El economista y director del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia Jeffrey Sachs cree que las divisiones sociales sobre las políticas fiscales de los gobiernos desarrollados se están acentuando. Y asegura que es lógico, ya que los recortes sociales vienen de la mano de reducciones de impuestos empresariales, exacerbando unas desigualdades en la riqueza que se han visto potenciadas por la globalización.
En un artículo en el diario británico Financial Times, Sachs, que es asesor del secretario general de la ONU, Ban-Ki-Moon, y director del Proyecto del Milenio de la misma organización, realiza un alegato contra la carrera por reducir impuestos que se está llevando a cabo a nivel global.
El economista recuerda que tanto en EEUU como en el Reino Unido se ha producido una transferencia profunda de riqueza dede las clases medias y bajas hacia los ricos en los últimos 30 años, pero la respuesta a sus problemas fiscales actuales ha sido recortar los servicios públicos y al mismo tiempo reducir los gravámenes empresariales. "El contrato social está en peligro", asegura
Sachs cree que las fuerzas políticas y económicas que están desgarrando nuestras sociedades son muy fuertes. La primera es la globalización, que ha puesto una presión extrema en los salarios de los trabajos menos cualificados y al mismo tiempo ha dado nuevas oportunidades de inversión al mundo financiero y empresarial, asegura. El resultado es que los ingresos del 1% más ricos se han disparado.
Ante esta situación, en la que el capital se puede mover fácilmente, los gobiernos han entrado en una competición por reducir los impuestos a las empresas buscando atraer capital a sus países, un race to the bottom (carrera a la baja) en el que finalmente los ricos salen beneficiados por partida doble: por la propia fuerza de la globalización y por la respuesta a este fenómeno por parte de los gobiernos, asegura Sachs.
Otra razón que sugiere el economista para esta "generosa atención a los recortes de impuestos para la élite es, por supuesto, el escabroso papel del gran dinero (big money) en las campañas políticas", y destaca que esto es especialmente vergonzoso en EEUU. Allí, según Sachs, la principal diferencia entre los dos grandes partidos es que las petroleras suelen financiar a los republicanos y Wall Street a los demócratas. "Por lo demás, ambos partidos están en manos de intereses que exacerban las peligrosas desigualdades generadas por la globalización".
El problema del déficit
El resultado de esta situación, asegura el economista, es el déficit. Sachs reconoce que el Reino Unido merece crédito por luchar contra él antes de que sea demasiado tarde y también asegura que EEUU, tras años de keynesianismo naif y oportunismo fiscal, comienza a seguir esa línea.
Pero el problema de ambos, según el profesor de Columbia, es que "quieren hacer lo imposible: dirigir una economía del conocimiento, del siglo 21, moderna, de alta tecnología y próspera sin la base fiscal necesaria; principalmente para satisfacer a las clases altas y a las multinacionales, que amenazan con irse a otros regímenes fiscales más favorables o dirigir sus contribuciones a cualquier otro si no consiguen los recortes de impuestos que ansían obsesivamente".
El economista cree que durante demasiado tiempo el debate sobre política fiscal se ha basado en falsas premisas. El centro-izquierda ha tendido a querer disminuir la importancia de los déficits presupuestarios, mientras que el centro-derecha ha hecho lo propio respecto a los impuestos a los más ricos.
Elevar los impuestos a los ricos
"Una posición más responsable coge un poco de las dos partes. Necesitamos reducir los déficits, pero de manera justa, eficiente y sostenible, elevando los impuestos a los ricos, que están disfrutando de un boom en su nivel de vida de una forma sin precedentes en la historia".
Sin embargo, añade que los países no pueden actuar por su cuenta. "Las defensas políticas en el Reino Unido y en EEUU contra el poder de los ricos están viniéndose abajo. Las multinacionales y sus desproporcionadamente ricos dueños están enfrentando a unos gobiernos con otros, y con éxito. El juego está claro, y está funcionando extremadamente bien".
Por ello, Sachs propone, como punto de partida, que los miembros de la OCDE reúnan a sus ministros de Finanzas para delinear unos principios básicos de justicia presupuestaria: "que los ajustes fiscales hacia el equilibrio son necesarios pero que se deben llevar a cabo de una manera justa; que las necesidades básicas de los ciudadanos deben ser protegidas en los periodos de rigor fiscal; que las recientes tendencias hacia niveles de desigualdad sin precedentes requiere de mayores, no menores, impuestos para las rentas más altas, incluidos los beneficios empresariales; y que la coordinación fiscal y regulatoria entre países es vital para impedir una carrera fiscal a la baja ruinosa".