A sus cuarenta años, Mario Migueláñez lleva 18 siendo el director general de la marca que lleva su apellido y que este año celebra su treinta aniversario.
Tres décadas que han hecho de los Migueláñez una saga familiar que desde que empezó a estar vinculada al dulce, con una panadería a principios del siglo XX en Lastras del Pozo (Segovia), no ha parado de consagrar su vida a la distribución de productos y artículos de confitería.
Licenciado en Empresariales, Recursos Humanos y Marketing por la Universidad de Saint Louis en Misuri (Estados Unidos), Mario Migueláñez se incorporó a la empresa familiar en 1994.
Corrían por entonces tiempos difíciles para la empresa que su padre había fundado once años antes, en 1983. Y es que la crisis de 1991 le pasó factura, hasta el punto de que los Migueláñez se vieron obligados a vender todo lo que tenían para seguir adelante con el negocio y a reducir su plantilla de 300 a 30 trabajadores.
Al fuerte ajuste económico se unió la vuelta a España del primogénito de Onésimo Migueláñez y Soledad Martín, quien apostó por revitalizar la compañía haciendo de la innovación su bandera.
Fue entonces cuando la firma empezó a lanzar nuevas líneas de producto. Líneas que con el tiempo se han transformado en marcas.
Adía de hoy, Migueláñez, que da trabajo a más de 400 personas -entre empleos directos e indirectos- tiene cinco marcas: Migueláñez, la más conocida por el consumidor; Migueláñez Chocolates, creada para distinguir la oferta de bombones y chocolates de la tradicional especialidad de la firma; MGZ, para la exportación; Picotadas, para snacks salados y frutos secos; yMigueláñez Celebraciones, que agrupa productos para fiestas y eventos, como piñatas y regalos con chuches.
Esta última ha sido la que los Migueláñez lanzaron en la primavera de 2012, coincidiendo con la feria Alimentaria de Barcelona y después de facturar 35 millones de euros en 2011, lo que supuso un 5 por ciento más que en 2010.
A falta de que la familia confirme sus ventas en 2012, su previsión es haber vendido un 5 por ciento más que en 2011, siendo la pata de los chocolates la que más se ha resentido por la crisis.
Culpa de esos resultados la tienen los 30.000 puntos de venta que Migueláñez acumula en España (incluido uno en el ParqueWarner de Madrid), su vocación por la innovación
(cada año lanza unas 50 nuevas referencias), su afán por elaborar artículos sin gluten y lactosa y su acierto a la hora de apostar por un certificado jalal para casi todas sus
chuches.
Algo que le ha permitido llegar a países como Emiratos Árabes Unidos o Palestina, aumentando el destino de sus exportaciones (también presentes en Costa Rica,
República Dominicana o Mongolia).
Aumentar las ventas en el exterior es uno de los
desafíos de Mario Migueláñez, a quien laAsociación de Jóvenes Empresarios de Madrid le concedió en 2007 el premio al relevo generacional.
Migueláñez llegó en 2012 a Nueva York y se mantuvo en todas las provincias y la distribución de España, menos en los discounter.