
En época de crisis las divisas de algunos países se ajustan a la baja frente a las de otros que son más fuertes o están menos afectados. Y esto, en ocasiones, puede ser bueno al servir de estímulo económico en el caso de que ayude a potenciar las exportaciones. Pero, ¿qué pasa con aquellos países que tienen un tipo de cambio fijo?
Cuando el cambio es fijo, como el caso de los países bálticos, la presión aflora por todos los lados.
Michael Casey, columnista de Dow Jones Newswire, cuenta en una columna que el primer ministro de Estonia, Andrus Ansip, aseguró recientemente a preguntas de un periodista que ni su país ni Letonia devaluarían sus respectivas monedas frente al euro. Como señala Casey, la pregunta era difícil de eludir, pero el simple hecho de mentarlo puede hacer que los especuladores se propongan tumbar a estos países bálticos.
De hecho, los más aviesos del mercado ya pusieron a prueba el compromiso de Letonia con su moneda. Y antes de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) tomara cartas en el asunto, el lat letón fue atacado al igual que la lita de Lituania y el kroon estonio.
La "amenaza" griega
Ahora la amenaza viene de la crisis de deuda de Grecia, donde el margen de rentabilidad de sus bonos frente a los bunds alemanes se desplomó el jueves más allá de los 400 puntos básicos por la primera vez.
Según Casey "no puedes cortocircuitar un tipo de cambio inexistente de Grecia, pero si se puede intentar con las divisas bálticas, apostando de hecho contra sus bancos centrales".
Y es que, a pesar de su compromiso con el Mecanismo de Tipos de Cambio Europeos (ERM por sus siglas en inglés), no es difícil imaginar a un desesperado gobierno báltico devaluando su moneda como último recurso.
Además, no sería una ocurrencia novedosa porque sólo hay que recordar el famoso movimiento de George Soros en 1991, que forzó a la libra esterlina a salir del ERM. O cuando una jauría de fondos de cobertura forzaron a divisas asiáticas a salirse de sus soportes durante la crisis de 1998: la devaluación del bat tailandés fue el pistoletazo de salida de la crisis.
Pero por ahora los estados bálticos han resistido, a pesar incluso de que naciones de la Eurozona tan endeudadas como Portugal, España o Irlanda hayan sentido cierto contagio de Grecia. No obstante, su inmunidad no está asegurada.
Los deuda de los aspirantes
Letonia, Estonia y Lituania, todos aspirantes a unirse al euro en los próximos cuatro años, están en la misma tesitura que Grecia.
Su historia muestra cómo las rigideces estructurales de la Unión Monetaria Europea, arrastrando ahora al euro a su mínimo en seis meses, tiene implicaciones más allá de los límites de la Eurozona.
Por ahora, la confianza del Primer Ministro Ansip está bien fundada en lo que respecta a su país. Con un ratio de deuda relacionado con el PIB del 13% y un déficit fiscal previsto para 2010 del 2,8%, Estonia mantiene en orden sus cuentas.
Pero Estonia ha pagado un precio por su disciplina. Se espera que su economía haya sufrido una contracción de doble dígito en 2009 con un desempleo del 13,3%.