Comunidades Autónomas

Quo Vadis, Catalunya?

Desde las elecciones autonómicas catalanas hasta hoy y seguramente los días venideros también, asistimos a un espectáculo proporcionado por los políticos catalanes que bien merecería el calificativo de vodevil o comedia cómica, si no fuera porque quienes poseen hablan en nombre de todos nosotros nos inquietan con sus vaivenes y cambios de actitud ante las nuevas situaciones que se crean.

No quisiera entrar en el detalle de los últimos aconteceres políticos, ya que no es el tema de este escrito y además porque han sido analizados al detalle por todos los comentaristas y las redes sociales. Solamente quisiera comentar, a mi modo de ver un hecho fundamental y es la aprobación por parte de nuestro Parlament de un documento que incita a desobedecer toda norma, sentencia o ejecutoria que provenga del Tribunal Constitucional o del Estado y que vaya en contra de la voluntad de crear un Estado propio catalán, aunque ahora dicho documento se interprete de un modo menos perentorio por algún dirigente político y promueva de nuevo la negociación.

Estos vaivenes radicales desorientan a los ciudadanos, sobre todo a aquellos que se tomaron en serio el discurso independentista. Los políticos que han defendido el independentismo han jugado con los sentimientos de los catalanes, de todos los catalanes, los que creyeron sus intenciones y palabras y deseaban independizarse y los que, por el contrario, deseaban permanecer en España, ya que se hallaban inquietos y se consideraban mal defendidos por su Gobierno de Madrid, que los ignoraba.

Hoy se ve que todo este movimiento social provocado en favor de la independencia, todos estos discursos en favor de una Cataluña próspera e independiente, se llevaban a cabo para ocultar otras muchas debilidades de la gestión política diaria, una gestión de gobierno muy cuestionable, una corrupción escandalosa y una debilidad política para hacer frente a la crisis que nos invadía.

Todos estos años de movimientos de masas, de banderas independentista y republicanas, de movilizaciones sociales, de invasión de propaganda a través de los medios controlados por la Generalitat en favor de un Estado Propio, de qué nos han servido. Ahora qué, se preguntan los catalanes, ahora nada, porque no se consigue, porque nunca se conseguirá sin pacto y sin acuerdo con el gobierno de España.

Ahora se ha visto que toda era una construcción de cartón piedra, sin cimientos sólidos, porque el voto de los catalanes no ha sido definitivo a su favor y no han conseguido doblegar a un partido radical que tiene otros fines. A su vez han sido testigos del peso y fuerza que posee el Gobierno Central y sus instituciones. Las sentencias y leyes que no querían obedecer han caído sobre veintiun políticos y sobre todos los funcionarios y esto a nivel personal atemoriza.

A día de hoy se ve claro que aquellos honestos ciudadanos que deseaban la independencia de un Gobierno Central que observaba pétreo y brutal, en su incapacidad de diálogo, pero no llevaba a cabo ninguna acción para moderar estas ansias de libertad, que seguían a sus líderes sociales y políticos para apoyarles en su caminar hacia la independencia, observan ahora, unos con desilusión, otros decepcionados y otros francamente encolerizados, que han sido manipulados hasta la saciedad por unos politicos que son capaces de modificar su discurso de un modo radicalmente opuesto de un día para otro, en aras de una desconocida estrategia.

Hacia donde puede o debe dirigirse Cataluña ahora y que consecuencias pueden derivarse de esta estrategia independentista fracasada.

El peso de los sentimientos

La mayoría de los catalanes nos dirán que desde el primer día consideraban la independencia de Cataluña como un desiderátum inalcanzable y si apoyaban ésta política, era por sentimientos diversos, pero no por razones lógicas y estudiadas. Por tanto, la constatación de este fracaso no les sorprende, aunque les desilusiona y entristece. En consecuencia, la vuelta a la realidad después de un largo y prometedor sueño, carecerá de consecuencias a nivel personal y regresaremos al punto de partida como si no hubiera ocurrido nada. La vida seguirá igual y nuestra sociedad, la catalana, continuará su día a día, como si nada hubiera ocurrido, como si se tratara de una jugarreta infantil de la que nadie sufre las consecuencias.

Sinceramente, no creo que sea así. Creo que tendrá consecuencias, no sé si graves o leves, pero las padeceremos. Quisiera explicarme este actuar político de nuestros representantes. Este actuar de Cataluña es conocido a nivel internacional. Nuestra diplomacia catalana ha inundado las cancillerías de los países con los que tratamos y les ha informado de nuestras intenciones. Ha intentado concienciar a políticos e instituciones de muchos países, sobre la bondad de nuestras intenciones y la fortaleza de nuestra economía, de nuestra modernidad y de nuestro afán de compartir ideales y riqueza a partir de nuestra independencia. A raíz de esta campaña internacional, lo ocurrido en Cataluña estas últimas semanas ha sido noticia internacional.

El fracaso del Govern en su afán por encontrar apoyos para gobernar, la aprobación de un documento en el Parlament que aboga por incumplir las leyes emanadas de España, de ignorar las sentencias de Tribunal Constitucional, de independizarse sin tener la mayoría de votos a favor de los catalanes, de negociar con la CUP, un partido radical y antisistema, inquietan. Los medios de comunicación internacionales han emitido opiniones que han asombrado a sus respectivos países. Han difundido una imagen de una Cataluña dividida en dos mitades, de un gobierno y unos políticos capaces de saltarse cualquier norma si va en contra de sus intereses, de unos partidos políticos incapaces de darle una salida civilizada a esta situación kafkiana.

Esta imagen de una Cataluña desnortada, dividida, irracional y carente de políticos con una visión desinteresada a nivel personal pero ambiciosa y deseosos de crear una sociedad fuerte y cohesionada, permanecerá durante mucho tiempo en las mentes de nuestros socios y amigos, traerá consecuencias negativas para Cataluña.

Los efectos, visibles a largo plazo

Los catalanes no notaremos ningún cambio la semana que viene, ni dentro de un mes, ni quizás dentro de seis meses, pero sí que se modificarán nuestras vidas y nuestras economías a medio y largo plazo. Las empresas, sobre todo las grandes y en especial las multinacionales, cuando deciden ampliar sus negocios o invertir en nuevas áreas, estudian los entornos más favorables a sus intereses y tienen el mundo entero para tomar la decisión de ubicarse en un lugar o en otro. Lo primero que descartan es un país inestable, mal gobernado, inseguro jurídicamente y con veleidades políticas. Hemos de tener en cuenta que realizan inversiones a muy largo plazo y de cuantías importantes, por ello no pueden equivocarse y precisan de una seguridad jurídica y política a toda prueba. Una vez decidido el país, estas empresas deciden su ubicación física, buscan suelo con beneficios fiscales o bien financiado, buenas comunicaciones, tanto nacionales como internacionales, infraestructuras modernas y un entorno social y político favorable a su instalación y que no genere oposición en la sociedad donde deciden ubicarse.

Quisiera equivocarme, pero Cataluña, después del espectáculo que estamos proporcionando a la comunidad internacional, no es un territorio que posea unas características adecuadas para la instalación de grandes empresas.

Barcelona desde mediados del siglo XVIII inició un camino de desarrollo imparable que ha durado hasta hace pocos años, a mi modo de ver inicia su declive suave con el primer Govern del tripartito, declive que continúa a día de hoy. Como en toda economía, se trata de vasos comunicantes, el desandar de Barcelona beneficia a Madrid que estos últimos años crece de un modo importantísimo y como todo aquello que aparenta éxito posee un efecto llamada y unas necesidades de todo tipo, se inicia un efecto multiplicador imparable que beneficia a aquella ciudad.

Por el contrario, cuando se paraliza el crecimiento o bien aparece el retroceso, aunque sea leve, provoca el efecto contrario al anterior. Cualquier iniciativa importante se cuestiona debido al declive de aquel lugar y esta toma de decisiones colectiva profundiza el decaimiento de aquella ciudad. Son fases de la historia de los territorios y de las ciudades que se prolongan en largos periodos y es muy difícil conseguir un cambio de tendencia.

¿Ya no sirve Canadá?

Hoy nuestros políticos catalanes defensores de la independencia, no mencionan Canadá, pero hace unos años era un ejemplo para Cataluña. Quebec, provincia francófona, pretendía independizarse del resto del Canadá. Ambas partes llegaron a acuerdos y permitieron en dos ocasiones la celebración de referéndums que planteaban su separación. En ambas elecciones ganó el no por poca diferencia y desde entonces, hace unos veinte años, ya no se ha vuelto a hablar del tema. Nuestros políticos no lo exhiben como ejemplo porque a raíz de aquellos tiempos inquietos, las multinacionales se trasladaron de Montreal, capital de Quebec, a Toronto, anglófona y estable en su política de futuro. La población de Montreal desde entonces ha crecido muy poco y la de Toronto se ha multiplicado por dos. Toronto es hoy el centro financiero e industrial más importante del Canadá y hace unos años lo era Montreal.

A Barcelona y a Cataluña les puede ocurrir idéntico fenómeno, el traslado de poder económico a otros lugares de España, principalmente Madrid, donde se encuentren más seguros, más confiados y el largo plazo se prevea estable.

A las gentes que apoyan a partidos radicales, tanto en sus aspectos sociales como económicos, como la CUP, o bien por su política independentista radical, como ERC, el razonamiento expuesto más arriba les es indiferente, al contrario, casi lo desean. La CUP pretende el reparto de la riqueza, la nacionalización de la banca, la elevación de la fiscalidad con el fin de conseguir el máximo dinero de los ricos y de las empresas para cumplir los objetivos que se han impuesto y los partidos independentistas, supeditan cualquier política a conseguir la independencia.

A todos ellos y a toda la ciudadanía catalana, los políticos comunitarios les han advertido que Cataluña, en caso de conseguir la independencia, quedaría fuera del euro y fuera de Europa y su ingreso debería solicitarlo de nuevo y deberá ser aprobado por todos los estados miembros por unanimidad. España nunca votaría en favor de su ingreso. El programa de la CUP incorpora la salida del euro y de Europa y otras muchas políticas destructivas para una sociedad en progreso, por lo que estos argumentos no los interiorizan como una amenaza sino como un objetivo.

Vivimos unos años, desde 1939 hasta 1959, año en el que se desarrolló el llamado Plan de Desarrollo y cierta apertura internacional, veinte largos años de autarquía, encerrados en nuestras fronteras, alejados de los movimientos económicos, culturales y sociológicos que se iniciaban en Europa. Carecíamos de capital para crear grandes empresas que pudieran competir en el exterior y los ciudadanos españoles no tenían contacto con sus homólogos europeos. Nos creíamos los mejores y nuestra cultura se hallaba encerrada en sí misma y muy alejada de las corrientes internacionales imperantes en aquellos años.

A partir de los años sesenta, los españoles, atrasados cultural y socialmente percibimos la existencia de otro mundo con la llegada de los turistas europeos a quienes atraía nuestro país porque era barato y muy ?autentico? en su tipismo y su pobreza. Estos extranjeros aportaron divisas a un país hambriento de dinero y a ello también colaboraron todos los españoles con su hatillo al hombro o su maleta de cartón, se marcharon de sus pueblos medievales a trabajar a Alemania, Suiza o Francia. Con sus remesas de divisas compraron pesetas y aliviaron nuestra economía con sus esfuerzos y sus ahorros y advirtieron la existencia de un mundo mejor que el nuestro en todos los aspectos.

Las nuevas generaciones carecen de memoria histórica y creen sus ideas revolucionarias como nuevas y beneficiosas para la sociedad. Este fenómeno es universal pero lo singular en Cataluña es la cantidad de personas que apoyan con su voto estos partidos de ideologías radicales y ello es debido, no a que dichas personas acepten sin más el retroceso social y el reparto arbitrario de la riqueza, es debido a que desean que estos partidos radicales den una bofetada bien dada a un Gobierno Central que no ha escuchado a nadie en Cataluña y que ha despreciado a todos los catalanes, los independentistas y los que no lo son.

Muchos catalanes nos preguntamos si este problema tiene solución y la mayoría de los que se formulan esta pregunta dudan y no se atreven a formular una respuesta. Las personas se radicalizan cuando el interlocutor no escucha sus pretensiones, cuando niega cualquier solicitud, cuando advierte desprecio y ninguneo en el otro, cuando hace oídos sordos a la más virginal de las pretensiones. A las sociedades le ocurre el mismo fenómeno, se radicalizan ante la ausencia de dialogo, ante la negación por la negación, ilógica y caprichosa.

Hoy es un mal momento para el dialogo, si cambian los interlocutores y se advierte por las dos partes que existen peligros reales para ambos y grandes perjuicios en el caso de desencuentros irreconciliables, quizás pueda resurgir la racionalidad. Para ello debe aceptarse la realidad de España, su variedad cultural y normativa y su historia.

La negación de la realidad, del progreso de las sociedades, de los cambios sociales, de la integración en Europa que a largo plazo significará la dilución de las nacionalidades, si no se escucha a las personas y se pretende la imposición inalterable de unas normas periclitadas, el conflicto no se resolverá y los ciudadanos seguirán entregando el poder a partidos radicales, amantes del conflicto, ya que su supervivencia depende de que siempre exista el enfrentamiento social. En este caso perderemos todos y mucho.

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