
El susto bursátil del mes de mayo hizo que Rodríguez Zapatero diera su mayor sprint neoliberal o, al menos, eso parecía.
La reforma financiera, la reforma laboral y la reforma de las pensiones eran su nueva carta de presentación en Bruselas. No obstante, situándose ya en el mes de septiembre, el presidente del Gobierno da por finiquitada la reestructuración financiera y del sistema laboral, pero, ¿dónde quedó el compromiso de renovar la Seguridad Social?
Si en el mes de junio, el propio Zapatero daba fe de su responsabilidad de su cargo y decía que este año no habría vacaciones y que el Gobierno se quedaría trabajando todo el verano para tener el sistema de pensiones totalmente reformado en septiembre, la realidad ha sido algo distinta. No sólo ha sido casi imposible encontrar a algún responsable en el Ministerio de Trabajo o en la Comisión parlamentaria del Pacto de Toledo durante el mes de agosto, sino que la vicepresidenta Elena Salgado aseguró el pasado jueves en Moncloa que el Gobierno "espera" y "confía" en llevar la reforma de pensiones antes de final de año, siempre que la Comisión responsable tenga listas sus recomendaciones de cambio, porque de no ser así el Gobierno "esperará" indefinidamente.
Los actores internacionales parece que hoy por hoy no tienen sus ojos sobre nosotros y, aunque pueda ser cuestión de semanas o días, es tiempo suficiente para que el presidente se centre en apagar el fuego que tiene en casa.
Presupuesto, comicios, huelga...
Asimismo, negociar en estos momentos una rebaja generalizada de las pensiones, ya sea alargando la edad de jubilación o ampliando el periodo de cómputo para calcular la prestación, derivaría en una fuerte confrontación no sólo con los sindicatos, que justificarían todavía más su huelga general del 29 de septiembre, sino con los partidos. A día de hoy, ningún grupo político ha mostrado su colaboración para abordar el cambio del sistema. Y la posibilidad de llevarla a cabo sin consenso, a través de decreto-ley, evidenciaría aún más la soledad parlamentaria del Gobierno. Lo que a estas alturas del año, con los Presupuestos a la vuelta de la esquina, podría ser el final de un gobierno.
Su giro político le ha llevado a reemplazar el diálogo, el talante y las políticas sociales por hacer reformas a toda prisa. Con ello, ha conseguido el rechazo de los grupos de izquierda, tan sólo Coalición Canaria y la Unión del Pueblo Navarro son un valor seguro para que apoyen los Presupuestos Generales del Estado de 2011. Pero el Ejecutivo necesita más votos para sacarlos adelante. Y ya es sabido que CiU estará centrado en los comicios catalanes, donde tendrá que responder meramente a sus estrategias electorales, que no dejan tregua ni para una simple abstención.