
Las previsiones para el año que viene son divergentes, pero el optimismo sólo lo mantiene el Gobierno.
Para responder a la pregunta sobre si España se dirige hacia una nueva recesión, primero hemos de tener claro a qué nos referimos cuando hablamos de recesión. Existe un cierto acuerdo en considerar recesión técnica cuando una economía presenta decrecimiento del PIB real en dos trimestres consecutivos. Por tanto, España entraría en una nueva recesión si sufriera al menos dos tasas negativas seguidas en los próximos trimestres.
¿Qué dicen las previsiones? Haciendo una revisión de las instituciones nacionales e internacionales más importantes que realizan previsiones para la economía española, se observa una divergencia de opiniones fruto de los diferentes modelos econométricos y supuestos de partida utilizados. Grosso modo, se podrían dibujar tres escenarios: optimista, realista y pesimista.
El optimista sólo lo compone el Gobierno de España, con previsiones de crecimiento interanual del PIB en 2011 y 2012 del 1,3 por ciento y 2,3 por ciento, respectivamente. El realista, está formado por la mayoría de analistas, entre los que se encuentran FMI, OCDE, Funcas, Santander o BBVA entre otros, cuyos pronósticos oscilan en torno al 0,7 ó 0,8 por ciento para 2011 y 1 ó 1,1 por ciento para 2012. Y el pesimista, integrado únicamente por Goldman Sachs, prevé una variación interanual de 0,7 por ciento en 2011 y -0,4 por ciento en 2012. La diferencia no solo está en los números sino también en la tendencia. Para Goldman Sachs, 2012 será mucho peor que 2011.
Éste es el comportamiento pronosticado en términos interanuales y, por tanto, la velocidad de crucero que se espera para la economía española, pero si queremos conocer con mayor precisión la situación económica actual y contestar a la pregunta de si entraremos en recesión o no, debemos acudir a las tasas de variación intertrimestrales corregidas de estacionalidad. En este caso, los datos disponibles del consenso de analistas españoles muestran un estancamiento literal de la actividad económica en el segundo semestre de este año (0 por ciento en el tercer trimestre y 0,1 por ciento en el cuarto) y aumentos muy débiles a lo largo de 2012 (del orden del 0,4 por ciento). Asimismo, Goldman Sachs indica en su último informe que la economía española sufrirá cuatro trimestres de contracción consecutivos a partir de finales de 2011, lo que se traduciría, en términos técnicos, en una nueva recesión.
¿Cómo interpretar las previsiones? Para comprender mejor el sentido de todos estos números, conviene repasar los últimos datos de coyuntura. Los indicadores de actividad se debilitan, sube el paro, baja la inflación pero influida por el retroceso del consumo, se reduce el déficit público pero cada vez más lentamente y los indicadores financieros se deterioran.
Tendencia a la baja
Los indicadores de actividad muestran, en su mayoría, una tendencia a la baja. Por ejemplo, el indicador sintético de actividad, que elabora el Ministerio de Economía, o el indicador compuesto adelantado de la OCDE, llevan debilitándose desde abril hasta el último dato conocido de septiembre. El indicador de sentimiento económico, que publica la Comisión Europea, también ha comenzado a recaer. Más preocupante es el comportamiento de las ventas al por menor, que aceleran su ritmo de caída hasta el 4,3 por ciento en agosto. Y la producción industrial excluyendo la construcción, que era de los pocos indicadores con crecimientos cercanos al 2 por ciento en determinados meses, sigue en negativo por el efecto arrastre de la desaceleración económica de nuestros socios comerciales.
En suma, la demanda interna sigue muy deteriorada (por el retroceso del consumo e inversión privados así como del gasto público derivado de la política fiscal restrictiva, de la que, por cierto, casi todos estamos de acuerdo en que hay que mantener pero combinándola con monetarias expansivas) y la demanda externa comienza a perder fuelle debido a la moderación del crecimiento de las exportaciones, resultado de la peor situación de la economía internacional, en general, y de la europea, en particular.
Por su parte, en el mercado de trabajo se continúa destruyendo empleo en términos netos. La tasa de paro desestacionalizada de agosto, publicada por Eurostat, alcanza el 21,2 por ciento (la más alta desde mediados de 1997) y los datos de septiembre ofrecidos por el INEM y la Seguridad Social no hacen sino evidenciar que seguirá aumentado la tasa de desempleo.
Efecto escalón
Se confirma la senda bajista de la tasa de inflación, consecuencia de la desaparición del efecto escalón provocado el año pasado por la subida del IVA y de la estabilización del precio del petróleo pero también es producto de la debilidad del consumo. El índice general se sitúa en el 3 por ciento anual y el subyacente en el 1,6 por ciento, en agosto. La inmensa mayoría de las previsiones sitúan el crecimiento sistemático y generalizado de los precios en torno al 2 por ciento en 2012, lo que permitirá políticas monetarias más acomodaticias (aceptar una inflación más elevada a cambio de mantener un nivel más alto de producción y empleo).
Por otro lado, se espera un incumplimiento de, al menos, medio punto porcentual del objetivo de déficit público en 2011 y 2012, que está fijado en 6 y 4,4 por ciento, respectivamente. Es cierto que se están reduciendo los números rojos pero cada vez a un ritmo menor. Se observa mucha dificultad para controlar el gasto público por las duplicidades entre Gobierno Central, comunidades autónomas y ayuntamientos, y también por la falta de ortodoxia de los mismos. El incremento del desempleo y de la prima de riesgo de la deuda, también complican el control. A lo que hay que añadir el intenso descenso de los ingresos públicos en los últimos meses debido a la inactividad económica.
El financiero no mejora
Y cómo no se va a comportar de esta manera el sector real si el financiero no hace sino demorar su recuperación. Sus últimos datos empeoran. Aumenta la tasa de morosidad hasta el 6,9 por ciento, se reduce la concesión de préstamos a empresas y familias hasta situarse en el -1,5 por ciento en agosto y el spread de los bonos a 10 años con respecto a Alemania no sólo no consigue bajar de los 300 puntos básicos sino que a veces coquetea con situaciones de estrés próximas al punto de no retorno.
En suma, y a la luz de los datos observados, el escenario realista previsto por la mayoría de las instituciones es el que a día de hoy presenta una mayor probabilidad de cumplimiento, no obstante, el escenario pesimista -al que tiende la economía- no se puede descartar en ningún caso. Así lo señala Goldman Sachs y así lo insinúa el Fondo Monetario Internacional. Todo dependerá de la gestión interna de las políticas estructurales y de control presupuestario y del impacto externo de la crisis de la deuda soberana en Europa así como de la capacidad de la Unión Europea para gestionarla, de las tensiones en los mercados financieros y del grado de desaceleración de la economía mundial.
(Carlos Poza es profesor titular de Macroeconomía, Universidad Nebrija)