario Monti. "Sólo gracias al considerable compromiso del Gobierno para el balance de cuentas y para las reformas se ha evitado un recorte más severo".
El mismo Monti lo había subrayado tras el ajuste de 30.000 millones de euros aprobado a fin de 2011: "Hicimos los deberes". Ahora, con el nuevo plan de liberalizaciones, el Ejecutivo empieza a ver algunos resultados también en la prima de riesgo de la deuda: los Btp decenales por fin han llegado a un tipo de interés del 6 por ciento, lejos del peligroso umbral del 7 por ciento.
El desafío de Monti, sin embargo, es el crecimiento: el primer ministro tiene que estimular la estancada economía que ha heredado de su antecesor para evitar que el PIB italiano, según prevé el Fondo Monetario Internacional (FMI), caiga en 2012 más del 2 por ciento. Por eso, tras el plan Crece Italia el Ejecutivo está estudiando nuevas liberalizaciones y una reforma laboral. Pero ahora que Roma ha demostrado su compromiso, ha explicado Monti, Alemania también tendrá que hacer los deberes soportando con medidas concretas los esfuerzos del socio transalpino.
Atenas: promesas sin cumplir
Ni los tecnócratas ni las amenazas alemanas han conseguido que Atenas ponga orden en sus cuentas públicas y relance la competitividad de su economía. En los últimos días, el BCE, la Unión Europea y el FMI han publicado un informe dramático en el que se subrayan todos los retrasos en el saneamiento del balance griego, cargado de una deuda de 357.000 millones de euros.
El país no ha conseguido recuperar el tiempo perdido y ahora los dictámenes de las tres instituciones se han hecho aún más estrictos: exigen que Atenas haga algo más en la reducción de los 680.000 funcionarios públicos.
El informe advierte de que el sistema sanitario griego puede reducir mucho los gastos en sanidad. Bruselas pide que el primer ministro Lucas Papademos identifique "dos o tres empresas públicas que se puedan colocar en el mercado en poco tiempo", de manera que resulte creíble el objetivo de recaudar unos 50.000 millones a través de la venta de compañías públicas. La troika pide que Grecia elimine el salario mínimo y liberalice taxis, gremios profesionales y farmacias.
Lisboa: aplicada pero endeble
Una economía débil y sumamente dependiente de las exportaciones -sobre todo españolas-, una profunda recesión -este año se prevé un retroceso del PIB del 3 por ciento-, unos vencimientos de deuda de 9.300 millones en 2012, amén del encarecimiento de su financiación, hacen sonar las alarmas de una primavera muy complicada, con augurios de un segundo rescate para Portugal, e incluso, una quita. En tal escenario, el primer ministro, Pedro Passos Coelho, ha anunciado una nueva oleada de privatizaciones, mientras concluye la venta de participaciones de REN-Redes Eléctricas Nacionales SA y de Galp Energía SGPS, a principios de 2012. Con estas medidas, el Ejecutivo intenta reducir el déficit público -en 2011 debería quedarse en el 5,9 por ciento- y, de paso, aplacar a los mercados, que esta semana parecen haber hecho su apuesta en la ruleta de la crisis: la recesión y el contagio griego obligarán a Portugal a pedir otro rescate. Una contingencia que el primer ministro negó el martes tajantemente: "Vamos a cumplir nuestros compromisos, no vamos a pedir ni más tiempo ni más dinero". Y eso, que la prima de riesgo de la deuda sube sin parar desde que el 13 de enero Standard & Poor's degradó el bono luso a la nota de basura. Y sin valorar un dato inquietante que dan los analistas: según la firma CMA, Portugal padece un riesgo de impago del 71 por ciento, por un 84 por ciento de Grecia.