Economía

Desafíos urgentes e impostergables

Combatir el cambio climático es uno de los objetivos de la Agenda 2030

Vivimos momentos clave en la historia del planeta y de la humanidad que marcan un auténtico cambio de era generado por los límites de un modelo de crecimiento lineal y de corto plazo que ha valorizado la riqueza en una sola dimensión, en torno a las expectativas de retorno financiero del PIB de una economía y no ha internalizado en la manera de valorar la riqueza la dimensión social ni la dimensión medioambiental de la realidad; este diseño ha dejado los impactos sobre estas dimensiones externos al modelo y fuera de control, impactos que una vez sometidos a la gran aceleración exponencial de los ritmos de crecimiento desde la segunda mitad del siglo XX los vivimos hoy en día como auténticos límites medioambientales y sociales al modelo y como desafíos urgentes e impostergables para la prevalencia de la humanidad en el planeta tal como lo conocemos.

La paradoja radica en que precisamente esta manera de externalizar los aspectos sociales y medioambientales tiene como consecuencia que de los 10 principales riesgos actuales para el sistema económico financiero global según el Foro de Davos , los 4 primeros sean de carácter medioambiental, y el quinto de carácter social, derivado de las desigualdades cada vez más profundas entre y dentro de los países.

Estos riesgos, exacerbados por otro elemento determinante del cambio de era como es la revolución de la industria tecnológica digital 4.0 que genera realidades más hiperconectadas que nunca, desemboca en sociedades cada vez más volátiles, más inciertas, más complejas e impredecibles3 que impiden la generación de la estabilidad y confianza que requieren los mercados de medio y largo plazo, impide diversificar los riesgos de las carteras de inversión globales y exponen al sistema económico financiero global a una vulnerabilidad estructural en el corto plazo.

No es sorpresa, por lo tanto, que una de las reacciones más poderosas para transitar de una manera justa y pacífica de este modelo lineal a un modelo de desarrollo sostenible sobre el que construir la confianza, la estabilidad, la previsibilidad y la sostenibilidad de las economías de medio y largo plazo sea el propio sector financiero global.

La tendencia global de este sector está en regenerar el ciclo económico financiero global invirtiendo masivamente en la transición industrial hacia una economía global descarbonizada y medioambientalmente sostenible, generadora de nuevas tecnologías, energías, infraestructuras verdes, todos ellos sectores intensivos en demanda agregada, generadores de empleo y capaces de absorber inyecciones de liquidez importantes.

Cuatro de los diez principales riesgos para el sistema económico son medioambientales

Esta transición además debe ser justa, debe tener base social y poner a la persona en el centro para contribuir a reducir las volatilidades y dotar a los proyectos de la estabilidad y previsibilidad de medio y largo plazo que requiere el sistema económico financiero global.

Para una transición de estas características es vital la gobernanza. Esto genera una nueva paradoja: la secular diatriba ideológica vinculada al modelo de crecimiento lineal entre el papel del mercado vs. el papel del estado, no es capaz de generar estabilidad, confianza y previsibilidad de largo plazo en esta nueva era: Es preciso cultivar un nuevo concepto de gobernanza colectiva que permita involucrar a todos los actores, públicos y privados con el conjunto de la ciudadanía, a construir un nuevo contrato social; alianzas que faciliten alinear miradas y co-crear hojas de ruta compartidas, compartir capacidades, tecnologías , recursos y datos con los que construir estabilidad y previsibilidad que atraiga la inversión de largo plazo.

A este desafío responde la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y los 17 ODS y la necesidad de que esta Agenda se contextualice en cada territorio del planeta sirviendo como marco para construir contratos sociales en lo local conectados con un contrato social global; a este desafío se orienta asimismo el Pacto Verde Europeo y el paquete de financiación masivo sin precedentes en la ortodoxia de un modelo lineal cortoplacista de 750.000 millones de euros.

En esta encrucijada histórica, no es casual que donde más viable se perciba una transición de estas características sea a nivel del territorio. Y, en este sentido, no es casual tampoco que Euskadi sea un ejemplo de resiliencia ante las tensiones cortoplacistas, apoyado en hechos como el de mantener hojas de ruta y políticas de oferta como la industrial sobre las que vertebrar un proyecto país a largo plazo, o como el papel de las Cajas de Ahorro vascas que, lejos de orientar los negocios bancarios de las Cajas a las tensiones especulativas generadas por la liberalización de los mercados de derivados y que desembocaron con estrépito en la policrisis del 2008, mantuvieron la actividad financiera vinculada a canalizar el ahorro a la inversión hacia el tejido productivo vasco y a la cohesión económica y social del territorio.

El sector financiero está invirtiendo en la transición hacia una economía descarbonizada

Estas decisiones son reflejo de un ecosistema institucional, empresarial, social, académico y ciudadano democrático, plural y diverso, y con un sentido de pertenencia compartido en torno a un proyecto de territorio de largo plazo que refuerza a, y se alimenta de, un contrato social necesario sobre el que abordar los retos de este cambio de era.

La decisión publicada hace unas fechas por BBK hay que entenderla en este contexto histórico como un hecho relevante. La decisión estratégica por mantener el control de un proyecto denota que estamos hablando de, además de una Obra social propietaria de un negocio bancario, de un auténtico vector estratégico, que actualiza y redobla su apuesta por tomar parte en la transición hacia un modelo de desarrollo humano sostenible para el territorio y jugar un papel relevante en la alianza con las instituciones (Ayuntamientos, Diputación, Gobierno Vasco), el tejido empresarial, asociativo, académico y ciudadano por la construcción de un contrato social que permita dar respuesta a los retos económicos, sociales, medioambientales, institucionales y humanos que son los ODS de la Agenda 2030 para Bilbao, Bizkaia y Euskadi; un contrato social que redunde en un territorio sostenible, próspero, cohesionado, con valores y competitivo capaz de atraer la financiación pública y privada hacia un proyecto robusto de largo plazo en cuyo centro estará el dotar a cada una de las generaciones presentes y futuras de bizkaínas y bizkaínos de las condiciones y capacidades necesarias para ser libres en el ejercicio de sus derechos y el desarrollo de sus planes de vida, sin que ninguna persona se quede atrás.

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