
Nos comíamos las uvas, nos íbamos de fiesta para celebrar la Nochevieja y un par de días más tarde, a modo de tregua, en concreto el 2 de enero, una nueva moneda entraba en nuestra vida: el euro. Corría el año 2002 y de ese modo se cumplía con la última fase de nuestra integración monetaria en la Unión Europea. El euro cumple diez años en una celebración marcada por la crisis.
Se cumplen diez años de la efeméride y hoy el euro lo que hace es protagonizar las portadas de esta crisis de deuda y confianza que asola a los países que componen la eurozona, pero... ¿qué ha supuesto esta década de moneda única a pie de calle? ¿qué impacto ha tenido en nuestros bolsillos adoptar la divisa que comparten economías tan dispares como Alemania, Francia, Italia, Grecia...?
Para empezar un dato: salarios y precios no han caminado de forma paralela a lo largo de estos diez años. En el primer trimestre de 2002, el sueldo medio de un español fue de 19.802 euros, según la encuesta de estructura laboral del INE. En 2009, último año del que se disponen de datos, este dato fue de 22.511 euros, lo que supone que hasta ese año han escalado un 13 por ciento. ¿Y qué ha pasado con la carestía de vida?
La variación del IPC desde diciembre de 2001 hasta noviembre de 2011 arroja un 31 por ciento. Casi el doble. Menos dinero en nuestros bolsillos para pagar cosas que nos cuestan más caras.
En los primeros meses de aquel ya lejano año, el redondeo al alza de precios fue un clamor. El euro equivalía a 166,386 pesetas pero rápidamente se asimiló que todo aquéllo que costaba cien pesetas pasaba a costar un euro, por ejemplo. Y lo que ya suponían los consumidores ha sido confirmado por sucesivos estudios y eurobarómetros.
Pan, leche, huevos...
El más reciente, de la OCU, nos confirma que desde la introducción del euro en 2002, los precios de la alimentación han subido un 48 por ciento, la vivienda se ha encarecido un 66 por ciento y el transporte, entre un 45 y un 58 por ciento. Incrementos que se sitúan muy por encima del poder adquisitivo de los españoles, recordemos ese 13 por ciento de incremento en los sueldos.
Pero es que, si vamos al detalle, encontramos que productos tan básicos como el pan, la leche, el aceite de oliva, la carne, etcétera cuestan hoy el doble o más de lo que costaban hace sólo una década. El pan, un 85 por ciento más; la leche, un 48 por ciento más; el aceite de oliva, un 33 por ciento más, y la carne, un 36 por ciento más. Según los estudios que recoge la OCU, la cesta de la compra costaba a los españoles una media de 765.378 pesetas al año, es decir unos 4.600 euros. Este mismo conjunto de alimentos cuesta en 2011 unos 6.800 euros al año, casi el doble.
Trasladarnos también nos cuesta mucho más caro desde que el euro entró en nuestras vidas. El tren es un 45 por ciento más caro que en 2002; el autobús, un 48 por ciento más y el transporte urbano ha subido un 58 por ciento. Pero es que el carburante, cuya subida sirve para explicar la de los transportes en general, ha escalado un 82 por ciento a lo largo de estos diez años.
Estas cifras dibujan un escenario que tuvimos ocasión de apreciar desde el primer momento. Desde lo más cotidiano como tomar un café hasta la compra más compleja, como pueda ser la de una casa. Hoy, los datos confirman que los precios en los bares para consumiciones habituales de café, cervezas, etcétera, empezaron a costar en 2002 un 7 por ciento más caro, aparcar el coche en un parking nos costaba un 13 por ciento más y las entradas al cine se encarecieron un 9 por ciento de media.
Las tarifas postales merecen un capítulo aparte: en los primeros cuatro meses de 2002, el coste de los servicios se incrementó en un 51 por ciento. Las tarifas han seguido subiendo y enviar una carta o un paquete hoy sale un 107 por ciento más caro que en septiembre de 2001.
En suma, el euro ha encarecido los precios de los productos y servicios "más cotidianos" en España un 60 por ciento en los diez años que lleva vigente, según datos de la Confederación Española de Organizaciones Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (Ceaccu).
La organización ha afirmado que, en algunos casos, la moneda única ha llegado a incrementar los precios un 100 por cien, "como son los casos de las tarifas de correos, del Metro de Madrid o los precios en bares y restaurantes". La asociación ha explicado que "sólo" se han producido bajadas en productos relacionados con la tecnología, "sobre todo en ordenadores y vídeo consolas".
Ante estos datos, Ceaccu ha denunciado la "desproporción" entre la evolución de los ingresos de las familias y los precios, y ha asegurado que "ese desfase nunca llegó a recogerse en el IPC, ya que la modificación de su método de cálculo se produjo, precisamente, en el año 2002".
El fenómeno del redondeo
El fenómeno del redondeo al alza de los precios no fue exclusivo de España. Según un eurobarómetro del año de introducción de la moneda única, en todos los países, sin excepción, se percibía el aumento de precios. Así, el 80 por ciento de europeos respondían con un sí a la pregunta de si tenían la sensación de que con la conversión al euro los precios habían sido redondeados al alza. En España, ese porcentaje se elevaba al 86 por ciento; en Holanda, al 91 por ciento; en Francia, al 79 por ciento; en Alemania, al 87 por ciento y en Portugal al 65 por ciento.
A un año de la introducción del euro, en 2003, la Fundación Eroski llevó a cabo una encuesta a cerca de 2.000 españoles sobre sobre los efectos en la vida cotidiana de la entrada en vigor de la moneda comunitaria. De este modo, el estudio constató que era absolutamente general (lo sentía así el 98 por ciento de los ciudadanos) la percepción de que el euro había encarecido los precios y, en esta misma línea, que estaba muy extendida (41 por ciento, frente al 10 por ciento que piensan que ha resultado beneficiosa) la opinión de que ha perjudicado la economía personal o familiar.
Una sensación muy arraigada entre los consumidores en esos primeros momentos de convivencia con la moneda única, según la encuesta de Eroski, es que el dinero duraba menos tiempo en la cartera que antes: nueve de cada diez afirmaban que un billete de 50 euros cunde menos que su equivalente en pesetas antes de la llegada de la nueva moneda.
En 2006, los españoles, sin embargo, apoyábamos la introducción del euro. En un eurobarómetro de 2006, un amplio 60 por ciento de españoles se mostraba a favor de la introducción de la moneda única, frente a un 27 por ciento que se posicionaba en contra.
Si hay un sector en el que la adopción del euro no resultó barata para España fue el de la restauración. Durante los preparativos y la introducción de la moneda única, nuestro país sufrió la mayor subida de los precios aplicados en restaurantes y cafés entre los países de la Eurozona, según un informe de la UE en 2007 que destacaba que el incremento fue de más del 40 por ciento entre finales de 1998 y 2006.
Este trabajo indicaba que la media de subida en la zona euro se situó cerca del 30 por ciento. En Alemania, el incremento no llegó al 15 por ciento, en Bélgica y Francia no superó el 25 por ciento, y en Italia se quedó por debajo de la barrera del 30 por ciento.
En algunos Estados miembros fue patente un "salto" en los precios de restaurantes y cafés a partir de la entrada en circulación de la moneda única, si bien en países como Alemania u Holanda este ajuste, "claramente visible", dio paso a "tenues" subidas en los años siguientes.
En el caso concreto de nuestro país, el estudio indicaba que se venía produciendo ya una subida más acelerada en los años previos a la introducción física de los billetes y monedas de euro, pero fue con su puesta en circulación cuando la brecha con los demás países se ensanchó. Los autores del informe también destacaban que el comportamiento de los precios de restaurantes y cafés se ha extendido a otros servicios, especialmente a aquellos relacionados con el ocio, la reparación y la limpieza.
La burbuja inmobiliaria
Por otra parte, y si nos referimos al mercado de la vivienda, en el que la burbuja de precios sí se ha manifestado con toda su crudeza, la intervención de la moneda única no parece haber sido uno de los detonantes.
Hasta el punto que el FMI se molestó en elaborar un estudio, Los efectos del precio de la vivienda y de la política monetaria en una unión monetaria, que viene a concluir que España no habría podido evitar el estallido de la burbuja inmobiliaria aunque hubiera estado fuera del euro y hubiera tenido pleno gobierno sobre su moneda.
La revalorización de la vivienda en España durante el periodo de 1997 a 2007 ha sido del 191 por ciento según datos recogidos por The Economist, la segunda mayor de la OCDE y superior a la de países donde no se duda de la existencia de una burbuja, como el Reino Unido (168 por ciento) o Estados Unidos (85 por ciento). Según la Sociedad de Tasación, en diciembre del año 2000, el metro cuadrado costaba de media en España 1.453 euros. Once años de precios inflados en el sector del ladrillo lo han situado en 2.419 euros, un 66 por ciento más.
Lo cierto es que el fenómeno de la burbuja inmobiliaria (y del consumo en general) coincidiendo con la década de convivencia con el euro ha sido estudiado por los expertos a veces sin demasiado consenso. En un informe del Real Instituto Elcano de 2006 ya se incidía en la tasa de inflación en España, mayor que en las principales economías europeas.
En concreto, en opinión de Paul Isbell, autor del informe, "la política monetaria que se ha impuesto a España desde el BCE ha sido excesivamente laxa, estimulando el consumo, los préstamos y el crecimiento. Este choque asimétrico positivo -lo contrario de lo que Alemania ha estado experimentando- no sólo permite explicar el diferencial de crecimiento positivo que España ha registrado respecto al promedio de la zona euro, sino también la acumulación constante de desequilibrios, como el incremento de la deuda de las unidades familiares y la potencial burbuja del mercado de la vivienda".
Sin embargo, en 2003, el Servicio de Estudios del BBVA afirmaba que el llamado "efecto euro" había contribuido a encarecer la vivienda en España un 12,7 por ciento, según un informe sobre situación inmobiliaria entre los años 2000 y 2002. El informe subrayaba que la adopción del euro y su entrada en circulación representó el 12,7 por ciento de la subida total. recordaban, no obstante, el carácter cíclico de este mercado, muy vinculado a la evolución de la actividad económica general. Nos quedaban por vivir aún años de burbuja antes de sufrir el caótico pinchazo.