Economía

Un tipo serio: del látigo contra la estanflación al azote de Wall Street

"Tengo una curiosidad. La gente me pregunta para qué necesitamos una Fed". Quien pronunció estas palabras, allá por 1980, fue el ex presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan. Y quien las recibió, Paul Volcker, que ocupaba la presidencia de la Reserva Federal (Fed), el banco central norteamericano, desde el 6 de agosto de 1979.

Se trata de una anécdota más en el amplio historial de ironías del líder republicano. Pero no es una cualquiera. Fue un recado lanzado con toda la intención. En el poco tiempo transcurrido desde su desembarco en la institución monetaria, Volcker ya había subido el precio del dinero del 10,6 al 20 por ciento, un nivel jamás visto desde el nacimiento de la entidad en 1913. Su objetivo no era otro que contener una inflación de doble dígito que era herencia de las consecutivas crisis del petróleo de los 70.

Una meta loable, pero que se topó con un problema: la economía estaba estancada. Y más que se estaba parando conforme Volcker aumentaba los tipos. De ahí el reproche de Reagan, que veía cómo las decisiones del timonel de la Fed nutrían el malestar de la población.

Dos metros de sobriedad

Pero Volcker no es un tipo impresionable. Primero, porque el que impresiona es él. Mejor dicho, sus dos metros de altura. Y luego, por su carácter introvertido. Nada diplomático. Un profesional que asumió sin rechistar que el sueldo de 116.000 dólares que cobraba al frente de la delegación de la Fed en Nueva York, cargo que ocupó entre 1975 y 1979, quedara reducido a 57.500 dólares cuando dio el salto a Washington. Su única licencia, los puros que fumaba. Vamos, un banquero central de los de antes. De los que se lleva el ponche sin importarle que se acabe la fiesta por ello.

Poco dado a la fama y los focos. Y no sólo de presencia, también de obra. La historia siempre le recordará como el hombre que venció a la estanflación, la letal combinación de estancamiento (estan) e inflación (ilación), sin que le temblara el pulso por elevar los tipos por mucho que eso condujera a la recesión. Era consciente de que éste era el peaje que debía pagar para contener antes la inflación y ocuparse después de reactivar el crecimiento. Y ahí volcó todos sus esfuerzos.

¿Una simple pose?

No, este economista forjado en Princeton, tenía más que interiorizado su trabajo. Y el de sus sucesores. "Felicidades. Ya eres un banquero central", le dijo a Alan Greenspan, quien le relevó en la Fed en 1987, cuando subió los intereses por primera vez. Demócrata declarado, pese a lo cual Reagan le designó para un segundo mandato en 1983, retornó a la actualidad por figurar entre los principales asesores económicos de Barack Obama.

Y a sus 82 años no ha fallado a las expectativas que le situaban como un guardián de la disciplina económica tras los excesos y la laxitud que desembocaron en la crisis actual. Ahora, convertido en el azote de Wall Street, resurge su inmensa figura. Así es Paul Volcker. Un tipo serio, como el título de la última película de los Cohen.

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