
Siendo aún un adolescente, Hugo Ramos, residente en La Coruña, soñaba con tener un buen trabajo que le permitiera conducir un Porsche hasta su propio apartamento. Hoy, apenas un lustro después de que estallara la crisis, sus objetivos revelan una rebaja de las expectativas de toda una generación. Este es el retrato que los reporteros de la agencia económica estadounidense Bloomberg hacen de la situación que según ellos viven hoy los jóvenes españoles.
"Me gustaría poder comprar un Porsche, pero para eso necesitaría un trabajo de tiempo completo y eso no va a pasar a corto plazo", confiesa Ramos, un mecánico de 21 años en paro cuyos únicos ingresos provienen de trabajos temporales, como por ejemplo de repartidor de pizzas, y que, para su pesar, aún vive con sus padres y conduce un Seat Cordoba que tiene más de 20 años de antigüedad.
Como tantos otros en su país, Ramos se está ajustando a las pobres perspectivas de la España post-crisis con un pragmatismo hasta ahora inédito en su generación. En lugar de un Porsche, ahorran para un coche nuevo más asequible de Opel o Volkswagen.
Es lo que lleva tiempo calificándose de 'Crisis del Cayenne', la que está llevando a tantos consumidores a abandonar sus expectativas de adquirir vehículos de alta gama para pasarse a la creciente tendencia low-cost que proponen macas como Dacia o Tata, como demuestra el hecho de que el pequeño Sandero se haya colado este año entre los modelos más vendidos.
El objetivo es pagar en efectivo para evitar asumir el tipo de deuda que ahogó a muchos otros jóvenes en el pasado con la compra de coches caros y que condujo a la recesión del país. Pero al mismo tiempo, esas dudas que tiene Ramos a la hora de renovar su automóvil, común a buena parte del potencial público objetivo del sector, es el que está frenando la recuperación española.
Los incentivos empiezan a reanimar el consumo
El crecimiento del 0,1% en el tercer trimestre del presente ejercicio marcó el primer aumento en la cuarta economía más grande de la zona euro desde marzo de 2011: en ausencia de grandes incentivos estatales, lastrados por los mayores recortes presupuestarios de la democracia en España, las exportaciones son las que están liderando la recuperación.
Sin embargo, en el último año, se han revelado como factor clave también las ayudas públicas que el Gobierno ha destinado para renovar el envejecido parque automovilístico español. Planes como el PIVE o el PIMA Aire de incentivo a la compra de coches nuevos han puesto de nuevo en marcha el gasto del consumidor en este sector. En total, el gobierno ha destinado ya 365 millones de euros para insuflar aire a las ventas de coches, que han caído un 56% desde 2008 hasta sus peores niveles en los últimos 20 años.
Los esfuerzos han comenzado a dar sus frutos. Las matriculaciones aumentaron un 34 por ciento el mes pasado y acumulan ya un leve crecimiento del 1,1% en lo que va de año, gracias sobre todo a la mayor popularidad de los coches más pequeños, que también han contribuido a levantar el mercado europeo por primera vez tras 18 meses.
Más Seat Ibiza y menos BMW
Se prevé que las ventas de coches urbanos como los Volkswagen Polo, Seat Ibiza u Opel Corsa se eleven un 17 por ciento este año, triplicando su cuota de mercado respecto al año pasado. Por el contrario, se estima que las de las berlinas medias y de gran tamaño caigan del orden de un 15 por ciento.
Atrás quedan los tiempos en que España era uno de los grandes puntos calientes para las marcas de coches de lujo. Gracias a la facilidad con la que fluía el crédito antes de que estallara la crisis, firmas como BMW o Porsche veían cómo se disparaban sus ventas de modelos de varias decenas de miles de euros como sus Serie 3 o Serie 5 y el todoterreno de lujo Cayenne. Ahora, por el contrario, las entregas de BMW acumulan un descenso del 57 por ciento en España desde 2007, cuando era una de las diez marcas más vendidas. Desde entonces, ha sido reemplazado en el ránking por otras marcas como Nissan.