
El mercado determinará en las próximas semanas si el acuerdo alcanzado este jueves en Bruselas por los jefes de Estado o de Gobierno de los 17 países de la zona euro basta para devolver las aguas a su cauce, reflotar a medio y largo plazo a Grecia, e impedir que el virus de la quiebra helena contagie a España, Italia y al conjunto de la economía mundial. En un primer momento, la reacción de los inversores fue muy alentadora, aunque luego las dudas volvieron a resurgir.
La crisis de la deuda pública entró hace dos semanas en una fase de infarto. La solvencia de ningún Estado de la zona euro se puede dar por garantizada por el simple hecho de compartir la misma moneda que Alemania, advirtió el miércoles 13 de julio Mario Draghi, que a partir de otoño presidirá el Banco Central Europeo (BCE).
España, como en primavera de 2010, volvió al ojo del huracán de la desconfianza de los mercados. Italia fue nueva compañera de penalidades. La amenaza de quiebra en Grecia, Portugal e Irlanda ha sido durante año y medio minúscula como la picadura de un mosquito a un elefante. Pero el insecto resultó ser portador de un virus que terminó por contagiar a Madrid y Roma, cuyas economías son demasiado grandes para dejarlas caer: arrastrarían al euro y a la incierta recuperación económica global.
Y también demasiado grandes para que los puedan rescatar: la deuda pública española se elevaba al cierre de 2010 a 638.767 millones de euros (igual que la suma de los débitos de Grecia, Irlanda y Portugal), y la italiana se disparaba a 1,84 billones.
Berlusconi enciende la mecha
Los 14 días de carrera contra el reloj para evitar el caos comenzaron el viernes 8 de julio, cuando los enfrentamientos y escándalos que salpican a Silvio Berlusconi, jefe del Gobierno italiano, y a su ministro de Finanzas, Giulio Tremonti, dejaron aún más al descubierto las incertidumbres del plan de ajuste valorado en 47.000 millones de euros elaborado por Roma.
El verdadero recorte del gasto y subida de impuestos se aparcaban hasta 2013 y 2014, una vez pasaran las próximas elecciones generales. Además corrió como la pólvora por las bolsas europeas el rumor según el cual el banco italiano Unicredit suspendería los test europeos de solvencia cuyos resultados se publicaron ayer. Los inversores sólo contaban hasta entonces con probables suspensos de algunas cajas de ahorros españolas y bancos regionales alemanes.
Los datos decepcionantes del paro en Estados Unidos fueron la gota que colmó el vaso y el resultado fue un viernes negro: se desplomaron las bolsas, especialmente la cotización de la banca, cayó el euro, se dispararon las primas de riesgo sobre la deuda pública española e italiana, etcétera. La bolsa de Milán retrocedió un 3,47 por ciento, mientras el Ibex 35 menguó un 2,53 por ciento y perdió el umbral de los 10.000 puntos.
Para prevenir un lunes negro, las autoridades bursátiles italianas introdujeron el domingo 10 la obligación de que los hedge funds o fondos de inversión libre y el resto de los especuladores que apuesten a la baja en Italia notifiquen sus maniobras.
Escabechina bursátil
El lunes 11 se produjo una nueva escabechina. La rentabilidad exigida en el mercado secundario a los bonos españoles con vencimiento a diez años superaron la frontera del 6 por ciento, lo que en el caso de Grecia, Irlanda y Portugal supuso entrar en la tierra de irás y no volverás.
Si la semana que viene los inversores no se relajan, España corre el riesgo de que sus emisiones previstas le salgan más caras que si solicitara ser rescatada por sus socios de la moneda única y por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En lugar de apagar el fuego con soluciones, los Gobiernos europeos dispararon las alarmas al ser incapaces, una vez más, de pactar una solución.
Por la mañana se reunieron en Bruselas el presidente del Banco Central Europeo (BCE), el francés Jean-Claude Trichet; el presidente del Consejo Europeo, el conservador belga Herman Van Rompuy; el presidente de la Comisión Europea, el conservador portugués José Manuel Durao Barroso; y el conservador Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo y presidente del Eurogrupo: las reuniones de los ministros de Economía y Finanzas de los 17 países del euro.
Por la tarde se reunió el Eurogrupo. Y al día siguiente se reunieron los ministros de Economía y Finanzas del conjunto de los 27 países de la UE.
Vía abierta a las quitas
Cero resultados concretos. Pero se abrió la vía a prolongar hasta 2014 el rescate de Grecia (caducaba en 2012), a añadirle 85.000 millones de euros a los 110.000 millones en préstamos ya ofrecidos. Y, lo que es más importante y puede sentar precedente, se cedió a la pretensión alemana, finlandesa y holandesa de imponer una quita más o menos voluntaria a bancos, aseguradoras y fondos de inversión titulares de papel griego.
La jornada del martes 12 comenzó con una debacle en los mercados frenada con la simple insinuación de que el BCE se disponía a intervenir, comprar deuda de los países en apuros, y así inflingir pérdidas a los especuladores que apostaban por el desplome bursátil.
Antes de que Fráncfort metiera el miedo en el cuerpo a los inversores bajistas, el ministro de Finanzas Tremonti había abandonado la reunión en Bruselas de sus homólogos europeos para intentar apagar el fuego en Roma rehaciendo un plan de austeridad más serio y creíble, acatando la exigencia de la víspera de la canciller Merkel.
Demasido poco y tarde
El primer ministro griego, George Papandreu, aireó una carta en la que acusaba a sus socios europeos de hacer demasiado poco y demasiado tarde. Y poco después de que el socialista español Joaquín Almunia negara la credibilidad de las agencias de rating e instara a los Gobiernos a tomar medidas y no esconderse, Fitch degradaba la calificación de la deuda pública de Irlanda a la categoría basura.
Van Rompuy acudió a Madrid y a Lisboa, donde se reunión con José Luis Rodríguez Zapatero y su homólogo portugués, Pedro Passos Coelho. En presencia del presidente del Consejo Europeo, Zapatero culpó a Merkel del contagio de la crisis a España e Italia, y le pidió que tomara medidas.
Las bolsas rebotaron el miércoles 13 al saber que la Reserva Federal estadounidense planeaba nuevos estímulos económicos. Fitch alabó el plan de ajustes italiano, que a esas alturas se elevaba a 65.000 millones, contemplaba el copago sanitario y congelar pensiones, y prometía privatizar empresas públicas como el Goliat energético Enel.
Las buenas noticias quedaban empañadas porque los Gobiernos europeos eran incapaces de ponerse de acuerdo incluso en algo tan simple como la fecha de una cumbre en Bruselas para que los jefes de Estado o Gobierno de la zona euro concretasen los contornos del plan para blindar a España e Italia, y terminar de apuntalar a Grecia. Alemania frenaba la cita.
Merkel frena la negociación
El jueves 14 explicó Merkel que no se oponía a la celebración de una cumbre, siempre y cuando los ministros de Economía y Finanzas hubieran despejado con garantías el camino hacia el acuerdo. Lo contrario, a su juicio, sería elevar las expectativas en la víspera y defraudar al término de la cita, lo que aumentaría la volatilidad del mercado. La reunión prevista para el viernes 15 de julio quedaba aparcada hasta el jueves 21.
El enfrentamiento era patente. Tras atacar Zapatero el martes a la canciller, la vicepresidenta Elena Salgado, en una entrevista que el rotativo alemán Süddeutsche Zeitung publicó el jueves, aseguró que no era buena la idea de Berlín de empujar para que el sector privado contribuya a los rescates de países en apuros. Y la acusó de ser uno de los motivos de tensión en los mercados financieros.
Las bolsas volvieron a perder terreno el jueves -el Ibex menguó un 0,71 por ciento-, confirmando que el repunte de la víspera fue un espejismo. Y el mercado desplumó a Italia, obligada a ofrecer un interés del 5,9 por ciento para emitir bonos con vencimiento a quince años, y un 4,93 por ciento a cinco años; un coste equiparable e incluso superior al que pagan Irlanda, Portugal y Grecia por la ayuda que reciben de Europa y del FMI. Mal presagio para las emisiones de deuda previstas en España la semana siguiente.
La buena noticia del jueves fue que los ajustes presupuestarios y las reformas económicas del Gobierno irlandés aprobaron el segundo examen trimestral al que han sido sometidas por la CE, el BCE y el FMI que, por tanto, mantienen abierto el grifo del programa de ayudas sin sustos como los que en junio casi dieron al traste con el rescate de Grecia.
El gran acontecimiento del viernes 15, tras el cierre de los mercados, fue la publicación de los resultados de los test de estrés a la banca europea. El miércoles se había retirado del examen el banco público regional alemán Helaba.
Las cajas de ahorros españolas, como la banca regional alemana, insistieron durante la semana en empañar y criticar el ejercicio por sentirse injustamente tratadas.
Los test de estrés no convencen
La reacción de los mercados mostró el lunes 18 que no se creían que los bancos europeos estuvieran suficientemente capitalizados en caso de que los Estados del euro empezaran a caer como un dominó: el Ibex cayó un 1,44 por ciento.
Volvía el temor a que en los próximos meses volviera a ocurrir como hace un año, cuando la banca irlandesa aprobó el simulacro pero a la hora de la verdad cayó y arrastró al Estado al precipicio. El domingo 17, la canciller alemana Angela Merkel sembró nuevas incertidumbres al amenazar con no ir a la cumbre del jueves 21 si las posiciones de los países europeos seguían demasiado enfrentadas como para esperar un acuerdo. El lunes 18 se destapó que además de imponer una reestructuración de la deuda griega, Europa barajaba imponer una tasa a la banca de hasta 26.000 millones de euros anuales para financiar el rescate de Atenas. Idea que no fue abandonada hasta el jueves 21.
El secretario del Tesoro estadounidense, Tim Geithner, reclamó a los europeos una solución para la crisis de la deuda en la zona euro, como si acaso Washington tuviera en este capítulo alguna lección que dar al Viejo Continente.
El martes 19, los mercados desplumaron a España en una emisión de letras que marcó un nuevo récord, y cuya rentabilidad superó a la de los depósitos. Barack Obama y el FMI presionaron a Alemania para que como país más poderoso de la UE catalizara una solución.
Pero Merkel dio otro desplante: descartó un resultado espectacular en la inminente cumbre del jueves, y afirmó que no cedería en el rigor con el que había tratado hasta la fecha a los países en apuros.
Sarkozy fuerza el desenlace
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, forzó de inmediato una cumbre improvisada en Berlín con Merkel: una cena el miércoles por la noche que se prolongó hasta la madrugada del jueves y despejó el camino hacia la cumbre de la zona euro en Bruselas el jueves a mediodía. La gestión de Sarkozy animó a los mercados y el Ibex subió el miércoles un 3,06 por ciento esperanzado.
El jueves 21, los mercados anticiparon un resultado positivo sin esperar a la conclusión de la cumbre a alrededor de las nueve de la noche. El Ibex volvió a terreno positivo en 2011 y recuperó el umbral de los 10.000 puntos. La deuda pública española vivió su día menos malo desde mayo de 2010, y el rendimiento del bono a 10 años bajó del 5,98 al 5,72 por ciento.
Por la noche, Europa acordó con la bendición del FMI y del BCE un segundo rescate griego con préstamos de 109.000 millones de euros, más una contribución de los bancos entre 2011 y 2020 valorada en 135.000 millones. Y una flexibilización del fondo de rescate para que compre deuda en el mercado secundario, y ayude preventivamente a países como España e Italia y a sus bancos sin esperar a que se desplomen., como en Grecia, Irlanda y Portugal.
El viernes 22 por la mañana los mercados celebraron el acuerdo, pero la euforia se desvaneció a lo largo de la jornada. Ahora queda otro test de estrés: la reacción de los inversores a medida que se destile en las próximas semanas la letra pequeña del acuerdo; y según las decisiones del jueves arrojen resultados en los meses que vienen. Porque contra la crisis de la deuda, no hay remedios instantáneos.