Si finalmente sale adelante el programa de respaldo a Grecia, supondría un cambio de estrategia de la UE y buscaría evitar la propagación de la desconfianza a más países, una realidad cada vez más palpable. Pese a que la atención se centra en las denominadas naciones de la periferia, como Grecia, Italia, Portugal y España, el contagio es evidente en otros eurosocios, incluso entre algunos de la zona noble.
Es el caso de Francia. Protegerse contra un posible impago (CDS) del Estado galo costaba ayer 66 puntos básicos -ó 6.600 dólares por millón-, más del doble de los 32,05 puntos básicos a los que concluyó 2009. También refleja incertidumbre la evolución de la diferencia entre la rentabilidad de los bonos franceses y alemanes a 10 años. Hasta hace dos semanas, esta prima de riesgo se limitaba a 22 puntos básicos -ó 0,22 puntos porcentuales-. Ahora ronda los 35 puntos básicos, la mayor brecha desde octubre.
Algo similar ocurre con otros países del corazón de Europa. Como Bélgica. El CDS belga ha aumentado de los 53,8 a los 79,8 puntos básicos en 2010, el nivel más alto desde abril, mientras que el diferencial de rentabilidad entre los bonos belgas y alemanes a 10 años ha crecido desde los 32 hasta los 55 puntos básicos en el mismo periodo.
Tampoco Austria se libra de las sospechas. El seguro contra el impago de su deuda se ha incrementado de los 84 a los 100 puntos básicos en 2010, la cota más elevada desde julio.
Por tanto, la dimensión del problema cada vez es menos nacional y más regional. "Toda la tensión sobre la deuda pública europea es precisamente eso: un problema europeo", sostiene José Luis Martínez, estratega de Citi en España.
Hechos, no palabras
Este incierto entorno ha otorgado mayor trascendencia a la cita de mañana en Bruselas, una impresión reforzada por la presencia de Trichet y por las fricciones que afloraron de nuevo en las altas esferas de la UE. Para los expertos, sin duda, se presenta como una oportunidad para que los líderes europeos ejerzan de cortafuegos para frenar el deterioro de la confianza con respecto a la solidez de la Europa del euro.
"Los gobiernos de la Eurozona deben salir juntos a la palestra enviando mensajes de firmeza: no se va a dejar caer a ningun país y todos van a aplicar rigor fiscal", reclama Juan Ignacio Crespo, de Thomson-Reuters. "Es poco probable que los estados miembros de la Unión Europea permitan que los países periféricos amenacen al euro", indica igualmente Rory Bateman, de la gestora Schroders.
Si no intervienen, el contagio seguirá su curso. "Los inversores internacionales han detectado la fragilidad en el seno de la eurozona y la falta de coordinación. Es un paraíso para ellos", advierte el economista jefe de una firma de inversión española.