Economía

Merkel y Sarkozy imponen a España el ritmo de las reformas

El eje París-Berlín mantiene su hegemonía en la Unión Europea y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, a pesar de algunos desacuerdos concretos, siguen cocinando todas las iniciativas para anclar al euro en un terreno más firme. Editorial: ¿Ya mandan Merkel y Sarkozy en la política económica española?

Ayer el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció un paquete de medidas urgido por el directorio establecido como núcleo duro de la Unión Monetaria, en el que, además de los dos mandatarios de Francia y Alemania, se encuadran el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy; el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso; el presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet y su tocayo, el presidente del Eurogrupo, Jean Claude Juncker.

Seis políticos, todos ellos del campo conservador, que el domingo pasado, poco antes de que se reunieran el Eurogrupo y el Ecofin, estudiaron las posibles salidas para los países que se encuentran en la segunda línea de fuego de la actual crisis financiera, España e Italia, lo que explica que la tercera y cuarta economías de la Eurozona fueran obviadas en esta reunión.

Las circunstancias de la agenda internacional permitieron que, un día más tarde, se produjera un careo entre los responsables de las instituciones europeas y Silvio Berlusconi, José Socrates y José Luis Rodríguez Zapatero, durante las sesiones de la cumbre Unión Europea- África que se celebraba en Trípoli. (Por cierto, este encuentro se estaba produciendo en el momento en el que el presidente del Gobierno español debía dirigirse a la asamblea, dando lugar a que fuera la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, quien leyera las aportaciones españolas a la cumbre, según reveló una emisora de radio española).

De la reunión entre los tres primeros ministros meridionales con Van Rompuy y Durao Barroso salió la conclusión de que las medidas de ajuste anunciadas por los respectivos gobiernos y los rescates financieros de Grecia e Irlanda no han sido suficientes para frenar los ataques contra el euro. Ante esta constatación, la urgencia de nuevas medidas en los países más vulnerables para dar seguridad a los mercados cobra una evidencia palmaria.

Aunque el primer efecto de dicha reunión por parte española, la insistencia en la apelación al Banco Central Europeo para que adquiera deuda soberana de los países más comprometidos -que hizo Rodríguez Zapatero antes de salir de Trípoli-, no cayeron en saco roto, llegaron las advertencias del directorio sobre nuevas medidas económicas que avalen el ajuste prometido por las autoridades españolas en el Plan de Austeridad y que se cifran en un déficit del 6% en 2011.

Esa urgencia ha sido la causa de que el presidente del Gobierno haya dado a conocer el grueso de las medidas (mañana el Consejo de Ministros aprobará alguna más) en un trámite parlamentario de tan escaso fuste como las preguntas rutinarias de la oposición en la sesión de control de los miércoles, en el Congreso de los Diputados.

Otro de los efectos de la reunión de Trípoli es menos explicable. Las acusaciones más o menos explícitas contra Angela Merkel por la susceptibilidad del Gobierno alemán con la situación real de España y sus propuestas de una mayor implicación de los tenedores de deuda (especialmente el sector financiero) que afectaría de lleno a los bancos y las cajas españoles.

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